- Dicen que allí, en lo más alto de las montañas, Aemon vio la luz del sol por última vez. Nadie sabe cómo murió exactamente ya que ningún humano estaba presente cuando lo hizo. A fin de cuentas, la historia ocurrió hace más de mil años y nuestra raza no se aventuraba en tierra de dragones por aquel entonces. Sin embargo, a pesar de este desconocimiento generalizado, hay algunas versiones sobre lo que aconteció hace tanto tiempo. Es un hecho que los enanos afirman, vehementemente como sólo un enano puede hacerlo, que fue un rey suyo, Thronkar Battlestone, quien le derrotó en una singular batalla que duró días. Por otro lado, los soldados que han combatido en el Gran Bosque afirman que los elfos se vanaglorian de haber sido miembros de su estirpe los que acabaron con la gran sierpe, si bien su muerte la ubican en tierras bajas, bastante más al norte. Nosotros no somos tan longevos. Más de mil años pueden ser 30 o 40 generaciones de humanos y, cuando la historia tiene lugar, el antepasado de nadie estaba por la zona para poder registrar en un libro o en una canción lo que sus inexistentes ojos veían.
- Sin embargo, yo he visto su muerte en mis sueños.
El anciano sonrió afablemente como sólo un venerable puede sonreir ante la inocencia de un niño. Y dijo con voz pausada.
- Pequeña, eso es simplemente imposible.
viernes, 31 de diciembre de 2010
domingo, 5 de diciembre de 2010
Buitres
- Oh, venga, para qué vamos a intervenir si se lo están pasando muy bien ellos solos.
Robin miró a su inmenso compañero. Le costaba entender su humor, y en este momento no sabía si le hablaba en serio o simplemente se mofaba de la situación. Nunca había entendido muy bien eso de los sentimientos, la alegría o la tristeza le eran ajenos. En definitiva, no comprendía qué era que alguien se lo pasase bien y no sabía si los mequetrefes esos que estaban siendo atropellados estaban felices de ser apaleados. A ella el dolor propio no le gustaba, eso seguro.
A la luz del incendio se vio como el último y más grande de los ogros se desplomaba por si solo. Acto seguido el gigantesco guerrero se separó del muro sobre el que se apoyaba y empezó a andar hacia la escena. Robin le siguió unos pasos por detrás mientras indicaba a alguien que surgía de las sombras que registrase los cadáveres que quedaban atrás.
Mientras avanzaban hacia los últimos supervivientes, una muchacha menuda y un hombre demasiado guapo para ser un guerrero, Eddard empezó a aplaudir estentóreamente, llamando la atención de la pareja.
- Maravilloso espectáculo, sois todos unos héroes. - Hizo una señal a Robin para que registrase el cuerpo caído del enorme ogro - Ahora si nos disculpáis, cogeremos unas cosas que hay por ahí tiradas y nos iremos, que tenemos prisa.
- ¡Eso es nuestro! - protestó Zoe mientras descolgaba la maza.
- Muchachita, no creo que en tu estado te convenga amenazarme. Acaba con eso Robin, nos vamos.
- ¿Por qué no les matamos? - Preguntó la mujer.
- Tenemos prisa.
- Jajaja, ¿qué nos habría llevado hacerlo? ¿Un minuto?
- No creo que tanto.
- ¿Entonces? Más tiempo perdimos saqueando los cadáveres de los ogros.
- Oh, cállate Robin. Me aburres.
- Eddard tiene razón, Robin. Son unos niñatos. ¿De vencerles ahora qué nos habríamos llevado? ¿Unas cuantas piezas de oro y una espada semi-mágica? Menudo beneficio... Si es verdad que forman parte del grupo de Nina como sospechamos, dejemos que maduren. Pronto volveremos a verles y entonces sí será beneficioso darles muerte.
Robin miró a su inmenso compañero. Le costaba entender su humor, y en este momento no sabía si le hablaba en serio o simplemente se mofaba de la situación. Nunca había entendido muy bien eso de los sentimientos, la alegría o la tristeza le eran ajenos. En definitiva, no comprendía qué era que alguien se lo pasase bien y no sabía si los mequetrefes esos que estaban siendo atropellados estaban felices de ser apaleados. A ella el dolor propio no le gustaba, eso seguro.
A la luz del incendio se vio como el último y más grande de los ogros se desplomaba por si solo. Acto seguido el gigantesco guerrero se separó del muro sobre el que se apoyaba y empezó a andar hacia la escena. Robin le siguió unos pasos por detrás mientras indicaba a alguien que surgía de las sombras que registrase los cadáveres que quedaban atrás.
Mientras avanzaban hacia los últimos supervivientes, una muchacha menuda y un hombre demasiado guapo para ser un guerrero, Eddard empezó a aplaudir estentóreamente, llamando la atención de la pareja.
- Maravilloso espectáculo, sois todos unos héroes. - Hizo una señal a Robin para que registrase el cuerpo caído del enorme ogro - Ahora si nos disculpáis, cogeremos unas cosas que hay por ahí tiradas y nos iremos, que tenemos prisa.
- ¡Eso es nuestro! - protestó Zoe mientras descolgaba la maza.
- Muchachita, no creo que en tu estado te convenga amenazarme. Acaba con eso Robin, nos vamos.
***
- ¿Por qué no les matamos? - Preguntó la mujer.
- Tenemos prisa.
- Jajaja, ¿qué nos habría llevado hacerlo? ¿Un minuto?
- No creo que tanto.
- ¿Entonces? Más tiempo perdimos saqueando los cadáveres de los ogros.
- Oh, cállate Robin. Me aburres.
- Eddard tiene razón, Robin. Son unos niñatos. ¿De vencerles ahora qué nos habríamos llevado? ¿Unas cuantas piezas de oro y una espada semi-mágica? Menudo beneficio... Si es verdad que forman parte del grupo de Nina como sospechamos, dejemos que maduren. Pronto volveremos a verles y entonces sí será beneficioso darles muerte.
miércoles, 1 de diciembre de 2010
Toria
Se despertó con la letanía de una suave voz de fondo. Tenía la boca seca y pastosa, dolor de cabeza y un ligero mareo, como le ocurría cuando hacía el "viaje de vuelta"."Un barril de grog de la Olla del Campesino sienta mejor que esta mierda". Abrió los ojos y vio a una clérigo arrodillada a su lado, concentrada en una plegaria.
-Suficiente, clérigo -gruñó, apartando de un manotazo sus brazos extendidos mientras se levantaba.
La humana se le quedó mirando con gesto dolido. "Oh, por Moradin, ahora encima se pondrá a llorar". Echó un vistazo a su alrededor. Estaba todavía en las alcantarillas. Michael hablaba con Vicra quien, a juzgar por su fuerte respiración, acababa de llegar corriendo. Sin duda, a él era a quien debían sus pellejos. Detrás de ellos su compañera Zhenya estaba tirada en el suelo, inmóvil. Chasqueando la lengua, dirigió su atención a la búsqueda de sus armas. No le hizo falta buscar mucho, el escudo estaba a sus pies y el hacha, que en ningún momento había soltado, aún se encontraba en su mano izquierda. De reojo vio el cuerpo, también inmóvil, del joven compañero de la clérigo. Ésta aún lo miraba, como esperando algo.
-¡Eh, escoba! ¿no deberías ir a ver que tal está tu amigo? Deja de mirarme como una estúpida y muévete, mierda -sin esperar respuesta se dirigió al inquisidor-. Joder Vicra, ya puedes decir que era hora de que aparecieras, ¿que coño te ha mantenido ocupado todo este tiempo...?
Como si importara. Un día más, una misión más.
-Suficiente, clérigo -gruñó, apartando de un manotazo sus brazos extendidos mientras se levantaba.
La humana se le quedó mirando con gesto dolido. "Oh, por Moradin, ahora encima se pondrá a llorar". Echó un vistazo a su alrededor. Estaba todavía en las alcantarillas. Michael hablaba con Vicra quien, a juzgar por su fuerte respiración, acababa de llegar corriendo. Sin duda, a él era a quien debían sus pellejos. Detrás de ellos su compañera Zhenya estaba tirada en el suelo, inmóvil. Chasqueando la lengua, dirigió su atención a la búsqueda de sus armas. No le hizo falta buscar mucho, el escudo estaba a sus pies y el hacha, que en ningún momento había soltado, aún se encontraba en su mano izquierda. De reojo vio el cuerpo, también inmóvil, del joven compañero de la clérigo. Ésta aún lo miraba, como esperando algo.
-¡Eh, escoba! ¿no deberías ir a ver que tal está tu amigo? Deja de mirarme como una estúpida y muévete, mierda -sin esperar respuesta se dirigió al inquisidor-. Joder Vicra, ya puedes decir que era hora de que aparecieras, ¿que coño te ha mantenido ocupado todo este tiempo...?
Como si importara. Un día más, una misión más.
lunes, 15 de noviembre de 2010
Recuerdos
Estaba una vez más en aquella loma verde, bañada por el suave sol de la primavera de los 17 años.
- No hay otro sol como ése...
No hay otro sol como ése. Subía por aquella ladera sin esfuerzo, intrigado por lo que había detrás.
- El rocío te mojaba los pies descalzos...
Era verdad, ahora notaba como el rocío le mojaba los pies descalzos mientras pisaba la mullida hierba que cubría la colina.
- Ya sabes lo que hay al otro lado...
Ya sabía lo que había detrás, pero aún así quería verlo con sus propios ojos. Tan solo le faltaban unos pocos pasos, ya se vislumbraba el horizonte.
- Y ahora te das la vuelta...
Ahora se dio la vuelta, empezó a bajar la cuesta, olvidando lo que fuese que hubiera allí detrás, y vio una pequeña cabaña al pie. La recordaba también, pero esta vez era algo distinta, más acogedora, más hospitalaria, más... tentadora.
- Bajaste en dirección al cálido abrazo del fuego, para librarte del frío que comenzabas a sentir...
Se había levantado una brisa, al principio ligera, que ahora arreciaba de manera amenazante, casi despiadada. Los dedos de los pies se le entumecían, y la cabaña parecía cada vez más apetecible, pero un picor en la parte de atrás de su mente le mantenía alerta, le gritaba en silencio que subiera otra vez.
- Bajaste...
No bajó. Los finos músculos de su cuello se tensaron firmemente como cuerdas de piano.
- Seguiste en dirección a la protección y a la relajación que solo una auténtica piel de oso puede ofrecerte...
Lentamente se giró hacia la cima del monte, de la montaña, de la cordillera que ahora se extendía ante sus ojos...
- ...más alta que nunca, inabarcable, peligrosa, fuera de tus posibilidades...
- Subí - le costaba un esfuerzo hercúleo contradecir a esa voz, pero poco a poco iba acumulando fuerza en su interior, haciendo una bola de rebeldía pura.
- No - la voz habia cambiado el tono melódico de antes por una helada cuchilla de acero -. No puedes ir hacia allí...
- ¡Sí que puedo! - gritó Jahled subitamente, mientras corría y escalaba moviendo frenéticamente los brazos, como si toda la energía que contenía hubiese estallado de golpe.
Ahora volvía a parecer una montaña de juguete, podía pasarla de un salto, de un paso, sin moverse, con los brazos caídos a los lados, con todo el peso de su equipo, con sus armas.
Un momento después no había más montaña que un par de granos de arena, arrastrados por el viento, el cuál se transformó en la silueta de un hombre.
O al menos a Jhaled le parecía un hombre, aunque más bien tenía el aspecto de un hábito de monje hinchado por el viento, deshilachado en los bordes y ennegrecido por el hollín, con la capucha vuelta, cubriendo una oscuridad insondable.
- Sigues siendo dificil de dominar, amigo - le dijo.
- Si yo soy tu amigo, debes llevar una vida aún más lamentable de lo que me imaginaba - respondió el hechicero con toda la sorna de que fue capaz -. Tus trucos siguen siendo de segunda, ¿aún sigues persiguiendo fama y fortuna engañando a paletos?.
- ¿Y tú?, ¿Sigues pensando que te volverán a dejar entrar? - le contestó la sombra -. Déjamelo y ambos podremos beneficiarnos de todo su poder.
- Si fuese tan egoísta como para intentar usarlo por mi cuenta, ¿qué te hace pensar que iba a compartirlo contigo?.
- Que solo yó conozco la manera de utilizarlo en su estado actual.
- ¿Insinúas que ya puedes usarlo? - su cara dejó traslucir brevemente una profunda preocupación.
- Si es cierto o no, lo descubriremos pronto, pero por ahora tan solo dame tu foco.
Jhaled ya se conocía sus trucos. Habían pasado muchas tardes desde pequeños jugando a ese juego de adivinar la carta del otro, y aunque él siempre perdía, con el tiempo, su interlocutor tampoco ganaba.
Apretó el mango de Lesha, su fiel lanza. No tenía nada de especial, aparte de haberle salvado la vida en alguna que otra ocasión, y de aquellas tiras de cuero que rodeaban el centro de su esbelto cuerpo. Aquellas tiras, la inscripción en el reverso, era su foco, o lo había sido en un tiempo, la llave al poder de la Orden. Era absolutamente consciente de que debía evitar pensar en ello mientras el otro siguiera en su mente, o sabría perfectamente cómo conseguirlo.
La magia aún residía de alguna manera allí, aunque imperceptible, incluso para los magos, o éso pensaba el otro. A una palabra de un regente de La Orden, podría volver a usarla, aunque el tiempo de su regreso todavía no le había llegado. El hombre al que se enfrentaba la quería para estudiarla y buscar una manera de acceder a la Reserva, pero incluso expulsado, les debía un respeto y una obligación a aquellos que tanto le habían dado.
No tuvo que pensar: sujetando con fuerza su arma, arremetió contra aquella sombra inmunda que se presentaba ante él, y de un solo tajo la atravesó...
Aún se aferraba a ella cuando los firmes golpes y la dulce, a la vez que solemne, voz de Gaery retumbaron a través de la gruesa puerta de madera reforzada. Se despertó empapado y tambaleante, en dirección a la puerta.
Malditos doblegamentes, pensó, y de entre ellos, maldito Zertyr. Tendría que encontrar su antigua orden cuanto antes.
- No hay otro sol como ése...
No hay otro sol como ése. Subía por aquella ladera sin esfuerzo, intrigado por lo que había detrás.
- El rocío te mojaba los pies descalzos...
Era verdad, ahora notaba como el rocío le mojaba los pies descalzos mientras pisaba la mullida hierba que cubría la colina.
- Ya sabes lo que hay al otro lado...
Ya sabía lo que había detrás, pero aún así quería verlo con sus propios ojos. Tan solo le faltaban unos pocos pasos, ya se vislumbraba el horizonte.
- Y ahora te das la vuelta...
Ahora se dio la vuelta, empezó a bajar la cuesta, olvidando lo que fuese que hubiera allí detrás, y vio una pequeña cabaña al pie. La recordaba también, pero esta vez era algo distinta, más acogedora, más hospitalaria, más... tentadora.
- Bajaste en dirección al cálido abrazo del fuego, para librarte del frío que comenzabas a sentir...
Se había levantado una brisa, al principio ligera, que ahora arreciaba de manera amenazante, casi despiadada. Los dedos de los pies se le entumecían, y la cabaña parecía cada vez más apetecible, pero un picor en la parte de atrás de su mente le mantenía alerta, le gritaba en silencio que subiera otra vez.
- Bajaste...
No bajó. Los finos músculos de su cuello se tensaron firmemente como cuerdas de piano.
- Seguiste en dirección a la protección y a la relajación que solo una auténtica piel de oso puede ofrecerte...
Lentamente se giró hacia la cima del monte, de la montaña, de la cordillera que ahora se extendía ante sus ojos...
- ...más alta que nunca, inabarcable, peligrosa, fuera de tus posibilidades...
- Subí - le costaba un esfuerzo hercúleo contradecir a esa voz, pero poco a poco iba acumulando fuerza en su interior, haciendo una bola de rebeldía pura.
- No - la voz habia cambiado el tono melódico de antes por una helada cuchilla de acero -. No puedes ir hacia allí...
- ¡Sí que puedo! - gritó Jahled subitamente, mientras corría y escalaba moviendo frenéticamente los brazos, como si toda la energía que contenía hubiese estallado de golpe.
Ahora volvía a parecer una montaña de juguete, podía pasarla de un salto, de un paso, sin moverse, con los brazos caídos a los lados, con todo el peso de su equipo, con sus armas.
Un momento después no había más montaña que un par de granos de arena, arrastrados por el viento, el cuál se transformó en la silueta de un hombre.
O al menos a Jhaled le parecía un hombre, aunque más bien tenía el aspecto de un hábito de monje hinchado por el viento, deshilachado en los bordes y ennegrecido por el hollín, con la capucha vuelta, cubriendo una oscuridad insondable.
- Sigues siendo dificil de dominar, amigo - le dijo.
- Si yo soy tu amigo, debes llevar una vida aún más lamentable de lo que me imaginaba - respondió el hechicero con toda la sorna de que fue capaz -. Tus trucos siguen siendo de segunda, ¿aún sigues persiguiendo fama y fortuna engañando a paletos?.
- ¿Y tú?, ¿Sigues pensando que te volverán a dejar entrar? - le contestó la sombra -. Déjamelo y ambos podremos beneficiarnos de todo su poder.
- Si fuese tan egoísta como para intentar usarlo por mi cuenta, ¿qué te hace pensar que iba a compartirlo contigo?.
- Que solo yó conozco la manera de utilizarlo en su estado actual.
- ¿Insinúas que ya puedes usarlo? - su cara dejó traslucir brevemente una profunda preocupación.
- Si es cierto o no, lo descubriremos pronto, pero por ahora tan solo dame tu foco.
Jhaled ya se conocía sus trucos. Habían pasado muchas tardes desde pequeños jugando a ese juego de adivinar la carta del otro, y aunque él siempre perdía, con el tiempo, su interlocutor tampoco ganaba.
Apretó el mango de Lesha, su fiel lanza. No tenía nada de especial, aparte de haberle salvado la vida en alguna que otra ocasión, y de aquellas tiras de cuero que rodeaban el centro de su esbelto cuerpo. Aquellas tiras, la inscripción en el reverso, era su foco, o lo había sido en un tiempo, la llave al poder de la Orden. Era absolutamente consciente de que debía evitar pensar en ello mientras el otro siguiera en su mente, o sabría perfectamente cómo conseguirlo.
La magia aún residía de alguna manera allí, aunque imperceptible, incluso para los magos, o éso pensaba el otro. A una palabra de un regente de La Orden, podría volver a usarla, aunque el tiempo de su regreso todavía no le había llegado. El hombre al que se enfrentaba la quería para estudiarla y buscar una manera de acceder a la Reserva, pero incluso expulsado, les debía un respeto y una obligación a aquellos que tanto le habían dado.
No tuvo que pensar: sujetando con fuerza su arma, arremetió contra aquella sombra inmunda que se presentaba ante él, y de un solo tajo la atravesó...
Aún se aferraba a ella cuando los firmes golpes y la dulce, a la vez que solemne, voz de Gaery retumbaron a través de la gruesa puerta de madera reforzada. Se despertó empapado y tambaleante, en dirección a la puerta.
Malditos doblegamentes, pensó, y de entre ellos, maldito Zertyr. Tendría que encontrar su antigua orden cuanto antes.
domingo, 14 de noviembre de 2010
Selurian
Selurian. Clérigo de Sira. Cuidador del Hogar. Cabeza del templo norte de Red Hook.
Nació hace 57 años en Vaast, en el seno de una familia de comerciantes. Sintió la llamada de Sira a una pronta edad, cuando una matrona de la orden auxilió, y salvó la vida, a su madre y hermano nonato en un complicado parto que, de otra forma, hubiera acabado con ambos.
Durante años sirvió en los templos menores de Vaast como mensajero y auxiliar de campo, ayudando donde fuera más necesario en cada momento. En algún momento de su juventud conoció a un grupo de aventureros que querían adentrarse en los grandes bosques del norte, al encuentro de lo que el destino les deparara. Selurian sintió la atracción de la vida aventurera y pidió permiso a su orden para acompañar al grupo y convertirse en un caminante. En el grupo conoció a Maratia, con quien empezó a intimar, y que acabó por convertirse en su compañera.
Poco tiempo después, no obstante, un incidente tuvo lugar que acabó con la muerte de la mayor parte del grupo, Maratia entre ellos. Selurian volvió a Vaast, moralmente devastado. La orden le traslado a un puesto organizativo en el templo central, donde estuvo durante unos pocos años, cuando el puesto de Cabeza del templo norte de Red Hook quedó vacante. Solicitó el traslado y le fue concedido.
En Red Hook, mantuvo el templo en soledad hasta una tarde en la que recibió una petición de ayuda del orfanato. Una niña sufría unas fuertes fiebres que amenazaban con acabar con la pequeña. Se desplazó hasta el orfanato, y trató de sanar a la menor, pero la enfermedad era tenaz, y cada vez que parecía remitir volvía casi con más virulencia que antes. Comprendió que sería necesario llevarla al templo y velar por ella toda la noche. Cuando se disponía a salir en dirección al templo, otra niña, de edad similar a la primera, se agarró a su pierna, llorando mientras decía "por favor señor cúrela es mi mejor amiga, mi única amiga, tiene que curarla..." El gesto le emocionó, y le preguntó si quería acompañarle y ayudarle. Limpiándose los mocos con la mano, la niña asintió.Tendió su mano a la pequeña, quien dijo llamarse Samlara, y partió presuroso al templo, donde permanecieron en vela durante dos días hasta que la enfermedad remitió completamente y la vida de la chiquilla quedó a salvo. Samlara abrazó entonces a su amiga, a la que llamó Zoe, quien abrió los ojos y miró sorprendida a su alrededor.
Las pequeñas, desde aquel día, entraron al servicio de la orden, convirtiéndose en siervas del templo y acompañando a Selurian en sus quehaceres.
El tiempo pasó, y llegó el momento en que una de ellas salió a recorrer la senda del caminante, para no volver. Selurian acusó mucho la pérdida, pero lo sobrellevó con su habitual fortaleza de espíritu. Finalmente, su otra hija tomó el mismo camino que su hermana, dejandole de nuevo solo al frente del templo.
A los pocos días, un grupo de asaltantes atacó el templo. Selurian falleció, y Sira acogió en su hogar al alma más bondadosa, caritativa y amable que haya existido jamás.
Selurian. Mi mentor. Mi padre. Tu fuego se ha apagado, pero el recuerdo de tu llama siempre calentará el corazón de todos los que te conocimos, especialmente, el mio.
- Zoe, Servidora del templo norte de Red Hook.
Nació hace 57 años en Vaast, en el seno de una familia de comerciantes. Sintió la llamada de Sira a una pronta edad, cuando una matrona de la orden auxilió, y salvó la vida, a su madre y hermano nonato en un complicado parto que, de otra forma, hubiera acabado con ambos.
Durante años sirvió en los templos menores de Vaast como mensajero y auxiliar de campo, ayudando donde fuera más necesario en cada momento. En algún momento de su juventud conoció a un grupo de aventureros que querían adentrarse en los grandes bosques del norte, al encuentro de lo que el destino les deparara. Selurian sintió la atracción de la vida aventurera y pidió permiso a su orden para acompañar al grupo y convertirse en un caminante. En el grupo conoció a Maratia, con quien empezó a intimar, y que acabó por convertirse en su compañera.
Poco tiempo después, no obstante, un incidente tuvo lugar que acabó con la muerte de la mayor parte del grupo, Maratia entre ellos. Selurian volvió a Vaast, moralmente devastado. La orden le traslado a un puesto organizativo en el templo central, donde estuvo durante unos pocos años, cuando el puesto de Cabeza del templo norte de Red Hook quedó vacante. Solicitó el traslado y le fue concedido.
En Red Hook, mantuvo el templo en soledad hasta una tarde en la que recibió una petición de ayuda del orfanato. Una niña sufría unas fuertes fiebres que amenazaban con acabar con la pequeña. Se desplazó hasta el orfanato, y trató de sanar a la menor, pero la enfermedad era tenaz, y cada vez que parecía remitir volvía casi con más virulencia que antes. Comprendió que sería necesario llevarla al templo y velar por ella toda la noche. Cuando se disponía a salir en dirección al templo, otra niña, de edad similar a la primera, se agarró a su pierna, llorando mientras decía "por favor señor cúrela es mi mejor amiga, mi única amiga, tiene que curarla..." El gesto le emocionó, y le preguntó si quería acompañarle y ayudarle. Limpiándose los mocos con la mano, la niña asintió.Tendió su mano a la pequeña, quien dijo llamarse Samlara, y partió presuroso al templo, donde permanecieron en vela durante dos días hasta que la enfermedad remitió completamente y la vida de la chiquilla quedó a salvo. Samlara abrazó entonces a su amiga, a la que llamó Zoe, quien abrió los ojos y miró sorprendida a su alrededor.
Las pequeñas, desde aquel día, entraron al servicio de la orden, convirtiéndose en siervas del templo y acompañando a Selurian en sus quehaceres.
El tiempo pasó, y llegó el momento en que una de ellas salió a recorrer la senda del caminante, para no volver. Selurian acusó mucho la pérdida, pero lo sobrellevó con su habitual fortaleza de espíritu. Finalmente, su otra hija tomó el mismo camino que su hermana, dejandole de nuevo solo al frente del templo.
A los pocos días, un grupo de asaltantes atacó el templo. Selurian falleció, y Sira acogió en su hogar al alma más bondadosa, caritativa y amable que haya existido jamás.
Selurian. Mi mentor. Mi padre. Tu fuego se ha apagado, pero el recuerdo de tu llama siempre calentará el corazón de todos los que te conocimos, especialmente, el mio.
- Zoe, Servidora del templo norte de Red Hook.
martes, 9 de noviembre de 2010
Partidas por mail
(Extraído del manual de campaña de Bayes)
Todos los mails que se envíen para jugar partidas deben tener este formato aproximado. Si alguna de las secciones no aplica, no se pone y listo.
- Notas:
Donde el DM o el PJ escriben todo lo que no forma parte de la partida pero viene a cuento. Puede haber varios apartados de notas en un mail, pero en todos se debe indicar que son eso: notas.
- Dónde:
Donde se explica en dónde ocurre la escena. A menudo este apartado se podrá copiar del mail anterior.
- Quién:
Donde se dice quién participa en la escena. Si hay más de un PJ en esta sección, lo suyo es que reciba una copia del correo.
- Qué:
Donde se explica lo que pasa en la escena.
Todos los mails que se envíen para jugar partidas deben tener este formato aproximado. Si alguna de las secciones no aplica, no se pone y listo.
- Notas:
Donde el DM o el PJ escriben todo lo que no forma parte de la partida pero viene a cuento. Puede haber varios apartados de notas en un mail, pero en todos se debe indicar que son eso: notas.
- Dónde:
Donde se explica en dónde ocurre la escena. A menudo este apartado se podrá copiar del mail anterior.
- Quién:
Donde se dice quién participa en la escena. Si hay más de un PJ en esta sección, lo suyo es que reciba una copia del correo.
- Qué:
Donde se explica lo que pasa en la escena.
Algo de magia
El bonito diamante colapsó sobre si mismo con una pequeña grieta desde su interior mientras una misteriosa llama azul lo envolvía. Poco a poco la grieta alcanzó el exterior del cristal momento en que un crujido indicó que se había partido. Poco a poco, polvo de la piedra resbaló entre los dedos de la clérigo, aún envueltos en el fuego y derramándose sobre el cuerpo del guerrero que yacía muerto a sus pies.
Nina abrió los ojos y se arrodilló sobre el cadáver desgarrado de Mornan mientras las fantasmales llamas ardían en torno a él. Entonando un salmo tan antíguo como la humanidad, la clérigo posó una mano sobre el pecho de éste y el fuego índigo se tornó carmesí. El volumen del cántico empezó a incrementarse lentamente hasta que, en un éxtasis de luz roja y voz hipnótica, todo terminó.
Sólo había sido un minuto de ritual, pero ninguno de los presentes lo podría olvidar jamás. Sólo Mornan que ahora se incorporaba entre estertores de tos y flemas de sangre podría decir más tarde que él no recordaba nada de lo que Nina había hecho esa noche.
Nina abrió los ojos y se arrodilló sobre el cadáver desgarrado de Mornan mientras las fantasmales llamas ardían en torno a él. Entonando un salmo tan antíguo como la humanidad, la clérigo posó una mano sobre el pecho de éste y el fuego índigo se tornó carmesí. El volumen del cántico empezó a incrementarse lentamente hasta que, en un éxtasis de luz roja y voz hipnótica, todo terminó.
Sólo había sido un minuto de ritual, pero ninguno de los presentes lo podría olvidar jamás. Sólo Mornan que ahora se incorporaba entre estertores de tos y flemas de sangre podría decir más tarde que él no recordaba nada de lo que Nina había hecho esa noche.
Etiquetas:
Mornan,
Nina Doorway,
Personajes,
PNJ's
miércoles, 3 de noviembre de 2010
El festín
Ratas. Normalmente las ratas no salían a la superficie hasta la oscuridad de la noche, más en estas fechas en que las mañanas empezaban a ser frías. Melquiades cogió la escoba y empezó a echarlas de la acera próxima a su tienda con movimientos enérgicos, a golpes.
Con la cabeza gacha y el rostro ceñudo, el tendero fue expulsando a las intrusas maldiciendo por lo bajo la enorme cantidad de estas que parecía haber hasta que, de sopetón, se encontró con lo que había atraído a sus peludas enemigas a las puertas de su tienda.
Bajo cuatro ratas de enorme tamaño, lo que parecía una montaña de carne desgarrada, todavía sangrante en zonas, quemada en otras, yacía destrozada. Melquiades tuvo una arcada. La náusea le hizo doblarse y finalmente vomitó sobre los restos humanos que habían aparecido en la puerta de su morada.
Con la cabeza gacha y el rostro ceñudo, el tendero fue expulsando a las intrusas maldiciendo por lo bajo la enorme cantidad de estas que parecía haber hasta que, de sopetón, se encontró con lo que había atraído a sus peludas enemigas a las puertas de su tienda.
Bajo cuatro ratas de enorme tamaño, lo que parecía una montaña de carne desgarrada, todavía sangrante en zonas, quemada en otras, yacía destrozada. Melquiades tuvo una arcada. La náusea le hizo doblarse y finalmente vomitó sobre los restos humanos que habían aparecido en la puerta de su morada.
viernes, 29 de octubre de 2010
Aliados
Dejó de escribir para alzar la vista.
- Querida condesa, sé que no suele tener mucha paciencia pero agradecería que me avisase cuando vaya a visitarme.
- ¡Cállate estúpido! - Dianne Levin empezaba a tomar consistencia delante de sus ojos, como si un fantasma se estuviese reencarnando lentamente. - ¡Me han atacado! ¡A mí! ¡En mi propia casa!
El hombre dejó lentamente la pluma sobre el escritorio y tomó con parsimonia un sorbo de la bebida tostada que había sobre su escritorio.
- Lo sé... Radcliff me lo dijo.
- ¿Lo sabes? ¿Y no hiciste nada? ¡Han matado a Melgar! ¿No se supone que Melgar era tu mejor hombre?
- Vaya... sí, lo es, o era... Lamento mucho escuchar eso, la verdad. Melgar era un tipo muy útil y eficaz.
Dianne Levin cabeceó sorprendida, sin saber muy bien si enojarse con su interlocutor o directamente fulminarlo con un hechizo.
- ¿Eres imbécil? Tú, maldito saco de huesos, te he dicho que he sido atacada en mi propio palacio y tú lamentas que tu secuaz, tu instrumento, haya muerto. - Dianne hizo una pausa mientras escrutaba a su aliado - ¡En lugar de estar preocupándote por la inútil alma de Mélgar tendrías que estar trabajando para vengarme!
- Cálmese condesa, tenga por seguro que ya lo estoy haciendo. Llevo toda la noche haciéndolo. Shadowgrave estará a su servicio mientras le quede un segundo de vida. - Sirvió un vaso de su bebida en otro vaso y, levantándose, se lo tendió a Dianne.
- Eso espero, porque si yo caigo no seré la única que lo haga. Y sabes de sobra que por cualquiera de los delitos que has cometido tu cabeza rodaría. - Dianne arrebató el vaso de la mano del hombrecillo y dio un largo sorbo.
- Lo sé Dianne, lo sé mi condesa. Ahora despreocúpese, viaje a su refugio, descanse y deje que mis hombres se ocupen de todo. Puedo garantizar que en unas horas sus preocupaciones se habrán desvanecido. Pongo mi cabeza a su disposición si lo que digo es mentira.
- ¿Alguna vez no lo es?
- Alguna, condesa, alguna.
- Querida condesa, sé que no suele tener mucha paciencia pero agradecería que me avisase cuando vaya a visitarme.
- ¡Cállate estúpido! - Dianne Levin empezaba a tomar consistencia delante de sus ojos, como si un fantasma se estuviese reencarnando lentamente. - ¡Me han atacado! ¡A mí! ¡En mi propia casa!
El hombre dejó lentamente la pluma sobre el escritorio y tomó con parsimonia un sorbo de la bebida tostada que había sobre su escritorio.
- Lo sé... Radcliff me lo dijo.
- ¿Lo sabes? ¿Y no hiciste nada? ¡Han matado a Melgar! ¿No se supone que Melgar era tu mejor hombre?
- Vaya... sí, lo es, o era... Lamento mucho escuchar eso, la verdad. Melgar era un tipo muy útil y eficaz.
Dianne Levin cabeceó sorprendida, sin saber muy bien si enojarse con su interlocutor o directamente fulminarlo con un hechizo.
- ¿Eres imbécil? Tú, maldito saco de huesos, te he dicho que he sido atacada en mi propio palacio y tú lamentas que tu secuaz, tu instrumento, haya muerto. - Dianne hizo una pausa mientras escrutaba a su aliado - ¡En lugar de estar preocupándote por la inútil alma de Mélgar tendrías que estar trabajando para vengarme!
- Cálmese condesa, tenga por seguro que ya lo estoy haciendo. Llevo toda la noche haciéndolo. Shadowgrave estará a su servicio mientras le quede un segundo de vida. - Sirvió un vaso de su bebida en otro vaso y, levantándose, se lo tendió a Dianne.
- Eso espero, porque si yo caigo no seré la única que lo haga. Y sabes de sobra que por cualquiera de los delitos que has cometido tu cabeza rodaría. - Dianne arrebató el vaso de la mano del hombrecillo y dio un largo sorbo.
- Lo sé Dianne, lo sé mi condesa. Ahora despreocúpese, viaje a su refugio, descanse y deje que mis hombres se ocupen de todo. Puedo garantizar que en unas horas sus preocupaciones se habrán desvanecido. Pongo mi cabeza a su disposición si lo que digo es mentira.
- ¿Alguna vez no lo es?
- Alguna, condesa, alguna.
Panteón en Bayes
(Extraído del manual de campaña de Bayes)
Los principales dioses adorados en la zona de Bayes se resumen en los siguientes:
- Bane: Dios del mal. Típicamente legal malvado. Es adorado por corruptos o aquellos que deseen hacer un pacto con fines maléficos para con alguien. Su emblema es una balanza inclinada con un peso claramente inferior en el brazo más pesado.
- Lorna: Diosa del conocimiento. Sus seguidores son neutrales auténticos, se limitan a constatar lo que ocurre sin tomar parte por ningún bando en ningún momento. Los raros monjes de Lorna (apenas hay clérigos que sigan a la diosa) suelen ser los más eruditos de todos los mortales. Su coletilla más utilizada es “Es un hecho”. Su emblema es un libro abierto.
- Moradin: Supradeidad del panteón enano. Sus seguidores tienden a ser legales buenos o, menos frecuentemente, legales neutrales. Representa todas las virtudes de los enanos así como sus defectos siendo con diferencia el culto mayoritario entre los miembros de la barbuda raza. Su emblema es un yunque y un martillo.
- Muur: Dios de la naturaleza. Sus seguidores pueden ser de muchos tipos de alineamiento, pero abundan los Neutrales auténticos siendo los caótico buenos bastante frecuentes. Es adorado por druidas y granjeros que no recen a Sira siendo los guardabosques comunes también entre sus filas. Su emblema es una hoja de roble.
- Myrkul: La muerte. Entre los vivos no es exactamente adorado sino que sus plegarias son más bien intentos de apartarlo de su camino. Sólo los no-muertos inteligentes tienen interés en ser ayudados por esta deidad. El alineamiento de sus seguidores tiende al Legal Neutral aunque el legal maligno también es frecuente. Su emblema es el de una calavera en llamas.
- Noikai: Dios del clima, la fortuna y todo lo cambiante. Típicamente caótico bueno (o neutral) , sus seguidores más frecuentes son piratas, vagabundos, bardos y marineros. Su emblema es la superficie del mar con una moneda como sol.
- Renna: Diosa de las causas justas y las cruzadas contra lo maligno. Típicamente legal buena aunque muchos de sus seguidores son también neutrales buenos y legales neutrales. Es la deidad tutelar del ejército de Bayes. Su emblema es una torre con un escudo en su base.
- Sira: Diosa del hogar y la estabilidad. Sus seguidores son típicamente legales buenos. Entre ellos están prácticamente todas las amas de casa y granjeros de Bayes. Su emblema es el de una chimenea con lumbre.
- Tyr: Dios de la guerra. Típicamente caótico neutral. No suele tomar partido en las batallas/guerras por ninguno de los dos bandos, pero si lo hace podría bien empezar del lado de unos y acabarla del lado de los otros. Adorado por la mayoría de bárbaros, algunos guerreros y los amantes de la destrucción en general. Su emblema son dos espadas (alfanjes) cruzadas.
Los principales dioses adorados en la zona de Bayes se resumen en los siguientes:
- Bane: Dios del mal. Típicamente legal malvado. Es adorado por corruptos o aquellos que deseen hacer un pacto con fines maléficos para con alguien. Su emblema es una balanza inclinada con un peso claramente inferior en el brazo más pesado.
- Lorna: Diosa del conocimiento. Sus seguidores son neutrales auténticos, se limitan a constatar lo que ocurre sin tomar parte por ningún bando en ningún momento. Los raros monjes de Lorna (apenas hay clérigos que sigan a la diosa) suelen ser los más eruditos de todos los mortales. Su coletilla más utilizada es “Es un hecho”. Su emblema es un libro abierto.
- Moradin: Supradeidad del panteón enano. Sus seguidores tienden a ser legales buenos o, menos frecuentemente, legales neutrales. Representa todas las virtudes de los enanos así como sus defectos siendo con diferencia el culto mayoritario entre los miembros de la barbuda raza. Su emblema es un yunque y un martillo.
- Muur: Dios de la naturaleza. Sus seguidores pueden ser de muchos tipos de alineamiento, pero abundan los Neutrales auténticos siendo los caótico buenos bastante frecuentes. Es adorado por druidas y granjeros que no recen a Sira siendo los guardabosques comunes también entre sus filas. Su emblema es una hoja de roble.
- Myrkul: La muerte. Entre los vivos no es exactamente adorado sino que sus plegarias son más bien intentos de apartarlo de su camino. Sólo los no-muertos inteligentes tienen interés en ser ayudados por esta deidad. El alineamiento de sus seguidores tiende al Legal Neutral aunque el legal maligno también es frecuente. Su emblema es el de una calavera en llamas.
- Noikai: Dios del clima, la fortuna y todo lo cambiante. Típicamente caótico bueno (o neutral) , sus seguidores más frecuentes son piratas, vagabundos, bardos y marineros. Su emblema es la superficie del mar con una moneda como sol.
- Renna: Diosa de las causas justas y las cruzadas contra lo maligno. Típicamente legal buena aunque muchos de sus seguidores son también neutrales buenos y legales neutrales. Es la deidad tutelar del ejército de Bayes. Su emblema es una torre con un escudo en su base.
- Sira: Diosa del hogar y la estabilidad. Sus seguidores son típicamente legales buenos. Entre ellos están prácticamente todas las amas de casa y granjeros de Bayes. Su emblema es el de una chimenea con lumbre.
- Tyr: Dios de la guerra. Típicamente caótico neutral. No suele tomar partido en las batallas/guerras por ninguno de los dos bandos, pero si lo hace podría bien empezar del lado de unos y acabarla del lado de los otros. Adorado por la mayoría de bárbaros, algunos guerreros y los amantes de la destrucción en general. Su emblema son dos espadas (alfanjes) cruzadas.
miércoles, 27 de octubre de 2010
El viaje comienza...
Sangre, acero mellado y maldad a partes iguales inundaban la estancia. Los cinco, aún con vida, se debatían en un fragor que no parecía presagiar nada bueno. El titán aparecía como un formidable adversario, de fuerza imposible y destreza tan honda como la negrura que despedía su figura, fiel reflejo de la oscura magia que lo abrazaba desde los abismos.
Jhaled, el hechicero, yacía inerte, presa de un desconocido encantamiento, quién sabe si ya embarcado en el último viaje hacia las lejanas orillas. Tras el umbral, Gaery, malherida, e Ivy, con presteza y valor sin igual, se debatían con sumo esfuerzo por contener al invisible enemigo.
"Sucio bastardo..." masculló Mornan entre dientes, con verdadero odio, presa de la más vil de las emociones, del más honesto sentimiento de venganza. "Has osado atacar al más puro ser que la Tierra habita, has disfrutado con su sufrimiento... Que Sira me perdone... pues yo haré lo mismo con el tuyo..."
Y así, mientras Zoe, cérea y paralizada de intensísimo dolor, se atenazaba contra la pared, Mornan se abalanzó para hendir a Destripadora por última vez en aquel siervo del mal. Pero no era éste el momento de la proeza. En un movimiento que el impetuoso guerrero jamás llegaría siquiera a percibir, el enorme tridente de Melgar atravesó su garganta como si de una verde brizna se tratara. Su cuerpo cayó, sin vida. A dos metros, arrojada con furia tras el impacto, la cabeza rodó conservando aún una mirada de ira, ahora ya vacía.
Una indescriptible sensación de paz inundó todo su ser. El cálido aliento que sobreviene a quien vuelve al hogar. La certeza de que lo desconocido se torna veraz. La percepción de que, lo que creía imposible, ocurría: Mornan conocía el amor. Un amor que sólo una diosa puede dar. De una forma que sólo el alma puede recibir. Pero lo que Mornan no esperaba al final de la luz era la figura que, difusa, se acercaba con los brazos bien abiertos...
"Sa... Sam...¿?" Perplejo, y henchido de una emoción simplemente inexplicable, corrió como sólo un crío puede hacer para encontrarse con una hermana perdida y largamente esperada. "Mucho de qué hablar, pero poco tiempo para ello", susurró Sam entre lágrimas.
"¿Poco? ¿Acaso la eternidad se te antoja escasa, jovencita?", musitó embargado por la felicidad más absoluta, contemplando el infinito en el rostro de la clérigo.
"Verás... parece que Sira aún tiene planes para ti, y no precisamente celestiales. Éste es para mí el más bello de los presentes. Así, su voluntad mediante, y a través de la poderosa aura de Nina, si así lo deseas...
"Espera. Alto... Me estás diciendo que... ¿Y por qué yo?"
"No me corresponde a mí responder a esa pregunta... Sin embargo... sí, como ves, no ha llegado tu hora, grandullón. Y por lo que leo en tus ojos, quieres volver. Así sea. Y no llores, volveremos a vernos, no lo dudes. No recordarás nada, sólo sentirás paz y fuerzas renovadas... Os echo de menos... Por cierto, incluso muerto, ¡sigues siendo muy feo!"
Y, mientras las lágrimas se adueñaban de su rostro, con un guiño y una sonrisa pícara no exenta de verdad y tristeza, la que fue su faro en la Tierra se despidió con una ternura de la que no se sabía capaz.
El espíritu del tosco guerrero habitaba de nuevo su cuerpo. Largos fueron los relatos acerca del legendario combate de Gaery (uno más, pues sus victorias ya no podían ser contadas fácilmente) y los demás. De cómo Zoe, extenuada al borde de la muerte, había ofrecido hasta la última de sus energías en pro de sus amigos. Y muchos y buenos los momentos que sucedieron a un reencuentro que sobrecogió al equipo, unidos más que nunca frente a un enemigo que se antojaba mitológico. Una amistad que comenzaba a forjar un grupo tan sólido como una roca.
Mornan se sentía algo más débil, pero presa de una vitalidad y firmeza inconmensurables. Ahora, más que nunca, tenía una meta. Y sólo la voluntad de un dios podría enfrentarlas.
domingo, 24 de octubre de 2010
Otra muerte en la familia
-El fuego de Sira calienta el corazón... -comenzó a decir la hermana frente a ella.
-...del viajero lejos del hogar -concluyó Zoe.
Sonrió. La cálida familiaridad que sentía cada vez que entraba en un templo de su diosa calaba más profundo que el frío del camino. Puso su mano izquierda extendida sobre su corazón mientras miraba a la hermana de la congregación de Vaast.
-Zoe, de la congregación de Red Hook.
-Alura, hermana residente... Perdona, ¿has... dicho Red Hook? -preguntó, mientras la sonrisa desaparecía de su cara para convertirse en una mueca de preocupación.
-Así es. Soy de un pequeño templo al norte de la ciudad. El clérigo dirigente es Selurian, mi mentor. Hace unos días que salí de viaje de meditación, y me gustaría mandarle un mensaje para hacerle saber que todo va bien.
-Comprendo... yo... eh... lamento informarte de esto, pero... hace unos pocos días la congregación de Red Hook informó de un ataque... en el templo norte...
-¿Qué...? ¿Cómo...? ¿Y Selurian... está...? -no se veía capaz de terminar la frase, demasiado abrumada por el peso de la noticia. Antes de que Alura respondiese con palabras, su rostro traicionó la respuesta.
-Falleció. Siento tu pérdida sinceramente.
Alura siguió hablando, pero Zoe ya no la escuchaba. Selurian, muerto. El templo, asaltado. Sintió un ligero mareo mientras las preguntas se amontonaban en su cabeza.
-... cinco o seis cuerpos, no estoy segura. Quizás podrías pedirle al hermano del archivo una copia del informe de los Defensores que fueron a ver el templo, seguramente encuentras algo más de información de la que yo te puedo dar... ¿hermana, estás bien...?
-Yo... eh... necesito salir y... tomar el aire...
-Por supuesto. Lo comprendo. Hermana... -Alura se adelantó y cogió del brazo a Zoe- Lo siento sinceramente. No puedo hacerme una idea de tu pérdida, pero seguro que es terrible. Si quieres hablar...
-Gracias, de verdad, gracias... Tengo que salir y... avisar a unos... a unos compañeros. Después creo que iré directamente a Red Hook -se giró para irse, pero se detuvo a medio camino- Y... gracias por tu apoyo... Sira te guarde... -añadió, confusa aún por la noticia.
Alura realizó el saludo tradicional, si bien era consciente de que Zoe ya no miraba. Lamentaba la brusquedad inicial con la que le había dado la noticia, si bien ella misma había sido la primera sorprendida en encontrar a la joven clérigo de Red Hook en Vaast. "Suerte, amiga. Sira te guarde", musitó mientras la veía irse, visiblemente aturdida.
-...del viajero lejos del hogar -concluyó Zoe.
Sonrió. La cálida familiaridad que sentía cada vez que entraba en un templo de su diosa calaba más profundo que el frío del camino. Puso su mano izquierda extendida sobre su corazón mientras miraba a la hermana de la congregación de Vaast.
-Zoe, de la congregación de Red Hook.
-Alura, hermana residente... Perdona, ¿has... dicho Red Hook? -preguntó, mientras la sonrisa desaparecía de su cara para convertirse en una mueca de preocupación.
-Así es. Soy de un pequeño templo al norte de la ciudad. El clérigo dirigente es Selurian, mi mentor. Hace unos días que salí de viaje de meditación, y me gustaría mandarle un mensaje para hacerle saber que todo va bien.
-Comprendo... yo... eh... lamento informarte de esto, pero... hace unos pocos días la congregación de Red Hook informó de un ataque... en el templo norte...
-¿Qué...? ¿Cómo...? ¿Y Selurian... está...? -no se veía capaz de terminar la frase, demasiado abrumada por el peso de la noticia. Antes de que Alura respondiese con palabras, su rostro traicionó la respuesta.
-Falleció. Siento tu pérdida sinceramente.
Alura siguió hablando, pero Zoe ya no la escuchaba. Selurian, muerto. El templo, asaltado. Sintió un ligero mareo mientras las preguntas se amontonaban en su cabeza.
-... cinco o seis cuerpos, no estoy segura. Quizás podrías pedirle al hermano del archivo una copia del informe de los Defensores que fueron a ver el templo, seguramente encuentras algo más de información de la que yo te puedo dar... ¿hermana, estás bien...?
-Yo... eh... necesito salir y... tomar el aire...
-Por supuesto. Lo comprendo. Hermana... -Alura se adelantó y cogió del brazo a Zoe- Lo siento sinceramente. No puedo hacerme una idea de tu pérdida, pero seguro que es terrible. Si quieres hablar...
-Gracias, de verdad, gracias... Tengo que salir y... avisar a unos... a unos compañeros. Después creo que iré directamente a Red Hook -se giró para irse, pero se detuvo a medio camino- Y... gracias por tu apoyo... Sira te guarde... -añadió, confusa aún por la noticia.
Alura realizó el saludo tradicional, si bien era consciente de que Zoe ya no miraba. Lamentaba la brusquedad inicial con la que le había dado la noticia, si bien ella misma había sido la primera sorprendida en encontrar a la joven clérigo de Red Hook en Vaast. "Suerte, amiga. Sira te guarde", musitó mientras la veía irse, visiblemente aturdida.
martes, 19 de octubre de 2010
Radcliff
Al jefe le gusstará ssaberlo. Al jefe ssiempre le interessa todo. Cinco humanoss brillantess yendo a cassa de la condessa armadoss hassta loss dientess. Ssí, definitivamente le gusstará ssaberlo. Ssólo esspero que no tenga un día malo, ssí. El jefe ess muy cabrón cuando tiene un día malo. Ssi tengo ssuerte nos dejará ssubir a la ssuperficie y comer un poco. Hace tiempo que no comemoss carne humana y tenemoss hambre.
domingo, 10 de octubre de 2010
Amigas para siempre
Las baratijas que se amontonaban en los puestos de la plaza llamaban su atención. Le encantaban los mercados. Mercancías de todo tipo se mezclaban con los gritos de los vendedores en un ambiente en el que se respiraba vida.
-Zoe... -alguien susurró su nombre en su oído, sobresaltándola.
-¡Ah! -La joven sirviente de Sira se giró, para ver detrás de ella a Ivy, quien la observaba, ligeramente divertida.
-¿Siempre tienes que hacer eso? ¿No puedes avisar antes? Parece que te divi...
-Toma. -La ladrona le tendió la mano. En ella había una pulsera de cobre, sobriamente ornamentada, con una piedra verdosa en la parte superior.
-¿Qué...?
-Es en agradecimiento a tus atenciones del otro día. Cuando me encontraba mal y me ayudaste.
-Oh, yo... eh... vaya, ¡muchas gracias...!
Zoe cogió la pulsera. Durante unos segundos pareció quedarse en blanco, mirando fijamente el obsequio.
-Bueno, pues nada más, yo...
-Pero... -Zoe miró a Ivy. En sus ojos brillaba la alegría, mientras sonreía tanto como era capaz- pero... esto significa que... ¡que somos amigas!
-¿Eh...?
-¡Si! ¡Amigas! ¡Amigas para siempre!
-Eh, bueno, supongo que... -empezó a decir Ivy.
-¡Oh, es genial, es genial, y la pulsera es preciosa! ¡Muchas gracias! ¡Voy a enseñársela a Mornan! ¡Mornaaan! ¡Mornaaaan...!
-Eh... -Ivy se quedó mirando el lugar en el que segundos antes estaba Zoe. Ahora ésta se encontraba corriendo hacia Mornan, quien la miraba con su cara habitualmente seria, cargado de paciencia.
Sonrió, un tanto descolocada. Desde luego, no esperaba esta reacción. Por el rabillo del ojo captó un hombre bien vestido que hablaba con el vendedor de un puesto cercano. Murmurando para sus adentros "hola monedero, ¿que tienes para mi...?" se dispuso a fundirse con la gente de su alrededor.
-Zoe... -alguien susurró su nombre en su oído, sobresaltándola.
-¡Ah! -La joven sirviente de Sira se giró, para ver detrás de ella a Ivy, quien la observaba, ligeramente divertida.
-¿Siempre tienes que hacer eso? ¿No puedes avisar antes? Parece que te divi...
-Toma. -La ladrona le tendió la mano. En ella había una pulsera de cobre, sobriamente ornamentada, con una piedra verdosa en la parte superior.
-¿Qué...?
-Es en agradecimiento a tus atenciones del otro día. Cuando me encontraba mal y me ayudaste.
-Oh, yo... eh... vaya, ¡muchas gracias...!
Zoe cogió la pulsera. Durante unos segundos pareció quedarse en blanco, mirando fijamente el obsequio.
-Bueno, pues nada más, yo...
-Pero... -Zoe miró a Ivy. En sus ojos brillaba la alegría, mientras sonreía tanto como era capaz- pero... esto significa que... ¡que somos amigas!
-¿Eh...?
-¡Si! ¡Amigas! ¡Amigas para siempre!
-Eh, bueno, supongo que... -empezó a decir Ivy.
-¡Oh, es genial, es genial, y la pulsera es preciosa! ¡Muchas gracias! ¡Voy a enseñársela a Mornan! ¡Mornaaan! ¡Mornaaaan...!
-Eh... -Ivy se quedó mirando el lugar en el que segundos antes estaba Zoe. Ahora ésta se encontraba corriendo hacia Mornan, quien la miraba con su cara habitualmente seria, cargado de paciencia.
Sonrió, un tanto descolocada. Desde luego, no esperaba esta reacción. Por el rabillo del ojo captó un hombre bien vestido que hablaba con el vendedor de un puesto cercano. Murmurando para sus adentros "hola monedero, ¿que tienes para mi...?" se dispuso a fundirse con la gente de su alrededor.
domingo, 3 de octubre de 2010
El ejército III
(Extraído del manual de campaña de Bayes)
- Escudos.
Son los clérigos del ejército. Normalmente Renna es la deidad a la que invocan, pero otros cultos no están prohibidos. Los escudos deben también aprender alguna disciplina técnica, ya sea arquitectura, ingeniería u otras más arcanas como la confección de pociones a medida que avanzan en el escalafón de esta rama. Normalmente su equipo es uniforme y la única manera de saber el rango sin preguntar es contanto las piedras de lapislazuli que portan a modo de collar.
Los rangos son los siguientes:
- Escudos.
Son los clérigos del ejército. Normalmente Renna es la deidad a la que invocan, pero otros cultos no están prohibidos. Los escudos deben también aprender alguna disciplina técnica, ya sea arquitectura, ingeniería u otras más arcanas como la confección de pociones a medida que avanzan en el escalafón de esta rama. Normalmente su equipo es uniforme y la única manera de saber el rango sin preguntar es contanto las piedras de lapislazuli que portan a modo de collar.
Los rangos son los siguientes:
- Cadete: Son los clérigos en formación. Los escudos de Bayes reciben (por regla general) su adiestramiento en los mismos cuarteles que sus compañeros de las capas. Como consecuencia de esta política, todos los clérigos de Bayes tienen al menos un nivel de oficial (página 10 de manual de miniaturas). Oficial 1, Clérigo 1.
- Madera: Son los clérigos recién salidos de la instrucción. Normalmente son asignados a equipos de capas o cazadores como curanderos y tratados allí con condescendencia. Los miembros de este escalafón portan entre una y tres piedras en sus collares. Oficial 1-2, Clérigo 1-2.
- Bronce: Son los clérigos que ya se consideran formados. Forman pequeñas cuadrillas de cuatro unidades dirigidas por un escudo de plata asignadas a fuertes o distritos civiles. Es en este momento cuando los escudos han de aprender un oficio además de ayudar en la intendencia típica del lugar al que hayan sido asignados. Todos los pueblos de más de 500 habitantes y fuertes cuentan con al menos un batallón de escudos de bronce. Las partidas importantes de capas que marchan al frente también llevan por regla general tres o cuatro batallones de escudos de bronce con sus respectivos escudos de plata. Sus collares cuentan entre 4 y 6 lapislázulis. Oficial 1-2, Clérigo 3-5.
- Plata: Son los clérigos encargados de dirigir las cuadrillas de escudos de bronce. Los collares de los escudos de plata cuentan entre 6 y 9 piedras semipreciosas. Oficial 1-4, Clérigo 5-7.
- Oro: Los escudos de oro son los consejeros de Bayes. Para acceder a este rango, un escudo de plata debe volver al cuartel y mejorar sus habilidades como oficial (página 10 de manual de miniaturas) para luego superar una serie de duras pruebas en sus áreas de conocimiento. Un escudo de oro una vez ascendido será asignado como consejero de alguna de las capas negras que en ese momento se encuentre sin él. Además, existen otros dos escudos de oro que hacen de consejeros de Cyric Temple haciendo un total de 6 en todo Bayes en cualquier momento. Sus collares llevan siempre 10 gemas. Oficial 4-5, Clérigo 8-9.
- Mithril: El único escudo de mithril de Bayes es Reid Salander. Un hombre de mediana edad, buen amigo de Cyric Temple y hombre fuerte tras el líder del consejo. A él llegan los informes de todos los escudos de oro que suelen pedirle consejo siempre que tienen una decisión importante entre manos. Su collar lleva 12 cuentas. Oficial 8, Clérigo (de Renna) 8.
lunes, 27 de septiembre de 2010
El ejército II
(Extraído del manual de campaña de Bayes)
- Capas.
Forman el grueso del ejército. La mayor parte de los soldados de Bayes pertenecen a esta rama compuesta únicamente por guerreros. Sus funciones varían desde patrullar, a mantener el orden público, o como integrantes de servicios de escolta. Todos los soldados que pertenecen a las capas portan una que indica su rango dentro del ejército haciendo muy sencillo conocer con un golpe de vista quién está al mando.
Los rangos de esta rama son los siguientes:
- Capas.
Forman el grueso del ejército. La mayor parte de los soldados de Bayes pertenecen a esta rama compuesta únicamente por guerreros. Sus funciones varían desde patrullar, a mantener el orden público, o como integrantes de servicios de escolta. Todos los soldados que pertenecen a las capas portan una que indica su rango dentro del ejército haciendo muy sencillo conocer con un golpe de vista quién está al mando.
Los rangos de esta rama son los siguientes:
- Cadete: Son los soldados en formación. Normalmente sólo puedes encontrar cadetes en las fortalezas de instrucción. Cada una de las ciudades de Bayes dispone de al menos uno de estos edificios. Durante la formación los cadetes no llevan capas. Guerrero 1-2.
- Capa blanca: Son los soldados recientemente formados. Normalmente se encargan de las tareas más pesadas. El color de la capa hace que contínuamente deban estar limpiándola para no recibir una reprimenda de sus superiores. Guerrero 1-3.
- Capa azul: Son los soldados curtidos en más de dos o tres batallas. Los capas blancas siempre deben obedecer las órdenes de un capa azul, si bien dependiendo del trabajo pueden tener o no un grupo de capas blancas asignados. Guerrero 2-5.
- Capa verde: También llamados capitanes. Normalmente tienen a su mando a un grupo variable de capas blancas/azules. Guerrero 4-8.
- Capa marrón: También llamados coroneles. Se encargan de llevar a cabo la mayor parte de la tareas de relevancia. Casi todos los más importantes líderes políticos de Bayes llevan capas marrones de escolta. Guerrero 7-10.
- Capa negra: También llamados generales. Son los encargados de decidir la estrategia de todo el ejército a gran escala. Hay cuatro capas negras en todo momento en Bayes. Si alguno de ellos muere, pronto es sustituído por un capa marrón decidido por Cyric Temple. Guerrero 8-15.
domingo, 26 de septiembre de 2010
El ejército I
(Extraído del manual de campaña de Bayes)
El ejército de Bayes se divide en tres ramas principales: cazadores, capas y escudos.
- Cazadores.
Son los exploradores del ejército y los que llevan el peso de la estrategia e inteligencia de la guerra contra los elfos. Normalmente los cazadores se consideran a sí mismos (y la mayor parte de la población lo hace también) como el cuerpo de élite del ejército, lo que hace que las rencillas entre estos y las demás ramas sean frecuentes.
Los rangos de esta rama son los siguientes:
El ejército de Bayes se divide en tres ramas principales: cazadores, capas y escudos.
- Cazadores.
Son los exploradores del ejército y los que llevan el peso de la estrategia e inteligencia de la guerra contra los elfos. Normalmente los cazadores se consideran a sí mismos (y la mayor parte de la población lo hace también) como el cuerpo de élite del ejército, lo que hace que las rencillas entre estos y las demás ramas sean frecuentes.
Los rangos de esta rama son los siguientes:
- Cadete: Cazadores empezando a prepararse. Explorador 0-1.
- Novato: Cazadores que han acabado la instrucción pero siguen siendo novatos. Explorador 1-3.
- Cazador: El grueso de los cazadores están aquí. Estos miembros han sobrevivido a unas cuantas batallas. Explorador 2-5
- Capitán cazador: Cuando un cazador ha mostrado su valía durante bastante tiempo. Es nombrado capitán y puesto al mando de un grupo de 4 cazadores más inexpertos. Hay unos 120 capitanes cazadores en el ejército. Explorador 5-9.
- Maestro cazador: Una vez al año se lleva a cabo una selección de capitanes entre los más experimentados para sustituir a los maestros cazadores caídos o retirados. Siempre hay un máximo de 10 maestros cazadores, cada uno de los cuales coordina las operaciones de 10 capitanes y sus equipos, normalmente participando él mismo en alguna de las misiones. Explorador 8-12.
- Líder de caza: Elegidos a dedo por Cyric Temple. Existen en todo momento dos líderes de caza que se encargan de coordinar todas las operaciones mayores de los cazadores así como interactuar con sus homólogos de las capas y los escudos. Explorador 10-15.
martes, 27 de julio de 2010
Un nuevo comienzo
¡Tierra!
Abrió los ojos y se incorporó del incómodo jergón. Su mano rozó la empuñadura del estoque sintiéndose mucho más tranquila. La habitación se balanceaba con el rítmico movimiento de las olas. Arriba, en cubierta, el paso apresurado de algunos hombres provocaba crujidos en la madera del techo. Se notaba actividad.
Bajó del camastro enfundándose sus botas de piel. Estoque al cinto y pañuelo cubriendo el largo y sucio cabello. Retocar con maquillaje la cicatriz de la cara le llevó un par de minutos y toda la destreza que era capaz. Se puso las hombreras y musleras. Se apretó el corpiño. La delicada muchacha que había abierto los ojos hacía un rato se había convertido en un fornido marinero.
Quitó el candado y abrió la puerta de un empellón. La escalera que subía a cubierta se encontraba a escasos metros de distancia. Al llegar arriba, vio que la pequeña galera estaba fondeando en una bonita bahía con playa. Estaba nublado pero la visibilidad era buena. A cien metros, en la costa, podía ver un poblado compuesto por un pequeño grupo de cabañas de madera. Había gente esperando allí y eso a ella no le convenía. Se acercó al capitán y le saludó con un gesto.
- Capitán, bajaré de los primeros si no hay problema.
- Como quieras. El que paga manda.
Asintió. Cinco minutos más tarde, un pequeño bote cargado hasta los topes con paquetes y dos marineros, llegaba a la playa. Un rato después, Alana se perdía en la campiña camino a Red Hook y una nueva vida.
Abrió los ojos y se incorporó del incómodo jergón. Su mano rozó la empuñadura del estoque sintiéndose mucho más tranquila. La habitación se balanceaba con el rítmico movimiento de las olas. Arriba, en cubierta, el paso apresurado de algunos hombres provocaba crujidos en la madera del techo. Se notaba actividad.
Bajó del camastro enfundándose sus botas de piel. Estoque al cinto y pañuelo cubriendo el largo y sucio cabello. Retocar con maquillaje la cicatriz de la cara le llevó un par de minutos y toda la destreza que era capaz. Se puso las hombreras y musleras. Se apretó el corpiño. La delicada muchacha que había abierto los ojos hacía un rato se había convertido en un fornido marinero.
Quitó el candado y abrió la puerta de un empellón. La escalera que subía a cubierta se encontraba a escasos metros de distancia. Al llegar arriba, vio que la pequeña galera estaba fondeando en una bonita bahía con playa. Estaba nublado pero la visibilidad era buena. A cien metros, en la costa, podía ver un poblado compuesto por un pequeño grupo de cabañas de madera. Había gente esperando allí y eso a ella no le convenía. Se acercó al capitán y le saludó con un gesto.
- Capitán, bajaré de los primeros si no hay problema.
- Como quieras. El que paga manda.
Asintió. Cinco minutos más tarde, un pequeño bote cargado hasta los topes con paquetes y dos marineros, llegaba a la playa. Un rato después, Alana se perdía en la campiña camino a Red Hook y una nueva vida.
martes, 20 de julio de 2010
La importancia del trasfondo
Comparemos las siguientes escenas:
1)
El chaval de 17 años, pelo negro azabache mal vestido y algo enclenque, entraba en el fuerte dispuesto a recibir el entrenamiento que le permitiese convertirse en un héroe.
2)
Zack, hijo no reconocido de una campesina y algún noble menor cuyo nombre él nunca quiso saber, entró en el cuartel con los ojos como platos. Nunca antes en sus 17 años de granjero había visto una edificación de semejante tamaño. Su madre, ahora unida a otro hombre, tuvo que mandarlo al cuartel cuando las cosas dejaron de ir bien en la granja. Un grupo de criaturas no identificadas habían acabado durante el año pasado con todos sus animales sumiendo a su familia en la pobreza. Zack prometió investigar el asunto en cuanto se sintiese suficientemente fuerte.
Así que el joven Zack, con la cabeza alta y sus zapatos remendados mil veces, entraba en el fuerte esa soleada mañana dispuesto a cambiar el mundo.
Supongo que todos intuís que el trasfondo de los personajes ayuda al desarrollo de una partida. Saber cosas del pasado de uno mismo dota de fuerza, carácter y realismo al alter ego que llevas. En el ejemplo anterior, en ambos párrafos tenemos la misma información transformable a números. A saber: un muchacho humilde empezará en breve la instrucción militar. Ambos párrafos otorgan la misma información a la hora de hacerse la ficha, el segundo simplemente está adornado con motivaciones y trasfondo.
¿Por qué es útil saber que el chaval es hijo de una campesina? Bien, probablemente no sirva para gran cosa durante la primera sesión. Pero por el contenido del mismo intuimos que su madre quiere a su hijo y que en caso de necesitar un lugar donde esconderse, su granja o alrededores pueden ser muy útiles. Sabemos también que el chaval tiene algo de sangre noble en las venas, esto podría ser una ventaja si el padre muriese sin dejar herederos, o bien podría ser un inconveniente si el padre decidiese que tiene que matar a todos los bastardos que ha ido dejando repartidos por el reino.
No quiero enrollarme mucho, porque cuanto más largo sea el texto menos posibilidades hay de que alguien lo lea. Lo que quiero decir, resumiendo, es que en escribir las líneas de trasfondo que habéis leído antes he tardado cinco minutos. Y creo, sinceramente, que las ventajas de hacerlo para tener una mejor experiencia de juego merecen mil veces la pena.
1)
El chaval de 17 años, pelo negro azabache mal vestido y algo enclenque, entraba en el fuerte dispuesto a recibir el entrenamiento que le permitiese convertirse en un héroe.
2)
Zack, hijo no reconocido de una campesina y algún noble menor cuyo nombre él nunca quiso saber, entró en el cuartel con los ojos como platos. Nunca antes en sus 17 años de granjero había visto una edificación de semejante tamaño. Su madre, ahora unida a otro hombre, tuvo que mandarlo al cuartel cuando las cosas dejaron de ir bien en la granja. Un grupo de criaturas no identificadas habían acabado durante el año pasado con todos sus animales sumiendo a su familia en la pobreza. Zack prometió investigar el asunto en cuanto se sintiese suficientemente fuerte.
Así que el joven Zack, con la cabeza alta y sus zapatos remendados mil veces, entraba en el fuerte esa soleada mañana dispuesto a cambiar el mundo.
****
Supongo que todos intuís que el trasfondo de los personajes ayuda al desarrollo de una partida. Saber cosas del pasado de uno mismo dota de fuerza, carácter y realismo al alter ego que llevas. En el ejemplo anterior, en ambos párrafos tenemos la misma información transformable a números. A saber: un muchacho humilde empezará en breve la instrucción militar. Ambos párrafos otorgan la misma información a la hora de hacerse la ficha, el segundo simplemente está adornado con motivaciones y trasfondo.
¿Por qué es útil saber que el chaval es hijo de una campesina? Bien, probablemente no sirva para gran cosa durante la primera sesión. Pero por el contenido del mismo intuimos que su madre quiere a su hijo y que en caso de necesitar un lugar donde esconderse, su granja o alrededores pueden ser muy útiles. Sabemos también que el chaval tiene algo de sangre noble en las venas, esto podría ser una ventaja si el padre muriese sin dejar herederos, o bien podría ser un inconveniente si el padre decidiese que tiene que matar a todos los bastardos que ha ido dejando repartidos por el reino.
No quiero enrollarme mucho, porque cuanto más largo sea el texto menos posibilidades hay de que alguien lo lea. Lo que quiero decir, resumiendo, es que en escribir las líneas de trasfondo que habéis leído antes he tardado cinco minutos. Y creo, sinceramente, que las ventajas de hacerlo para tener una mejor experiencia de juego merecen mil veces la pena.
domingo, 27 de junio de 2010
Los asuntos de Bayes no me interesan
El grupo de intrusos salió de las ruinas en formación. Haber llegado allí indicaba que no eran novatos, pero sus movimientos lentos y poco coordinados tampoco inspiraban admiración. Además, no habían entrado en el cubil y éste no era de los más complicados de violar. El líder habló con ellos entonces con su voz profunda que pocas veces era utilizada.
Fue una conversación corta en la que, como siempre que ocurría algo parecido, la información sólo fluía en una dirección. El líder sabía cómo manejar esas situaciones bien y él debía estar atento para aprender. Algún día sería él el líder y debía prepararse lo mejor posible para ese momento.
A los pocos minutos, los extraños se fueron por donde habían venido sin ofrecer resistencia. Sin duda otros les seguirían sólo para dar paso a los siguientes y así perpetuarse en un ciclo infinito que venía repitiéndose centenares de años.
Daba lo mismo: la Orden estaría siempre preparada.
Fue una conversación corta en la que, como siempre que ocurría algo parecido, la información sólo fluía en una dirección. El líder sabía cómo manejar esas situaciones bien y él debía estar atento para aprender. Algún día sería él el líder y debía prepararse lo mejor posible para ese momento.
A los pocos minutos, los extraños se fueron por donde habían venido sin ofrecer resistencia. Sin duda otros les seguirían sólo para dar paso a los siguientes y así perpetuarse en un ciclo infinito que venía repitiéndose centenares de años.
Daba lo mismo: la Orden estaría siempre preparada.
sábado, 19 de junio de 2010
Sueños pasados por barro
La balsa empezó a levantarse por un extremo peligrosamente, amenazando con tirarla al agua si continuaba así. Intentó agarrarse a algo pero no había nada en aquella maldita tabla lisa que pudiera usar. Se tiró al suelo mientras esperaba que eso bastara para impedir que cayera, pero la balsa seguía inclinándose. Algo pequeño le golpeó el cuerpo y despertó.
Súbitamente, mientras los últimos jirones de sueño se escondían, recordó donde y con quien estaba, en aquel asqueroso pantano, con los compañeros de Sam. Tardó un poco más, no obstante, en percatarse de que realmente se estaba cayendo de la roca en la que estaba durmiendo hasta hace unos instantes. Una voz le dijo que agarrara su mano y ella, instintivamente, extendió los brazos desesperada en su dirección, consiguiendo encontrarla y agarrándose a ella como si no hubiera otra cosa en el mundo. Al poco, sin embargo, el apoyo de aquella mano también cedió y terminaron por caer ambos, en lo que le parecieron unos segundos muy largos, al fangoso suelo.
Completamente despejada, vio a Ivy levantándose de encima de ella y murmurando una disculpa:
-Vaya, siento haber caído encima de ti... euh, que desgraciada casualidad, pero oye, al menos estamos bien, ¿eh? jeje...
-¿Casualidad...? Tengo la sensación de que mientras caíamos te ponías de forma que...
-¡Zoe, Ivy! ¿Estáis bien? -preguntó Margaery, apareciendo en mitad de la noche.
-Si, si, estamos bien, después de todo tampoco ha sido tanta altura... ¿qué ha pasado? -preguntó Zoe mientras buscaba su mochila.
-Por lo visto habíamos formado nuestro pequeño campamento sobre la espalda de algún tipo de ser, quien ha tenido a bien levantarse en mitad de la noche. Bueno, al menos no nos ha visto, o no le hemos importado lo suficiente como para mirarnos... Recoged las cosas, deberíamos buscar una nueva localización para pasar la noche.
Mojada, con la túnica embarrada, habiendo dormido poco y algo magullada, casi tenía ganas de llorar. ¿Qué fue lo que vio Sami para irse del templo y dedicarse a esto? Bueno, sabía cual había sido su primer impulso, pero ¿qué la hizo seguir adelante una y otra vez? Recordó que en una ocasión en que les envió un mensaje, les decía que tenía la sensación de que no era tanto su voluntad la que guiaba sus pasos, sino que el destino les ponía pruebas en las que, por algún motivo, tenían que estar a la altura. Le extrañó en su momento, y le seguía extrañando ahora. Desde luego, ella no veía ningún tipo de destino en aquella estúpida ciénaga.
De pronto notó que se había partido un par de uñas en algún momento del episodio de la caída. Genial, simplemente genial. Mojada, con la túnica embarrada, con sueño, magullada y además con las uñas rotas. Estúpida ciénaga, ¿que podría ir peor ya?
Un ruido procedente de su espalda la alarmó. Vio a Ivy corriendo hacia ellos (¿En que momento se había ido? Aquella chica tenía la perturbadora costumbre de andar siempre desapareciendo) mientras gritaba algo.
-¡... corred! El ruido aquel que oíamos... Era un bicho de los que... ¡Corred!
Súbitamente, mientras los últimos jirones de sueño se escondían, recordó donde y con quien estaba, en aquel asqueroso pantano, con los compañeros de Sam. Tardó un poco más, no obstante, en percatarse de que realmente se estaba cayendo de la roca en la que estaba durmiendo hasta hace unos instantes. Una voz le dijo que agarrara su mano y ella, instintivamente, extendió los brazos desesperada en su dirección, consiguiendo encontrarla y agarrándose a ella como si no hubiera otra cosa en el mundo. Al poco, sin embargo, el apoyo de aquella mano también cedió y terminaron por caer ambos, en lo que le parecieron unos segundos muy largos, al fangoso suelo.
Completamente despejada, vio a Ivy levantándose de encima de ella y murmurando una disculpa:
-Vaya, siento haber caído encima de ti... euh, que desgraciada casualidad, pero oye, al menos estamos bien, ¿eh? jeje...
-¿Casualidad...? Tengo la sensación de que mientras caíamos te ponías de forma que...
-¡Zoe, Ivy! ¿Estáis bien? -preguntó Margaery, apareciendo en mitad de la noche.
-Si, si, estamos bien, después de todo tampoco ha sido tanta altura... ¿qué ha pasado? -preguntó Zoe mientras buscaba su mochila.
-Por lo visto habíamos formado nuestro pequeño campamento sobre la espalda de algún tipo de ser, quien ha tenido a bien levantarse en mitad de la noche. Bueno, al menos no nos ha visto, o no le hemos importado lo suficiente como para mirarnos... Recoged las cosas, deberíamos buscar una nueva localización para pasar la noche.
Mojada, con la túnica embarrada, habiendo dormido poco y algo magullada, casi tenía ganas de llorar. ¿Qué fue lo que vio Sami para irse del templo y dedicarse a esto? Bueno, sabía cual había sido su primer impulso, pero ¿qué la hizo seguir adelante una y otra vez? Recordó que en una ocasión en que les envió un mensaje, les decía que tenía la sensación de que no era tanto su voluntad la que guiaba sus pasos, sino que el destino les ponía pruebas en las que, por algún motivo, tenían que estar a la altura. Le extrañó en su momento, y le seguía extrañando ahora. Desde luego, ella no veía ningún tipo de destino en aquella estúpida ciénaga.
De pronto notó que se había partido un par de uñas en algún momento del episodio de la caída. Genial, simplemente genial. Mojada, con la túnica embarrada, con sueño, magullada y además con las uñas rotas. Estúpida ciénaga, ¿que podría ir peor ya?
Un ruido procedente de su espalda la alarmó. Vio a Ivy corriendo hacia ellos (¿En que momento se había ido? Aquella chica tenía la perturbadora costumbre de andar siempre desapareciendo) mientras gritaba algo.
-¡... corred! El ruido aquel que oíamos... Era un bicho de los que... ¡Corred!
martes, 15 de junio de 2010
Rencillas y tensiones
- Creo que es por todos conocido que mi hijo, el príncipe Regnus Levin, fue atacado por un grupo de mercenarios contratado por Lord Whipple hace dos noches. La infamia...
- Recuerdo a todo el mundo que nadie sabe quién contrató a ese grupo de mercenarios. Si es que alguien lo hizo.
- Oh, por Renna. ¡Daemetrius! ¡Cínico embustero! ¿Cómo explicas entonces que al día siguiente, de buena mañana, el Whipple se sentase en su trono en Red Hook? ¿Es adivino acaso?
Cyric Temple golpeó el suelo con su pesado bastón metálico, haciendo que todo el mundo se volviese hacia él.
- Por favor Lady Levin. - Su voz era ronca, su tono cansado - Intentemos no descalificar a nadie. La situación es tensa, pero mostrémonos como los dirigentes de esta nación que somos.
- Lo siento señor. No volverá a pasar.
- Bien, prosigue.
- Como iba diciendo, la infamia de esta actuación sólo puede ser castigada con la horca o el destierro de Lord Whipple y su familia. ¿Acaso es necesario que os recuerde todas las vilezas que han cometido en los últimos meses? La traición del capitán Renly Whipple, el secuestro de Lady Javea por parte de la hija menor o el hecho de que Aaron Whipple es uno de los cabecillas de la revuelta de Zet. El mal reside en el seno de esa familia ¡y es nuestro deber como dirigentes extirparlo!
- Jonas Whipple vio como su ciudad era atacada por una horda de orcos que tú habías contratado.
- El ejército orco fue contratado por el consejo, no por mi.
- Sobre el papel, pero todos los aquí presentes sabemos que tú lo impulsaste.
- Fue lo único que pude contratar por el dinero que me disteis. Además, ¿qué mas da orcos o humanos? Fue Jonas el que no se quiso entregar para su juicio en Crow. Los orcos sólo cumplieron las órdenes que le dimos. Que le dimos todos.
- Algunos más que otros... - murmuró Daemetrius.
- ¿Qué?
Los golpes del bastón de Cyric Temple atrajeron hacia sí las miradas de todos los presentes.
- Estoy harto. Harto de vuestras disputas en un momento como éste. Echo ha sido devastado por Negel, Red Hook ha sufrido cuantiosas pérdidas y Zet vive en estado de sitio desde hace dos semanas... Pensad en eso. Mañana a las 12.00 nos reuniremos de nuevo, no toleraré de nuevo amenazas e insultos. Haced los deberes en privado y venid con la cabeza templada. La sesión se suspende.
- Recuerdo a todo el mundo que nadie sabe quién contrató a ese grupo de mercenarios. Si es que alguien lo hizo.
- Oh, por Renna. ¡Daemetrius! ¡Cínico embustero! ¿Cómo explicas entonces que al día siguiente, de buena mañana, el Whipple se sentase en su trono en Red Hook? ¿Es adivino acaso?
Cyric Temple golpeó el suelo con su pesado bastón metálico, haciendo que todo el mundo se volviese hacia él.
- Por favor Lady Levin. - Su voz era ronca, su tono cansado - Intentemos no descalificar a nadie. La situación es tensa, pero mostrémonos como los dirigentes de esta nación que somos.
- Lo siento señor. No volverá a pasar.
- Bien, prosigue.
- Como iba diciendo, la infamia de esta actuación sólo puede ser castigada con la horca o el destierro de Lord Whipple y su familia. ¿Acaso es necesario que os recuerde todas las vilezas que han cometido en los últimos meses? La traición del capitán Renly Whipple, el secuestro de Lady Javea por parte de la hija menor o el hecho de que Aaron Whipple es uno de los cabecillas de la revuelta de Zet. El mal reside en el seno de esa familia ¡y es nuestro deber como dirigentes extirparlo!
- Jonas Whipple vio como su ciudad era atacada por una horda de orcos que tú habías contratado.
- El ejército orco fue contratado por el consejo, no por mi.
- Sobre el papel, pero todos los aquí presentes sabemos que tú lo impulsaste.
- Fue lo único que pude contratar por el dinero que me disteis. Además, ¿qué mas da orcos o humanos? Fue Jonas el que no se quiso entregar para su juicio en Crow. Los orcos sólo cumplieron las órdenes que le dimos. Que le dimos todos.
- Algunos más que otros... - murmuró Daemetrius.
- ¿Qué?
Los golpes del bastón de Cyric Temple atrajeron hacia sí las miradas de todos los presentes.
- Estoy harto. Harto de vuestras disputas en un momento como éste. Echo ha sido devastado por Negel, Red Hook ha sufrido cuantiosas pérdidas y Zet vive en estado de sitio desde hace dos semanas... Pensad en eso. Mañana a las 12.00 nos reuniremos de nuevo, no toleraré de nuevo amenazas e insultos. Haced los deberes en privado y venid con la cabeza templada. La sesión se suspende.
martes, 8 de junio de 2010
Paseando por la muralla
Allí en lo alto se estaba bastante bien. Por supuesto las guardias nocturnas eran un asco, pero de momento la temperatura era agradable; lo duro sería en invierno, cuando la brisa y la perenne lluvia hiciesen de esos paseos cualquier cosa menos un placer. Además, su compañero le caía bien, quizá hablaba demasiado y no parecía muy lúcido pero la compañía se agradecía.
- Oye Jhaled, ¿qué te impulsó a meterte en el ejército? Quiero decir... para mi es obligatorio porque soy de aquí pero tú eres extranjero.
Tardó unos segundos en responder. Jhaled parecía especialmente ausente esa noche.
- Fama y fortuna Jack, fama y fortuna.
Jack meneó la cabeza sin comprender muy bien.
- ¿Qué? ¿a ti te pagan algo?
- Bueno... me refiero a la fortuna del espíritu, claro. - Jhaled rió nervioso - Evidentemente no nos vamos a hacer de oro - Más risas nerviosas.
- Eres un tipo raro.
- Pero eso incrementa mi encanto.
- ¿Lo hace? No me había dado cuenta.
De pronto, un resplandor de luz hizo que Jack se girase nervioso. Jhaled miraba al frente sin pestañear.
- ¿Qué ha sido eso?
- ¿El qué?
- La luz. No me digas que no la has visto.
- Jack, estás muy raro esta noche.
- ¿Que yo estoy raro? ¡Pero si habrán visto el destello en Crow! Vamos a hablar con el sargento que desde lo de la noche pasada está bastante molesto con nosotros.
- ¡Espera! ¿Qué es aquello de allí?
Jack miró a donde le indicaba Jhaled. De pronto un mareo intenso le sobrevino y cuando se quiso dar cuenta su compañero de patrulla se lanzaba contra él. Del puro mareo se desplomó lo que hizo que Jhaled se tropezase y se cayese encima.
- ¿Qué demonios haces? - Preguntó Jack perplejo.
- Vi que te desplomabas e intenté ayudarte.
- ¿Quieres quitarte de encima, joder? - Jhaled reaccionó incorporándose rápidamente. - Sólo espero que nadie nos haya visto. Joder, lo que me faltaba, que aún encima se pensasen que somos pareja.
Jhaled enrojeció hasta límites insospechados. Aunque nadie podía verlo dada la oscuridad de la noche.
- Será mejor que bajemos a hablar con el sargento. - Continuó Jack - Están pasando cosas muy raras.
- Sí, será mejor...
- Oye Jhaled, ¿qué te impulsó a meterte en el ejército? Quiero decir... para mi es obligatorio porque soy de aquí pero tú eres extranjero.
Tardó unos segundos en responder. Jhaled parecía especialmente ausente esa noche.
- Fama y fortuna Jack, fama y fortuna.
Jack meneó la cabeza sin comprender muy bien.
- ¿Qué? ¿a ti te pagan algo?
- Bueno... me refiero a la fortuna del espíritu, claro. - Jhaled rió nervioso - Evidentemente no nos vamos a hacer de oro - Más risas nerviosas.
- Eres un tipo raro.
- Pero eso incrementa mi encanto.
- ¿Lo hace? No me había dado cuenta.
De pronto, un resplandor de luz hizo que Jack se girase nervioso. Jhaled miraba al frente sin pestañear.
- ¿Qué ha sido eso?
- ¿El qué?
- La luz. No me digas que no la has visto.
- Jack, estás muy raro esta noche.
- ¿Que yo estoy raro? ¡Pero si habrán visto el destello en Crow! Vamos a hablar con el sargento que desde lo de la noche pasada está bastante molesto con nosotros.
- ¡Espera! ¿Qué es aquello de allí?
Jack miró a donde le indicaba Jhaled. De pronto un mareo intenso le sobrevino y cuando se quiso dar cuenta su compañero de patrulla se lanzaba contra él. Del puro mareo se desplomó lo que hizo que Jhaled se tropezase y se cayese encima.
- ¿Qué demonios haces? - Preguntó Jack perplejo.
- Vi que te desplomabas e intenté ayudarte.
- ¿Quieres quitarte de encima, joder? - Jhaled reaccionó incorporándose rápidamente. - Sólo espero que nadie nos haya visto. Joder, lo que me faltaba, que aún encima se pensasen que somos pareja.
Jhaled enrojeció hasta límites insospechados. Aunque nadie podía verlo dada la oscuridad de la noche.
- Será mejor que bajemos a hablar con el sargento. - Continuó Jack - Están pasando cosas muy raras.
- Sí, será mejor...
miércoles, 2 de junio de 2010
Una conversación mañanera...
DM: jajjajaja
si no te gusta tu personaje, no habértelo hecho así
Chulk: yo no lo hice así
andrés lo han convertido en un delicuente convicto
un torturador
un pesetero y un ligón
exceptuando lo último, es como un calco de mis otros personajes, solo que ahora no tiene las cualidades para ser ninguna de esas cosas
quería que fuese el tipo que hablase y convenciese, no el que agarrase un madero en un barco y lo enarbolara en dirección a un capitán cabrón !
DM: siempre puedes devolverlo al redil
Chulk: que redil! que no es un cerdo, te repito que pretendo separarlo de los otros personajes!
si no te gusta tu personaje, no habértelo hecho así
Chulk: yo no lo hice así
andrés lo han convertido en un delicuente convicto
un torturador
un pesetero y un ligón
exceptuando lo último, es como un calco de mis otros personajes, solo que ahora no tiene las cualidades para ser ninguna de esas cosas
quería que fuese el tipo que hablase y convenciese, no el que agarrase un madero en un barco y lo enarbolara en dirección a un capitán cabrón !
DM: siempre puedes devolverlo al redil
Chulk: que redil! que no es un cerdo, te repito que pretendo separarlo de los otros personajes!
sábado, 1 de mayo de 2010
Pequeñas cosas
Tres personas más entraron en el claro. Era fácil distinguir a dos de ellas como guerreras del ejército de Bayes, y veteranas, a juzgar por la mirada tranquila con la que les evaluaban. La tercera, sin embargo, no acababa de encajar con sus compañeras. Su mirada, abstraída, revelaba un profundo desinterés hacia ellos. Bueno, al menos no parecían peligrosas. Le daba la sensación de llevar colgado un garrote de gigante en vez de una maza, y sentía que se desmayaría del cansancio si tenía que levantarla una vez más en el día de hoy. Si de ella dependiera, se podrían haber quedado a dormir durante una semana en la cueva de los enanos... Algo se removió incómodo en su mente, algo que no recordaba...
-... y esta es Ivy, he pensado que os puede ayudar en vuestra misión -Nina Doorway había empezado a hablar en algún momento, y estaba presentado a sus acompañantes.
-Encantada de conoceros -dijo la última compañera de Nina en entrar al claro, dando un paso al frente.
Una nueva compañera. Desde luego, siempre era mejor una nueva compañera que una nueva enemiga. En fin, un poco de ayuda siempre sería bien recibida. La observó atentamente. Desde luego, la impresión que le había dado al principio de ser distinta de sus compañeras no era fortuita. Físicamente, era de menor estatura que ellas y, desde luego, menos corpulenta. Su pelo, una larga melena de color castaño oscuro, le caía como una cascada sobre sus hombros, resaltando unos ojos verdes que parecían estar pensando en otras cosas, en otro sitio.
Una nueva compañera, bien. En cualquier caso, tenía hambre. Y quería descansar. Muchas emociones en poco tiempo. O no, no lo sabía. Tampoco le importaba. La verdad, ahora mismo sentía más interés en la olla que Nina había dejado desatendida unas pasos más allá.
-... y esta es Ivy, he pensado que os puede ayudar en vuestra misión -Nina Doorway había empezado a hablar en algún momento, y estaba presentado a sus acompañantes.
-Encantada de conoceros -dijo la última compañera de Nina en entrar al claro, dando un paso al frente.
Una nueva compañera. Desde luego, siempre era mejor una nueva compañera que una nueva enemiga. En fin, un poco de ayuda siempre sería bien recibida. La observó atentamente. Desde luego, la impresión que le había dado al principio de ser distinta de sus compañeras no era fortuita. Físicamente, era de menor estatura que ellas y, desde luego, menos corpulenta. Su pelo, una larga melena de color castaño oscuro, le caía como una cascada sobre sus hombros, resaltando unos ojos verdes que parecían estar pensando en otras cosas, en otro sitio.
Una nueva compañera, bien. En cualquier caso, tenía hambre. Y quería descansar. Muchas emociones en poco tiempo. O no, no lo sabía. Tampoco le importaba. La verdad, ahora mismo sentía más interés en la olla que Nina había dejado desatendida unas pasos más allá.
jueves, 22 de abril de 2010
¿Ya llevamos unas pocas eh?
Ayer, echando cuentas, caí en que lleváis 80 días de juego. No todos habéis sobrevivido los 80 días, claro. Por el camino han caído tres personajes: los huesos de Pitt, Brog y Jank abonan algún rincón de Bayes. Eran personajes más o menos interesantes... bueno, para ser justos, Brog no era interesante en absoluto, pero eso es culpa de su poseedor o de no haber tenido tiempo para desarrollarlo, quién sabe.
El caso es que durante estos tres meses y 23 partidas habéis pasado de ser unos pringaos a ser unos pringaos de renombre. Y si escribo esto no es para nada más que felicitaros; a los que habéis sobrevivido por el mero hecho de haberlo conseguido. Y a los que han perdido a alguien pero siguen al pie del cañón, porque ha sido genial contar con vosotros y saber que sigo contando.
Gracias gentuza y mucha suerte para la siguientes partidas.
El caso es que durante estos tres meses y 23 partidas habéis pasado de ser unos pringaos a ser unos pringaos de renombre. Y si escribo esto no es para nada más que felicitaros; a los que habéis sobrevivido por el mero hecho de haberlo conseguido. Y a los que han perdido a alguien pero siguen al pie del cañón, porque ha sido genial contar con vosotros y saber que sigo contando.
Gracias gentuza y mucha suerte para la siguientes partidas.
miércoles, 14 de abril de 2010
El gran héroe
El cuerpo inerte de Samlara estaba siendo arrastrado hacia las profundidas de la oscuridad por una criatura monstruosa.
- "Si es cierto que algún tipo de Dios ha creado esa abominación, debía estar borracho cuando lo hizo" - pensó Wurden.
Unas fauces repulsivas asomaban de su ¿cabeza? y el resto del cuerpo tubular no ayudaba a mantener la última ración de gulp en el estómago.
La reacción no se hizo esperar:
- ¡A por él! - gritó el monje.
Otros gritos de guerra se le unieron y saltaron todos a por el animal. El primer puñetazo le hizo soltar a su querida clériga. Una fugaz victoria.
Uno, dos, tres flechazos, patadas, y mandobles confluyeron en el cuerpo del animal, que resistía tenázmente gracias a una fuerte coraza natural que le potregía sus pútridas entrañas.
Y entonces contraatacó, y uno a uno, fueron cayendo.
Primero Mornan, que se había incorporado al combate sin tiempo de colocarse su armadura, y que se desplomó inconsciente. Luego Wurden, que recibió un bocado de las impías mandíbulas del animal, y que quedó prácticamente incapacitado en el suelo. Y por último Gery, que, fuerte como siempre, resistió hasta que la alimaña aquella centro toda su atención en ella, dejándola desangrándose entre los cascotes.
Pero allí estaba él, Yank, armado con su arco, probado casi inútil contra las protecciones del ente que combatían denodadamente.
Wurden cruzó su mirada con la del explorador, y lo vio en sus profundos ojos. Había tomado una resolución, y no había nada que se pudiese hacer. El monje tuvo el privilegio de seguir consciente mientras se desarrollaba ante su impotente mirada la escena más heróica de las que seguramente jamás vio, y de las que nunca vería.
Las gráciles manos del montaraz dejaron que su fiel arco resbalase entre sus dedos, casi a cámara lenta, mientras una de ellas se deslizaba por su cinto en dirección a su espada. La aferró, con la fuerza con la que solo un ser cuya memoria será inmortal puede hacerlo, y la desenvainó a medida que saltaba entre los cuerpos maltrechos de sus compañeros de fatigas, en línea recta hacía el causante de parte, y chivo expiatorio de todo el mal que había caído sobre ellos.
Su brazo enarboló el arma y la descargó sobre la testa de su enemigo, mientras éste cerraba sus serradas pinzas en torno al torso de bien formado guardabosques, y así, fundidos en un abrazo mortal, Yank dió su vida por la de sus compañeros.
Wurden se limpió las lágrimas y miró a sus compañeros, heridos, vendados y remendados, tendidos en charcos de su propia sangre, que aún se preguntaban donde estaba el que faltaba entre ellos.
- Lo siguiente que recuerdo es que ví un reflejo en el suelo. Era mi ballesta, cargada - sorbió e intentó recobrar la compostura -. Apunté al animal que se llevaba a Yank y disparé.
Hizo un gesto con la cabeza en dirección a la informe masa apenas visible tras la esquina.
Se miraron en silecio. No hacía falta que dijeran nada, porque todos sabían lo que estaban pensando:
Nunca le olvidaremos...
Unas fauces repulsivas asomaban de su ¿cabeza? y el resto del cuerpo tubular no ayudaba a mantener la última ración de gulp en el estómago.
La reacción no se hizo esperar:
- ¡A por él! - gritó el monje.
Otros gritos de guerra se le unieron y saltaron todos a por el animal. El primer puñetazo le hizo soltar a su querida clériga. Una fugaz victoria.
Uno, dos, tres flechazos, patadas, y mandobles confluyeron en el cuerpo del animal, que resistía tenázmente gracias a una fuerte coraza natural que le potregía sus pútridas entrañas.
Y entonces contraatacó, y uno a uno, fueron cayendo.
Primero Mornan, que se había incorporado al combate sin tiempo de colocarse su armadura, y que se desplomó inconsciente. Luego Wurden, que recibió un bocado de las impías mandíbulas del animal, y que quedó prácticamente incapacitado en el suelo. Y por último Gery, que, fuerte como siempre, resistió hasta que la alimaña aquella centro toda su atención en ella, dejándola desangrándose entre los cascotes.
Pero allí estaba él, Yank, armado con su arco, probado casi inútil contra las protecciones del ente que combatían denodadamente.
Wurden cruzó su mirada con la del explorador, y lo vio en sus profundos ojos. Había tomado una resolución, y no había nada que se pudiese hacer. El monje tuvo el privilegio de seguir consciente mientras se desarrollaba ante su impotente mirada la escena más heróica de las que seguramente jamás vio, y de las que nunca vería.
Las gráciles manos del montaraz dejaron que su fiel arco resbalase entre sus dedos, casi a cámara lenta, mientras una de ellas se deslizaba por su cinto en dirección a su espada. La aferró, con la fuerza con la que solo un ser cuya memoria será inmortal puede hacerlo, y la desenvainó a medida que saltaba entre los cuerpos maltrechos de sus compañeros de fatigas, en línea recta hacía el causante de parte, y chivo expiatorio de todo el mal que había caído sobre ellos.
Su brazo enarboló el arma y la descargó sobre la testa de su enemigo, mientras éste cerraba sus serradas pinzas en torno al torso de bien formado guardabosques, y así, fundidos en un abrazo mortal, Yank dió su vida por la de sus compañeros.
Wurden se limpió las lágrimas y miró a sus compañeros, heridos, vendados y remendados, tendidos en charcos de su propia sangre, que aún se preguntaban donde estaba el que faltaba entre ellos.
- Lo siguiente que recuerdo es que ví un reflejo en el suelo. Era mi ballesta, cargada - sorbió e intentó recobrar la compostura -. Apunté al animal que se llevaba a Yank y disparé.
Hizo un gesto con la cabeza en dirección a la informe masa apenas visible tras la esquina.
Se miraron en silecio. No hacía falta que dijeran nada, porque todos sabían lo que estaban pensando:
Nunca le olvidaremos...
Los momentos previos
Se sentía débil, sabía que algo no iba bien dentro de él, pero no era momento de autocompadecerse.
El resto no lo estaba pasando mucho mejor, y para colmo de males, la única persona que tenía el remedio para sus afecciones se debatía entre la vida y la muerte. Y Javea, su única guía en aquél laberinto de muerte y desesperación, estaba incluso peor.
Las heridas de sus compañeros le daban fuerzas para mover aquellas rocas hacia el borde de la caverna, pero la tenue luz que usaban les tenía preparada otra sorpresa desagradable. Gery no podía evitar que las piedras resonasen contra el peto de su armadura, y Mornan, rendido después de tantas batallas, no había podido evitar quedarse estruendosemante dormido, pero lo peor llegó cuando, escondido entre la oscilantes y difusas sombras de la cueva, un cascote le hizo tropezar, desparramando por el suelo la ruidosa carga que portaba.
Inmediatamente se hizo un tenso silencio.
Todos eran conscientes de que ahora sí sabían que estaban allí y que cualquiera que fuera la nueva aberración que aquél agujero inmundo les deparase, iba a venir directa a por ellos.
Esperaron en silencio, uno, dos, tres,...un minuto...
Apagaron las luces en un fútil intento de evitar lo inevitable, y siguieron esperando, hasta que un sonido de arrastre les impulsó a encender de nuevo las luces, para ver una escena grotesca...
El resto no lo estaba pasando mucho mejor, y para colmo de males, la única persona que tenía el remedio para sus afecciones se debatía entre la vida y la muerte. Y Javea, su única guía en aquél laberinto de muerte y desesperación, estaba incluso peor.
Las heridas de sus compañeros le daban fuerzas para mover aquellas rocas hacia el borde de la caverna, pero la tenue luz que usaban les tenía preparada otra sorpresa desagradable. Gery no podía evitar que las piedras resonasen contra el peto de su armadura, y Mornan, rendido después de tantas batallas, no había podido evitar quedarse estruendosemante dormido, pero lo peor llegó cuando, escondido entre la oscilantes y difusas sombras de la cueva, un cascote le hizo tropezar, desparramando por el suelo la ruidosa carga que portaba.
Inmediatamente se hizo un tenso silencio.
Todos eran conscientes de que ahora sí sabían que estaban allí y que cualquiera que fuera la nueva aberración que aquél agujero inmundo les deparase, iba a venir directa a por ellos.
Esperaron en silencio, uno, dos, tres,...un minuto...
Apagaron las luces en un fútil intento de evitar lo inevitable, y siguieron esperando, hasta que un sonido de arrastre les impulsó a encender de nuevo las luces, para ver una escena grotesca...
domingo, 11 de abril de 2010
Sangre.
Ah, qué alegría. Sangre en sus labios. Y no cualquier sangre, su sangre ni más ni menos. Volvía a estar vivo.
Se irguió apoyándose en la enorme espada y alzó la vista para mirar sus próximos objetivos. Detrás de él, el sonido de la batalla fue interrumpido por un estruendoso golpe. Parecía que su enemigo se había dado cuenta al fin de que estaba muerto.
No miró atrás. Hacia al menos una década que no mataba a un gigante, pero la visión de un inmenso osgo que avanzaba por el campo de batalla le impidió regodearse.
La figura del humanoide era imposible de confundir. Su pelaje grisáceo, sus impresionantes proporciones y su inmensa espada. Negel se presentaba una vez más ante él.
- Esta vez no te escaparás.
A primera vista no parecía que fuera a hacerlo. Los dos metros y medio de músculo descolgaron el impresionante mandoble como si fuese un cuchillo de trinchar mientras avanzaba directamente hacia él. Negel soltó una risotada enajenada cuando vio a quién se enfrentaba.
- Pero si es Sser Drognak. Ha passado tiempo.
- Demasiado, Negel. Creo que es hora de zanjar nuestro pequeño asunto.
- Qué bien hablass. - Negel ensayó una sonrisa que en su rostro era más bien una mueca feroz- Sse nota que el tiempo que hass esstado rodeado de políticoss lo hass passado bien.
- Cállate y vuelve al infierno.
- Algo me dice que sseráss tú el que sse reunirá con ssuss diossess essta noche.
Se irguió apoyándose en la enorme espada y alzó la vista para mirar sus próximos objetivos. Detrás de él, el sonido de la batalla fue interrumpido por un estruendoso golpe. Parecía que su enemigo se había dado cuenta al fin de que estaba muerto.
No miró atrás. Hacia al menos una década que no mataba a un gigante, pero la visión de un inmenso osgo que avanzaba por el campo de batalla le impidió regodearse.
La figura del humanoide era imposible de confundir. Su pelaje grisáceo, sus impresionantes proporciones y su inmensa espada. Negel se presentaba una vez más ante él.
- Esta vez no te escaparás.
A primera vista no parecía que fuera a hacerlo. Los dos metros y medio de músculo descolgaron el impresionante mandoble como si fuese un cuchillo de trinchar mientras avanzaba directamente hacia él. Negel soltó una risotada enajenada cuando vio a quién se enfrentaba.
- Pero si es Sser Drognak. Ha passado tiempo.
- Demasiado, Negel. Creo que es hora de zanjar nuestro pequeño asunto.
- Qué bien hablass. - Negel ensayó una sonrisa que en su rostro era más bien una mueca feroz- Sse nota que el tiempo que hass esstado rodeado de políticoss lo hass passado bien.
- Cállate y vuelve al infierno.
- Algo me dice que sseráss tú el que sse reunirá con ssuss diossess essta noche.
miércoles, 7 de abril de 2010
Orden de los Caballeros Defensores
Origen
La Orden de los Caballeros Defensores (o Defensores, como se les conoce popularmente) es una antigua orden de guerreros al servicio de Sira, fundada con el objetivo de poder dar protección armada en determinadas situaciones.
Localización
Los Defensores no tienen sede en todas las ciudades del concordato, sólo en las poblaciones de mayor densidad (Crow, Zet, Vaast). Lo cual no excluye el hecho de que pueda haber Defensores en otras ciudades, de manera independiente o en cumplimiento de alguna misión. No es extraño, tampoco, que algunas iglesias situadas en zonas problemáticas dispongan de una modesta guardia destinada a la defensa de la iglesia y sus fieles.
La comandancia central está en Crow, donde se encuentra la Gran Maestre de la orden.
Estructura interna
A la cabeza de la orden se encuentra la Gran Maestre (actualmente, Brida Biworz), quien se apoya en dos consejeros (por regla general, uno miembro de la iglesia y otro de la orden). La Gran Maestre dirige la sede de Crow.
Al mismo nivel que la Gran Maestre ("Primus inter pares") están los dirigentes de las sedes de Zet y Vaast.
Dentro de cada sede, se distinguen tres grupos principales:
- Caballeros Defensores del Ocaso: caballeros ancianos cuya función es aportar dirección y consejo a los más jóvenes, aunque en ocasiones prefieren terminar sus días como caballeros activos.
- Caballeros Defensores del Día: caballeros defensores activos y veteranos.
- Caballeros Defensores del Amanecer: caballeros primerizos, novatos.
Por debajo de estos tres grupos estarían los escuderos, los pajes, y "pacientes" (caballeros en prueba).
Ambiente
Unas tres cuartas partes de los miembros de los Defensores son mujeres, incluida la Gran Maestre.
El alto de grado de mujeres que sirven entre sus filas y el hecho de servir a una diosa familiar que prefiere que sus seguidores no utilicen la violencia como primera medida, polariza mucho a la gente en su opinión con respecto a los Defensores.
Mientras que las ordenes militares generalmente les desprecian, especialmente si son miembros masculinos, el pueblo llano les ve como gente accesible, amigable, que están dispuestos a ayudarles en momentos de necesidad.
Objetivo
La meta ideal que se persigue, y a la que se consignan, es la defensa del más débil e inocente.
Ante todo, un Defensor tiene opción de elegir como desea recorrer su camino, de igual forma que sucede con sus hermanos eclesiásticos. Puede ponerse a disposición de su centro, aceptando el destino que más necesario sea en el momento dado, o puede vagar por el mundo buscando un lugar donde se le necesite (estos caballeros suelen denominarse de forma común como Defensores Errantes).
Dos son los votos que han de seguir los Defensores: ser fieles a Sira y a su voluntad, y responder a la llamada de un hermano (de iglesia o de armas).
Ingreso
La edad mínima para ser nombrado caballero es de 18 años. Todos aquellos aspirantes que no lleguen a dicha edad deberán completar los años restantes ejerciendo de pajes (hasta los 12 años) y/o de escuderos (de 12 a 18 años). Una vez cumplan la edad requerida, el Defensor a cuyo cuidado estuvieron hablará acerca de su protegido ante el consejo de admisión, recomendando el ingreso o la expulsión del joven. Una vez aceptado el aspirante dejará de ser considerado como tal para entrar a formar parte de los Defensores como uno más.
Si por el contrario supera la edad mínima pero viene respaldado por otro miembro de la orden o de la iglesia, habrá de demostrar su valía realizando una prueba que será dictaminada por el consejo de admisión. Si dicha prueba es superada, será aceptado.
Finalmente, si supera la edad mínima y no tiene nadie que le respalde, habrá de realizar un periodo de instrucción (típicamente un año) durante el cual sus cualidades físicas y morales serán examinadas. Durante este tiempo el aspirante será conocido como caballero en pruebas, o "paciente" (haciendo referencia al tiempo que han de esperar antes de poder ser puestos a prueba). Al finalizar el periodo de formación, será sometido a una prueba, al igual que en el caso anterior.
La Orden de los Caballeros Defensores (o Defensores, como se les conoce popularmente) es una antigua orden de guerreros al servicio de Sira, fundada con el objetivo de poder dar protección armada en determinadas situaciones.
Localización
Los Defensores no tienen sede en todas las ciudades del concordato, sólo en las poblaciones de mayor densidad (Crow, Zet, Vaast). Lo cual no excluye el hecho de que pueda haber Defensores en otras ciudades, de manera independiente o en cumplimiento de alguna misión. No es extraño, tampoco, que algunas iglesias situadas en zonas problemáticas dispongan de una modesta guardia destinada a la defensa de la iglesia y sus fieles.
La comandancia central está en Crow, donde se encuentra la Gran Maestre de la orden.
Estructura interna
A la cabeza de la orden se encuentra la Gran Maestre (actualmente, Brida Biworz), quien se apoya en dos consejeros (por regla general, uno miembro de la iglesia y otro de la orden). La Gran Maestre dirige la sede de Crow.
Al mismo nivel que la Gran Maestre ("Primus inter pares") están los dirigentes de las sedes de Zet y Vaast.
Dentro de cada sede, se distinguen tres grupos principales:
- Caballeros Defensores del Ocaso: caballeros ancianos cuya función es aportar dirección y consejo a los más jóvenes, aunque en ocasiones prefieren terminar sus días como caballeros activos.
- Caballeros Defensores del Día: caballeros defensores activos y veteranos.
- Caballeros Defensores del Amanecer: caballeros primerizos, novatos.
Por debajo de estos tres grupos estarían los escuderos, los pajes, y "pacientes" (caballeros en prueba).
Ambiente
Unas tres cuartas partes de los miembros de los Defensores son mujeres, incluida la Gran Maestre.
El alto de grado de mujeres que sirven entre sus filas y el hecho de servir a una diosa familiar que prefiere que sus seguidores no utilicen la violencia como primera medida, polariza mucho a la gente en su opinión con respecto a los Defensores.
Mientras que las ordenes militares generalmente les desprecian, especialmente si son miembros masculinos, el pueblo llano les ve como gente accesible, amigable, que están dispuestos a ayudarles en momentos de necesidad.
Objetivo
La meta ideal que se persigue, y a la que se consignan, es la defensa del más débil e inocente.
Ante todo, un Defensor tiene opción de elegir como desea recorrer su camino, de igual forma que sucede con sus hermanos eclesiásticos. Puede ponerse a disposición de su centro, aceptando el destino que más necesario sea en el momento dado, o puede vagar por el mundo buscando un lugar donde se le necesite (estos caballeros suelen denominarse de forma común como Defensores Errantes).
Dos son los votos que han de seguir los Defensores: ser fieles a Sira y a su voluntad, y responder a la llamada de un hermano (de iglesia o de armas).
Ingreso
La edad mínima para ser nombrado caballero es de 18 años. Todos aquellos aspirantes que no lleguen a dicha edad deberán completar los años restantes ejerciendo de pajes (hasta los 12 años) y/o de escuderos (de 12 a 18 años). Una vez cumplan la edad requerida, el Defensor a cuyo cuidado estuvieron hablará acerca de su protegido ante el consejo de admisión, recomendando el ingreso o la expulsión del joven. Una vez aceptado el aspirante dejará de ser considerado como tal para entrar a formar parte de los Defensores como uno más.
Si por el contrario supera la edad mínima pero viene respaldado por otro miembro de la orden o de la iglesia, habrá de demostrar su valía realizando una prueba que será dictaminada por el consejo de admisión. Si dicha prueba es superada, será aceptado.
Finalmente, si supera la edad mínima y no tiene nadie que le respalde, habrá de realizar un periodo de instrucción (típicamente un año) durante el cual sus cualidades físicas y morales serán examinadas. Durante este tiempo el aspirante será conocido como caballero en pruebas, o "paciente" (haciendo referencia al tiempo que han de esperar antes de poder ser puestos a prueba). Al finalizar el periodo de formación, será sometido a una prueba, al igual que en el caso anterior.
jueves, 25 de marzo de 2010
De Sira y Mornan
Sira... Mi Luz... qué me ocurre... Turbulentos pensamientos azotan mi conciencia, largo tiempo hace que el sueño dejó de suponer descanso...
Desde que me acogiste bajo tu cálido amparo y tu sabiduría y bondad comenzaron a guiarme, mi existencia parecía comenzar a cobrar sentido. Pero ahora, súbitamente, sumido en esta oscuridad infranqueable, siento zarandearme al borde de la locura, serpeando miserablemente sobre un ondulante y enfermizo filo del cual podría caer en cualquier momento, a un abismo del que no sé ni si, siquiera Tú, podrías rescatarme...
Te he fallado, Madre, me he fallado a mí mismo, pero lo que más duele y más desquicia, he fallado a mis amigos, a aquéllos que confiaban en mí... Oh, Sam... He dispuesto de sus vidas como algo vano y eso es algo que resulta difícil de perdonar. Siento perderme en un laberinto fangoso, hundirme en unas lóbregas marismas, azotado por el miedo y la incertidumbre.
Sira, guíame, guíame como sólo Tú puedes hacer, demuéstrame que aún puedo confiar en mí, que la sombra no me ha consumido... devuélveme la esperanza... que tu amor sea mi cordura y tu justicia me dé fuerzas allí donde éstas hace tiempo desaparecieron...
En los túneles de la noche eterna
-Porque... ¿Sabrá por donde vamos, no? -preguntó Samlara, sin poder ocultar cierto nerviosismo.
-Por undécima vez en lo que va de día, sí, lo sabe. Ella es muy lista, sabe muchas cosas, parece mentira que no confíes en ella.
-¡No es que no confíe en ella...! Es sólo que estos túneles me ponen nerviosa...
-Todos estamos nerviosos -sentenció Mornan.
-Sí, sí, supongo que sí...
Margaery y Javea, unos pasos por delante de ellos, se detuvieron. Enfrente, apenas visible en el umbral de luz de la antorcha, se veía un gran charco de agua estancada flanqueado en sus orillas laterales por una figuras grandes con forma de hongo.
-¿Qué es eso? ¿Qué pasa? ¿Qué son esas cosas? -Samlara apareció entre ellos, mirando con ansiedad la escena.
-Cálmate, maldición. Parecen ser simplemente hongos...
-Aquí abajo nada es simplemente algo, seguro que lanzan nubes de veneno, o nos atacan con tentáculos, o cualquier otra cosa...
-Disculpad un momento -Yank se acercó desde el fondo de la fila, mirando con detenimiento las formas fúngicas-. Son un tipo de hongo gigante que crece en la infraoscuridad. No son peligrosos, al menos no son peligrosos por si mismos, pero tenemos que tener cuidado de no acercarnos mucho a ellos, o de no alumbrarlos.
-¿Por qué? ¿Qué pasará si lo hacemos? ¿Esparcirán nubes venenosas? No quiero que esparzan nubes venenosas...
-No, tranquila Samlara, no esparcen ningún veneno. Si nos detectan de alguna forma reaccionarán emitiendo un ruido muy agudo, similar a un grito, y a un volumen suficiente como para que nos oigan todas las criaturas que estén cerca. Atenuemos las luces y crucemos en fila india por en medio del charco.
Se adentraron con cautela en la charca, que demostró no tener más de medio metro de profundidad. El olor a agua estancada les llenaba los pulmones, el agua helada les congelaba las piernas, la oscuridad que dejaban atrás se cerraba como queriendo atraparles dentro. En un par de ocasiones tuvieron la sensación de que algo se movía entre los hongos, pero en ningún momento llegaron a entrever nada.
Finalmente, a los pocos minutos, alcanzaron el otro lado. Descansaron unos instantes mientras la tensión acumulada se desvanecía. La caverna nuevamente se estrechaba formando un pasillo, un poco más ancho esta vez, lo suficiente como para que cuatro personas pudieran andar cómodamente codo con codo.
-Bien, bien, ya hemos dejado atrás esos asquerosos hongos - Samlara soltó un largo suspiro y respiró con tranquilidad-. No aguanto estas malditas cavernas, siempre oscuras, tenebrosas, silenciosas... Me ponen los pelos de punta. Además, tengo la sensación continuamente de que...
- ¡Chist! ¡Silencio! ¡Creo que he visto algo moverse más adelante! -exclamó Gery.
Todos miraron al frente del pasillo fijamente, pero nada se movía en el mar de sombras que la antorcha no alcanzaba a disipar.
-Sigamos, quizás... quizás me lo haya imaginado... -con determinación, avanzaron de nuevo, sólo para detenerse nuevamente unos pasos más adelante.
-¡Ahí! ¡Mirad! -gritó Gery de nuevo.
-¡Lo veo, es como... es como... un humanoide! -Samlara cogi con una mano el símbolo de Sira mientras con la otra agarraba a Mornan.
-Si no me equivoco... es un grimlock... sirvientes de una raza vil llamada azotamentes... y creedme, si los cuentos que me contaban de pequeño son ciertos, a esos no queréis conocerlos... -Yank descolgó su arco y colocó una flecha en él- Son crueles y violentos, no tengáis piedad.
-Lo que son, es carne muerta -Margery desenvainó la espada mientras andaba hacia ellos.
Apenas había dado un par de pasos cuando escucharon algo pesado caer tras ellos.
-¿Qué...? ¿Más de esos bichos...? Yo me encargo -Mornan alumbró la retaguardia-. Mmm... no veo na... ¡Ah, coño, joder! -gritó con dolor. Unas marcas de dientes aparecieron en su brazo-. Mierda, yo... ah... me siento... débil...
Samlara tomó el símbolo de Sira con ambas manos y musitó una oración: "Sira, Madre Eterna, tus hijos te necesitan en esta hora de peligro. Cúbrenos bajo tu sagrado manto". Notaron como una energía cálida nacía en su interior, haciéndoles sentir más fuertes, más seguros.
Margaery se situó en medio del túnel, junto a Wurden, formando una barrera difícil de pasar por la aparentemente interminable marea de grimlocks. Los cuerpos iban amontonándose a sus pies con cada golpe que daban. Mornan, en el otro extremo, intentaba golpear sin éxito a un enemigo invisible que poco a poco iba debilitándole. El espadón, que habitualmente manejaba con soltura, parecía haber duplicado su peso, siendo incapaz de hacer otra cosa con él que no fuera moverlo de lado a lado.
-Yo... Coño... Sam... Sam, estoy muy débil... -jadeó el guerrero.
-No se que hacer... Quizás... -en una ocasión en que Mornan retrocedió tras ser atacado de nuevo, Samlara aprovechó para abrir su mochila y coger uno de los muchos frascos de aceite que guardaba. Poniéndose a su lado, lo destapo y lanzó al aire su contenido, el cual, tras volar poco menos de un metro, cayó al suelo sin haber impactado en nada-. Maldición, pensé que igual podía...
-Vuelve... atrás... aquí no estás... segura...
De repente, emitiendo un chillido furioso, una araña enorme apareció de entre las sombras. Su boca amenazante se abría y cerraba de manera compulsiva, deseosa de saborear a sus presas. Fijó su atención en Yank quien, concentrado en evitar que los grimlocks flanquearan a sus compañeros, no se había dado cuenta del nuevo peligro.
-¡Granjero... araña! -gritó Mornan, poniéndose en la trayectoria del insecto- ¡No... vas a pasar...! ¡No mientras Mornan siga en pie!
La araña gritó por la frustración de verse temporalmente privada de su presa, y su grito fue respondido por otra compañera que cayó del techo, donde había estado oculta esperando su oportunidad, situándose en la zona segura que el grupo había dejado en el medio del túnel.
Samlara intentó retroceder, pero esta nueva araña le impedía el paso. De repente notó un dolor agudo y profundo en su hombro izquierdo, cuando unos dientes invisibles se cerraron con fuerza sobre su carne. Instintivamente, tiró de su cuerpo hacia delante, intentando librarse de la presa que amenazaba con arrancarle el brazo. Sintió como los dientes puntiagudos desgarraban su carne. Empezó a marearse debido al dolor, el mundo comenzó a girar a su alrededor. Súbitamente, la maza pesaba tanto que era incapaz de sostenerla, la armadura la clavaba al suelo, impidiéndola moverse. Algo en los límites de su visión se movió con rapidez y la golpeó con fuerza en la cabeza. Perdió el sentido del equilibrio y quedó tendida en el suelo. Intentó levantarse, pero los miembros no le respondían. Un incómodo pitido sustituyó a la vorágine de sonidos de la batalla. Vio a Mornan observarla con una expresión de miedo en su rostro habitualmente fanfarrón. Quiso hablarle, tranquilizarle, "Cálmate, Mornan, con esa cara estás todavía más feo que de costumbre. No me pasa nada, estoy bien. Sólo quiero descansar un poco", pero las palabras morían antes de salir de su boca. El guerrero desapareció de su campo de visión. El techo palpitaba con las oleadas de luz que le llegaban de alguna antorcha. Al poco, alguien por fin apagó la luz, y ella pudo dormir en paz.
-Por undécima vez en lo que va de día, sí, lo sabe. Ella es muy lista, sabe muchas cosas, parece mentira que no confíes en ella.
-¡No es que no confíe en ella...! Es sólo que estos túneles me ponen nerviosa...
-Todos estamos nerviosos -sentenció Mornan.
-Sí, sí, supongo que sí...
Margaery y Javea, unos pasos por delante de ellos, se detuvieron. Enfrente, apenas visible en el umbral de luz de la antorcha, se veía un gran charco de agua estancada flanqueado en sus orillas laterales por una figuras grandes con forma de hongo.
-¿Qué es eso? ¿Qué pasa? ¿Qué son esas cosas? -Samlara apareció entre ellos, mirando con ansiedad la escena.
-Cálmate, maldición. Parecen ser simplemente hongos...
-Aquí abajo nada es simplemente algo, seguro que lanzan nubes de veneno, o nos atacan con tentáculos, o cualquier otra cosa...
-Disculpad un momento -Yank se acercó desde el fondo de la fila, mirando con detenimiento las formas fúngicas-. Son un tipo de hongo gigante que crece en la infraoscuridad. No son peligrosos, al menos no son peligrosos por si mismos, pero tenemos que tener cuidado de no acercarnos mucho a ellos, o de no alumbrarlos.
-¿Por qué? ¿Qué pasará si lo hacemos? ¿Esparcirán nubes venenosas? No quiero que esparzan nubes venenosas...
-No, tranquila Samlara, no esparcen ningún veneno. Si nos detectan de alguna forma reaccionarán emitiendo un ruido muy agudo, similar a un grito, y a un volumen suficiente como para que nos oigan todas las criaturas que estén cerca. Atenuemos las luces y crucemos en fila india por en medio del charco.
Se adentraron con cautela en la charca, que demostró no tener más de medio metro de profundidad. El olor a agua estancada les llenaba los pulmones, el agua helada les congelaba las piernas, la oscuridad que dejaban atrás se cerraba como queriendo atraparles dentro. En un par de ocasiones tuvieron la sensación de que algo se movía entre los hongos, pero en ningún momento llegaron a entrever nada.
Finalmente, a los pocos minutos, alcanzaron el otro lado. Descansaron unos instantes mientras la tensión acumulada se desvanecía. La caverna nuevamente se estrechaba formando un pasillo, un poco más ancho esta vez, lo suficiente como para que cuatro personas pudieran andar cómodamente codo con codo.
-Bien, bien, ya hemos dejado atrás esos asquerosos hongos - Samlara soltó un largo suspiro y respiró con tranquilidad-. No aguanto estas malditas cavernas, siempre oscuras, tenebrosas, silenciosas... Me ponen los pelos de punta. Además, tengo la sensación continuamente de que...
- ¡Chist! ¡Silencio! ¡Creo que he visto algo moverse más adelante! -exclamó Gery.
Todos miraron al frente del pasillo fijamente, pero nada se movía en el mar de sombras que la antorcha no alcanzaba a disipar.
-Sigamos, quizás... quizás me lo haya imaginado... -con determinación, avanzaron de nuevo, sólo para detenerse nuevamente unos pasos más adelante.
-¡Ahí! ¡Mirad! -gritó Gery de nuevo.
-¡Lo veo, es como... es como... un humanoide! -Samlara cogi con una mano el símbolo de Sira mientras con la otra agarraba a Mornan.
-Si no me equivoco... es un grimlock... sirvientes de una raza vil llamada azotamentes... y creedme, si los cuentos que me contaban de pequeño son ciertos, a esos no queréis conocerlos... -Yank descolgó su arco y colocó una flecha en él- Son crueles y violentos, no tengáis piedad.
-Lo que son, es carne muerta -Margery desenvainó la espada mientras andaba hacia ellos.
Apenas había dado un par de pasos cuando escucharon algo pesado caer tras ellos.
-¿Qué...? ¿Más de esos bichos...? Yo me encargo -Mornan alumbró la retaguardia-. Mmm... no veo na... ¡Ah, coño, joder! -gritó con dolor. Unas marcas de dientes aparecieron en su brazo-. Mierda, yo... ah... me siento... débil...
Samlara tomó el símbolo de Sira con ambas manos y musitó una oración: "Sira, Madre Eterna, tus hijos te necesitan en esta hora de peligro. Cúbrenos bajo tu sagrado manto". Notaron como una energía cálida nacía en su interior, haciéndoles sentir más fuertes, más seguros.
Margaery se situó en medio del túnel, junto a Wurden, formando una barrera difícil de pasar por la aparentemente interminable marea de grimlocks. Los cuerpos iban amontonándose a sus pies con cada golpe que daban. Mornan, en el otro extremo, intentaba golpear sin éxito a un enemigo invisible que poco a poco iba debilitándole. El espadón, que habitualmente manejaba con soltura, parecía haber duplicado su peso, siendo incapaz de hacer otra cosa con él que no fuera moverlo de lado a lado.
-Yo... Coño... Sam... Sam, estoy muy débil... -jadeó el guerrero.
-No se que hacer... Quizás... -en una ocasión en que Mornan retrocedió tras ser atacado de nuevo, Samlara aprovechó para abrir su mochila y coger uno de los muchos frascos de aceite que guardaba. Poniéndose a su lado, lo destapo y lanzó al aire su contenido, el cual, tras volar poco menos de un metro, cayó al suelo sin haber impactado en nada-. Maldición, pensé que igual podía...
-Vuelve... atrás... aquí no estás... segura...
De repente, emitiendo un chillido furioso, una araña enorme apareció de entre las sombras. Su boca amenazante se abría y cerraba de manera compulsiva, deseosa de saborear a sus presas. Fijó su atención en Yank quien, concentrado en evitar que los grimlocks flanquearan a sus compañeros, no se había dado cuenta del nuevo peligro.
-¡Granjero... araña! -gritó Mornan, poniéndose en la trayectoria del insecto- ¡No... vas a pasar...! ¡No mientras Mornan siga en pie!
La araña gritó por la frustración de verse temporalmente privada de su presa, y su grito fue respondido por otra compañera que cayó del techo, donde había estado oculta esperando su oportunidad, situándose en la zona segura que el grupo había dejado en el medio del túnel.
Samlara intentó retroceder, pero esta nueva araña le impedía el paso. De repente notó un dolor agudo y profundo en su hombro izquierdo, cuando unos dientes invisibles se cerraron con fuerza sobre su carne. Instintivamente, tiró de su cuerpo hacia delante, intentando librarse de la presa que amenazaba con arrancarle el brazo. Sintió como los dientes puntiagudos desgarraban su carne. Empezó a marearse debido al dolor, el mundo comenzó a girar a su alrededor. Súbitamente, la maza pesaba tanto que era incapaz de sostenerla, la armadura la clavaba al suelo, impidiéndola moverse. Algo en los límites de su visión se movió con rapidez y la golpeó con fuerza en la cabeza. Perdió el sentido del equilibrio y quedó tendida en el suelo. Intentó levantarse, pero los miembros no le respondían. Un incómodo pitido sustituyó a la vorágine de sonidos de la batalla. Vio a Mornan observarla con una expresión de miedo en su rostro habitualmente fanfarrón. Quiso hablarle, tranquilizarle, "Cálmate, Mornan, con esa cara estás todavía más feo que de costumbre. No me pasa nada, estoy bien. Sólo quiero descansar un poco", pero las palabras morían antes de salir de su boca. El guerrero desapareció de su campo de visión. El techo palpitaba con las oleadas de luz que le llegaban de alguna antorcha. Al poco, alguien por fin apagó la luz, y ella pudo dormir en paz.
martes, 23 de marzo de 2010
Muerte de un héroe
Perder a un personaje longevo pesa. Pesa en muchos sentidos y soy consciente de eso. Es cierto que he jugado muy poco y que cuando he jugado nunca he llevado mi personaje más de cuatro o cinco partidas. Pero cuando diriges, el vínculo entre DM y pj's es grande, en algunos casos más grande que entre el propio jugador y su alter ego. No en vano, un DM idea una partida, la equilibra y crea historias que puedan interesar a los jugadores, siempre teniendo en cuenta los personajes que estos juegan. Romper este equilibrio no es fácil en absoluto y cuando alguien particularmente carismático muere, el golpe es doble.
El domingo murió un gran personaje. Un personaje que era poco simpático, muy engreido y bastante irritante... vamos, lo que viene siendo un gran personaje. Con él murió parte de la ilusión de su jugadora y parte de la ilusión de la campaña... y es normal, y es sano. Los héroes se juegan la vida cada vez que descienden a una catacumba, cruzan un rio o atraviesan una maldita puerta. Si esto no fuese así, jugar no supondría un reto y desde luego no sería tan divertido.
Shit happens Laura. Jank era un gran guardabosques. Enmarca su ficha.
El domingo murió un gran personaje. Un personaje que era poco simpático, muy engreido y bastante irritante... vamos, lo que viene siendo un gran personaje. Con él murió parte de la ilusión de su jugadora y parte de la ilusión de la campaña... y es normal, y es sano. Los héroes se juegan la vida cada vez que descienden a una catacumba, cruzan un rio o atraviesan una maldita puerta. Si esto no fuese así, jugar no supondría un reto y desde luego no sería tan divertido.
Shit happens Laura. Jank era un gran guardabosques. Enmarca su ficha.
lunes, 8 de marzo de 2010
En la suboscuridad
Javea despertó sobresaltada. Llevaba una semana dándole vueltas a algo en la cabeza, había una pieza que no encajaba y se desesperaba por saber cuál era. ¿Qué era lo que había pasado por alto? Se incorporó y se puso a remover a oscuras en la mochila hasta que localizó su libro de apuntes, lo sacó y metió su pequeña mano en otro compartimento sacando una bolsita de cuero que le habían regalado los moldeadores.
Mornan, tumbado a su lado, gruñó. Javea dejó de moverse, posó una mano cálida sobre su hombro y el guerrero pareció instantáneamente en paz.
Abrió la bolsita, cogió una de las piedrecillas de su interior y la puso sobre el cuaderno abierto. A los pocos segundos, el guijarro comenzó a emitir un brillo blanco-azulado bañando las letras y permitiendo de esta manera la lectura. Pasó las hojas con cuidado de no hacer ruído.
Y allí estaba.
Bueno, podía ser una coincidencia. Bostezó. Cerró el cuaderno y guardó sus cosas de nuevo en la mochila.
Una coincidencia, sí. De todos modos mañana lo hablaría con Samlara, quizá ella lo viese distinto.
Javea cerró los ojos y al fin durmió tranquila.
Mornan, tumbado a su lado, gruñó. Javea dejó de moverse, posó una mano cálida sobre su hombro y el guerrero pareció instantáneamente en paz.
Abrió la bolsita, cogió una de las piedrecillas de su interior y la puso sobre el cuaderno abierto. A los pocos segundos, el guijarro comenzó a emitir un brillo blanco-azulado bañando las letras y permitiendo de esta manera la lectura. Pasó las hojas con cuidado de no hacer ruído.
Y allí estaba.
Bueno, podía ser una coincidencia. Bostezó. Cerró el cuaderno y guardó sus cosas de nuevo en la mochila.
Una coincidencia, sí. De todos modos mañana lo hablaría con Samlara, quizá ella lo viese distinto.
Javea cerró los ojos y al fin durmió tranquila.
domingo, 7 de marzo de 2010
Velando
Se acercó al cuerpo decapitado de Sir Drognak. Le tendió sobre su espalda y le cruzó los brazos a la altura del pecho. Le parecía que así, al menos, guardaba un poco más de dignidad en su muerte.
Encontró la cabeza a unos pocos palmos de distancia sobre la hierba, mirando a la distancia como si se avergonzara de ella. La cogió delicadamente con las dos manos y le dio la vuelta. Unos ojos furiosos la contemplaban impasibles. Súbitamente, la cabeza empezó a hablar:
-¡Me abandonasteis! -exclamó, rezumando desprecio.
-¿Qué...? ¡No...! ¡No teníamos más remedio! ¡Hubiéramos muerto todos!
-¡Me dejasteis solo! ¿Esa era la ayuda que me ofrecíais? ¡Panda de inútiles peleles, no conseguisteis nada!
-¡Lo intentamos! ¡Lo intentamos lo mejor que pudimos! ¡La situación...!
-¡No me servisteis en vida, pero al menos me serviréis en la muerte!
Notó como una mano le agarraba el brazo. Al girarse vio como el cuerpo de Sir Drognak se había levantado y la agarraba con un brazo mientras con el otro se preparaba para descargar un golpe con la espada.
-¡No...! ¡No! ¡No! -cerró los ojos mientras se encogía sobre si misma, demasiado asustada para hacer nada.
-¿Sam...? ¿Samlara? -susurró una voz.
-¡N...! ¿Eh...? ¿Eh, qué...?
Abrió los ojos. Margaery la empujaba suavemente en el brazo, intentando despertarla.
-¿Estás bien? Acabo de entrar y te he visto agitarte en sueños, ¿alguna pesadilla?
-Si, era... bueno, nada, no era nada... -tuvo un escalofrío-. Supongo que me he quedado dormida en algún momento de la noche... Yo... quería velar a Javea por si surgía algún problema...
-No te preocupes, ya me puedo quedar yo.
-No, no es necesario... noto como la fuerza de Sira renace en mi al iniciar el nuevo día. Mi diosa ha tenido a bien otorgarme un día más su bendición. Ahora puedo hacer algo más por ella que velarla. Espera.
Se acercó a la cama y extendió las manos sobre el pecho de Javea. Sus manos irradiaron una luz de tono cálido durante unos segundos. Al poco, Javea empezó a respirar con mayor regularidad.
-Aún no está recuperada del todo, pero ya está fuera de peligro -juntó las palmas de las manos a la vez que murmuraba "Gracias, Sira".
Acarició su suave pelo liso. El blanco casi plateado que había adquirido tras haber vuelto del coma le daba un aire adulto, apuntando a lo que sería una deslumbrante juventud.
-La verdad, entiendo por qué la miran tanto... Me da una cierta envidia. Es decir, no me da envidia que la miren, pero sí que sea tan guapa... Quizás si fuera así...
-¿Quizás si fuera así...?
-Nada, un pensamiento perdido...
-Mmm... ¿Quizás si fueras así... alguien se fijaría en ti...? ¿Alguien... conocido?
-¿Tu también vas a empezar con esas tonterías, Gery? Tengo suficiente con aguantar a Mornan todo el día, ¿sabes?
-Vale, vale...
-Por cierto, ¿qué pasó con Wurden? Cuando le encontré estaba a un paso de la muerte...
-¡Ja! La verdad, es una buena historia...
Encontró la cabeza a unos pocos palmos de distancia sobre la hierba, mirando a la distancia como si se avergonzara de ella. La cogió delicadamente con las dos manos y le dio la vuelta. Unos ojos furiosos la contemplaban impasibles. Súbitamente, la cabeza empezó a hablar:
-¡Me abandonasteis! -exclamó, rezumando desprecio.
-¿Qué...? ¡No...! ¡No teníamos más remedio! ¡Hubiéramos muerto todos!
-¡Me dejasteis solo! ¿Esa era la ayuda que me ofrecíais? ¡Panda de inútiles peleles, no conseguisteis nada!
-¡Lo intentamos! ¡Lo intentamos lo mejor que pudimos! ¡La situación...!
-¡No me servisteis en vida, pero al menos me serviréis en la muerte!
Notó como una mano le agarraba el brazo. Al girarse vio como el cuerpo de Sir Drognak se había levantado y la agarraba con un brazo mientras con el otro se preparaba para descargar un golpe con la espada.
-¡No...! ¡No! ¡No! -cerró los ojos mientras se encogía sobre si misma, demasiado asustada para hacer nada.
-¿Sam...? ¿Samlara? -susurró una voz.
-¡N...! ¿Eh...? ¿Eh, qué...?
Abrió los ojos. Margaery la empujaba suavemente en el brazo, intentando despertarla.
-¿Estás bien? Acabo de entrar y te he visto agitarte en sueños, ¿alguna pesadilla?
-Si, era... bueno, nada, no era nada... -tuvo un escalofrío-. Supongo que me he quedado dormida en algún momento de la noche... Yo... quería velar a Javea por si surgía algún problema...
-No te preocupes, ya me puedo quedar yo.
-No, no es necesario... noto como la fuerza de Sira renace en mi al iniciar el nuevo día. Mi diosa ha tenido a bien otorgarme un día más su bendición. Ahora puedo hacer algo más por ella que velarla. Espera.
Se acercó a la cama y extendió las manos sobre el pecho de Javea. Sus manos irradiaron una luz de tono cálido durante unos segundos. Al poco, Javea empezó a respirar con mayor regularidad.
-Aún no está recuperada del todo, pero ya está fuera de peligro -juntó las palmas de las manos a la vez que murmuraba "Gracias, Sira".
Acarició su suave pelo liso. El blanco casi plateado que había adquirido tras haber vuelto del coma le daba un aire adulto, apuntando a lo que sería una deslumbrante juventud.
-La verdad, entiendo por qué la miran tanto... Me da una cierta envidia. Es decir, no me da envidia que la miren, pero sí que sea tan guapa... Quizás si fuera así...
-¿Quizás si fuera así...?
-Nada, un pensamiento perdido...
-Mmm... ¿Quizás si fueras así... alguien se fijaría en ti...? ¿Alguien... conocido?
-¿Tu también vas a empezar con esas tonterías, Gery? Tengo suficiente con aguantar a Mornan todo el día, ¿sabes?
-Vale, vale...
-Por cierto, ¿qué pasó con Wurden? Cuando le encontré estaba a un paso de la muerte...
-¡Ja! La verdad, es una buena historia...
martes, 2 de febrero de 2010
A cuestas
"Lo siento, Mornan, espero que lo entiendas". Rabia y frustración se fundían con alivio y culpabilidad. Miró al frente, donde Neguel se esforzaba en avanzar, entorpecido por la vegetación que Yank había invocado. Enredaderas salidas de entre las piedras cubrieron a Sir Drognak, en lo que le parecía un melancólico intento de mantener su espíritu atado a su cuerpo sin vida.
Algo se movió en los límites de su visión: el joven Drognak, de quien se habían olvidado, cargaba espada en ristre hacia el caudillo osgo, quien le esperaba mientras se pasaba la lengua por lo labios, saboreando de antemano la sangre de su inconsciente presa.
-Pero... ¿qué... qué hace...? -buscaba las palabras, pero estas, presas del desconcierto del momento, no encontraban la salida. Súbitamente, sintió como alguien la agarraba por la cintura y la levantaba.
-No tenemos tiempo para esto -murmuró el pragmático monje mientras, en lo que fue un único movimiento rápido y elegante, cargó con Samlara al hombro a la vez que se daba la vuelta y empezaba a correr-. ¿Es que no lo entiendes? No tiene ningún sentido quedarse aquí. Simplemente sería morir. ¿No has visto lo que le ha pasado a Sir Drognak? Y si a él le puede ganar sin problemas, imagínate a nosotros. Además, parece haberse recuperado plénamente de sus heridas. Quedarse sería estúpido. No tiene ningún sentido...
Samlara dejó de prestar atención a las palabras de Wurden cuando vió a Drognak llegar hasta Neguel, quien le esperaba tranquilamente. Gritando odio, lanzó un golpe que el osgo no se molestó en esquivar, rebotando en su armadura. Entonces, con una velocidad que hacía difícil seguir sus movimientos, Neguel cortó la pierna de Drognak y, mientras éste caía, partió su cuerpo por la mitad con un temible tajo. El cuerpo del joven cayó al suelo en tres trozos, al lado del cadáver decapitado de su tío.
La dantesca imagen le revolvió el estómago. Cerró los ojos y se agarró con fuerza a la espalda de Wurden, quien no había dejado de hablar en ningún momento. Desearía no estar ahí. Desearía estar en otro lugar, lejos.
Entonces se dio cuenta de algo.
-Wurden...
-...otro día, sí, desde luego, pero ¿hoy? No, hoy no. No conseguiremos nada muriendo inútilmente. Por supuesto que... eh, ¿si?
-¿Podrías... por favor, bajarme?
-Claro.
El monje la dejó en el suelo con cuidado y, tras asegurarse de que corría, siguió con su disertación.
Algo se movió en los límites de su visión: el joven Drognak, de quien se habían olvidado, cargaba espada en ristre hacia el caudillo osgo, quien le esperaba mientras se pasaba la lengua por lo labios, saboreando de antemano la sangre de su inconsciente presa.
-Pero... ¿qué... qué hace...? -buscaba las palabras, pero estas, presas del desconcierto del momento, no encontraban la salida. Súbitamente, sintió como alguien la agarraba por la cintura y la levantaba.
-No tenemos tiempo para esto -murmuró el pragmático monje mientras, en lo que fue un único movimiento rápido y elegante, cargó con Samlara al hombro a la vez que se daba la vuelta y empezaba a correr-. ¿Es que no lo entiendes? No tiene ningún sentido quedarse aquí. Simplemente sería morir. ¿No has visto lo que le ha pasado a Sir Drognak? Y si a él le puede ganar sin problemas, imagínate a nosotros. Además, parece haberse recuperado plénamente de sus heridas. Quedarse sería estúpido. No tiene ningún sentido...
Samlara dejó de prestar atención a las palabras de Wurden cuando vió a Drognak llegar hasta Neguel, quien le esperaba tranquilamente. Gritando odio, lanzó un golpe que el osgo no se molestó en esquivar, rebotando en su armadura. Entonces, con una velocidad que hacía difícil seguir sus movimientos, Neguel cortó la pierna de Drognak y, mientras éste caía, partió su cuerpo por la mitad con un temible tajo. El cuerpo del joven cayó al suelo en tres trozos, al lado del cadáver decapitado de su tío.
La dantesca imagen le revolvió el estómago. Cerró los ojos y se agarró con fuerza a la espalda de Wurden, quien no había dejado de hablar en ningún momento. Desearía no estar ahí. Desearía estar en otro lugar, lejos.
Entonces se dio cuenta de algo.
-Wurden...
-...otro día, sí, desde luego, pero ¿hoy? No, hoy no. No conseguiremos nada muriendo inútilmente. Por supuesto que... eh, ¿si?
-¿Podrías... por favor, bajarme?
-Claro.
El monje la dejó en el suelo con cuidado y, tras asegurarse de que corría, siguió con su disertación.
lunes, 18 de enero de 2010
Rabia
Cuando vió caer a Sir Drognak, Gery, tuvo que hacer un esfuerzo por no gritar. Negel era mucho más poderoso de lo que le habían supuesto y eso que siempre estuvieron seguros de que se trataba de una mala bestia.
La rabia la indundó hasta un nivel al que nunca había pensado que llegaría y su respiración se volvío cada vez más entrecortada. Sabía que lo que debía hacer era ir contra ese cabrón aunque su vida le fuera en ello, lo cual sería lo más probable, pero... había algo que se lo impedía. La cabeza le ardía y no podía pensar, odiaba cuando le pasaba eso.
En ese preciso instante, Mornan, la sacó de su ensimismamiento:
- Entonces, ¿qué? Vamos, ¿no? - dijo mientras miraba a Sam. Gery no pudo más que sonreir, ese entrañable mamonazo aún conseguía sorprenderla después de los años.
- Mornan... No.
- Pero... Sam...
- ¡No, Mornan!
Gery miró a Sam a los ojos y esta le devolvió la mirada y ambas descubrieron que pensaban lo mismo. En sus ojos, vidriosos por las lágrimas contenidas, había la misma rabia y el mismo dolor, la misma desesperación, pero también la misma duda que en los de Gery. Las dos miraron a Mornan y los tres se dieron cuenta de lo que había que hacer. Siempre había pensado que su final habría de ser en un campo de batalla como aquel, rodeada de sus compañeros, y no en una cómoda cama, como la remilgada señorita que su padre habría querido que fuera.
Por encima del estruendo de la batalla y del incesable cacareteo de Wurden, al cual llevaba ignorando un rato, aunque no sabría por cuanto tiempo más podría seguir haciéndolo, escuchó la voz de Yank "...Javea...". Sólo eso bastó para que se decidiera de una vez. Pensó en toda la gente a la que iba a decepcionar: sus amigos, sus hermanos Aaron y Renly... Renly. Renly, quien más confiaba en ella, quien había dado su vida por salvar la de ellos. Las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas manchadas de sangre, sudor y polvo mientras un grito gutural y desesperado surgía de lo más profundo de sus entrañas. Miró a Sam por última vez y mascullando un sonoro "¡Joder!" bajó la cabeza, mientras salía en pos de Mornan sin mirar atrás.
Con cada paso pensaba más en Renly y en la última vez que le vió. Fue en el bosque, cuando iban en busca de Javea. Su hermano luchaba para que ellos pudieran escapar y salvar a su amiga. "¡Gery! ¡Protege a Javea!" esas fueron las últimas palabras que le oyó pronunciar y vaya sí iba a cumplirlas, aunque le fuese la vida en ello. Ya se había enfrentado a Kelgar en su momento por esas palabras y aunque no salió bien parada lo volvería a hacer mil veces. Ahora era más fuerte y cada vez lo sería más. Puede que después de todo, Renly, aún no estuviera decepcionado.
La rabia la indundó hasta un nivel al que nunca había pensado que llegaría y su respiración se volvío cada vez más entrecortada. Sabía que lo que debía hacer era ir contra ese cabrón aunque su vida le fuera en ello, lo cual sería lo más probable, pero... había algo que se lo impedía. La cabeza le ardía y no podía pensar, odiaba cuando le pasaba eso.
En ese preciso instante, Mornan, la sacó de su ensimismamiento:
- Entonces, ¿qué? Vamos, ¿no? - dijo mientras miraba a Sam. Gery no pudo más que sonreir, ese entrañable mamonazo aún conseguía sorprenderla después de los años.
- Mornan... No.
- Pero... Sam...
- ¡No, Mornan!
Gery miró a Sam a los ojos y esta le devolvió la mirada y ambas descubrieron que pensaban lo mismo. En sus ojos, vidriosos por las lágrimas contenidas, había la misma rabia y el mismo dolor, la misma desesperación, pero también la misma duda que en los de Gery. Las dos miraron a Mornan y los tres se dieron cuenta de lo que había que hacer. Siempre había pensado que su final habría de ser en un campo de batalla como aquel, rodeada de sus compañeros, y no en una cómoda cama, como la remilgada señorita que su padre habría querido que fuera.
Por encima del estruendo de la batalla y del incesable cacareteo de Wurden, al cual llevaba ignorando un rato, aunque no sabría por cuanto tiempo más podría seguir haciéndolo, escuchó la voz de Yank "...Javea...". Sólo eso bastó para que se decidiera de una vez. Pensó en toda la gente a la que iba a decepcionar: sus amigos, sus hermanos Aaron y Renly... Renly. Renly, quien más confiaba en ella, quien había dado su vida por salvar la de ellos. Las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas manchadas de sangre, sudor y polvo mientras un grito gutural y desesperado surgía de lo más profundo de sus entrañas. Miró a Sam por última vez y mascullando un sonoro "¡Joder!" bajó la cabeza, mientras salía en pos de Mornan sin mirar atrás.
Con cada paso pensaba más en Renly y en la última vez que le vió. Fue en el bosque, cuando iban en busca de Javea. Su hermano luchaba para que ellos pudieran escapar y salvar a su amiga. "¡Gery! ¡Protege a Javea!" esas fueron las últimas palabras que le oyó pronunciar y vaya sí iba a cumplirlas, aunque le fuese la vida en ello. Ya se había enfrentado a Kelgar en su momento por esas palabras y aunque no salió bien parada lo volvería a hacer mil veces. Ahora era más fuerte y cada vez lo sería más. Puede que después de todo, Renly, aún no estuviera decepcionado.
Un recuerdo y una caída
- Por cierto. Que sepas que te has pasado.
- ¿Qué?
- Que te has pasado. Con los chicos, digo.
- No sé a qué te refieres.
- Han estado a punto de morir varias veces por salvarme. Creo que se merecen un poco más de respeto aunque sólo sea por eso. No es necesario ni útil para la moral que les ningunees. Quizá no hayan completado su formación en el ejército, pero sin duda son mucho más competentes que la mayoría de tus reclutas.
- Lo sé... Lo siento Javea. Estamos en una situación crítica y sabes que los modales no son mi fuerte.
- Sé que no, pero intenta portarte mejor con ellos de ahora en adelante. Les debo la vida.
- Lo intentaré, pero deja de mirarme así. A veces pareces mi madre y sólo tienes 20 años.
***
Javea despertó de su ensimismamiento al mismo tiempo que una enorme roca golpeaba la base de la muralla sobre la que se encaramaba. A sus pies, miles de combatientes se afanaban por matar el mayor número de enemigos posible. A varios cientos de metros en línea recta, sus amigos se estaban jugando la vida.
- Milady, los gigantes están acercándose a la muralla. Debe descender a donde se encuentre más segura.
- No puedo irme todavía. Espera cinco minutos por favor.
- Milady, debo insistir. Las órdenes de Ser Drognak son ...
Una enorme roca golpeó justo unos metros por debajo de donde la consejera se encontraba, resquebrajando la estructura y provocando un derrumbamiento que arrojó a los subidos a la muralla hacia el interior de la ciudad, en caída libre de 10 metros. Javea notó cómo el suelo se desmoronaba bajo sus pies, perdiendo el equilibrio y precipitándose hacia el vacío.
Fueron unos segundos de absoluto pánico. Luego una eternidad de oscuridad y dolor.
- ¿Qué?
- Que te has pasado. Con los chicos, digo.
- No sé a qué te refieres.
- Han estado a punto de morir varias veces por salvarme. Creo que se merecen un poco más de respeto aunque sólo sea por eso. No es necesario ni útil para la moral que les ningunees. Quizá no hayan completado su formación en el ejército, pero sin duda son mucho más competentes que la mayoría de tus reclutas.
- Lo sé... Lo siento Javea. Estamos en una situación crítica y sabes que los modales no son mi fuerte.
- Sé que no, pero intenta portarte mejor con ellos de ahora en adelante. Les debo la vida.
- Lo intentaré, pero deja de mirarme así. A veces pareces mi madre y sólo tienes 20 años.
Javea despertó de su ensimismamiento al mismo tiempo que una enorme roca golpeaba la base de la muralla sobre la que se encaramaba. A sus pies, miles de combatientes se afanaban por matar el mayor número de enemigos posible. A varios cientos de metros en línea recta, sus amigos se estaban jugando la vida.
- Milady, los gigantes están acercándose a la muralla. Debe descender a donde se encuentre más segura.
- No puedo irme todavía. Espera cinco minutos por favor.
- Milady, debo insistir. Las órdenes de Ser Drognak son ...
Una enorme roca golpeó justo unos metros por debajo de donde la consejera se encontraba, resquebrajando la estructura y provocando un derrumbamiento que arrojó a los subidos a la muralla hacia el interior de la ciudad, en caída libre de 10 metros. Javea notó cómo el suelo se desmoronaba bajo sus pies, perdiendo el equilibrio y precipitándose hacia el vacío.
Fueron unos segundos de absoluto pánico. Luego una eternidad de oscuridad y dolor.
domingo, 17 de enero de 2010
La taberna del Trol Aullador
Ambiente cargado, humo en mayor proporción que aire, suficiente ruido como para no poder oír tus propios pensamientos y un olor a sebo impregnándolo todo. Sí, definitivamente aquella debía ser la taberna del Trol Aullador. Humanos de distintas clases bebían y gritaban por todas partes. Un grupo de enanos no se quedaba atrás, jaleando y golpeando la mesa con fuerza cada vez que uno de sus compañeros apuraba su jarra.
-Encantador. Ahora... ¿donde estáis...? -susurró, mirando alrededor.
Un brazo se alzó de entre la marea de gente. Mornan le hacía señas, llamándola. Al acercarse vio que le hacía un sitio entre él y Yank. "Maldito Mornan, siempre tan descarado", pensó.
-Hola, ¿lleváis mucho esperando?
-No, no, poco. Voy por la segunda ronda... así que ellos aún están con la primera -sonrió ampliamente-. Verás, Wurden y yo estábamos teniendo una interesante conversación con Yank...
Samlara tuvo un mal presentimiento. Margaery, situada frente a ella, miraba hacia otro lado mientras sonreía, tapándose la cara con la jarra al beber. Wurden, al lado de Margaery y frente a Yank, tenía una curiosa mirada en los ojos, similar a la de un niño que planea una travesura. Mornan empezaba a adquirir su "mirada de taberna", como a él le gustaba llamarla. En cuanto a Yank, su expresión era inescrutable. Tan pronto como se sentó, se dirigió a ella:
-Samlara, decían algo de que no te encontrabas bien... ¿es cierto, te sucede algo?
-Eh... no... nada...
-Sí que te sucede algo Sam, ¿eh? ¿No quieres decir nada?
-No se de que me hablas... -un ligero rubor asomó por sus mejillas.
-Escucha Yank, eh... perdona Sam, ¿me cambias el sitio?
-Como quieras... -aturullada, Samlara cambió el sitio con Mornan y se centró en la jarra que le acababan de servir, teniendo cuidado de escuchar las palabras de Mornan.
-Escucha granjero, creo que deberías acompañarla a su dormitorio...
-¿Por qué? ¿Está cansada, tiene algún problema? -preguntó, extrañado, el explorador.
-Joder, ¿es que no te enteras? La tien... -Samlara pisó con fuerza el pié de Mornan- ¡Auh, mierda! -exclamó Mornan, girándose hacia su repentina agresora, quien le miraba fijamente, los ojos abiertos como platos.
-¡Coño Sam, no sabrás manejar tu porra, pero bien que pisas! ¿Qué te pasa ahora? -susurró indignado Mornan, inclinándose hacia Samlara.
-¿Eres idiota? ¿Se puede saber qué demonios le estás diciendo?
-Pues que quieres que le diga, sólo intento...
El sonido de un cuerno le interrumpió, extendiendo un manto de silencio en la taberna. Durante unos pocos segundos, nadie se movió. Miradas nerviosas recorrieron el lugar. Finalmente, un grupo cercano a la puerta se levantó y, como liberados de una fuerza invisible que les oprimía, el resto de la gente les imitó.
-Vayamos fuera a ver que sucede. Aunque creo que ya lo sabemos. -sugirió Margaery.
Recogieron sus cosas y salieron, rápido, en silencio, la alegría del momento acallada por un sonido de cuerno.
Ya en el exterior se dirigieron hacia la muralla, donde se hicieron un hueco tras las almenas. Lejos, aunque no tanto como sería deseado, se veía un mar de pequeñas antorchas, moviéndose por la tierra como un ejército de temibles luciérnagas. Un jinete se aproximaba a la ciudad, blandiendo una bandera blanca.
-Es el ejército orco -masculló Yank.
-No se entonces si son buenas o malas noticias... -dijo Samlara fijándose en el jinete.
-Malas. Siempre. Los orcos y las buenas noticias sólo van juntos si los primeros están muertos -Wurden escupió al suelo tras pronunciar estas palabras.
El jinete traspasó las puertas de las ciudad. Sir Drognak le esperaba al otro lado.
-Si fuera yo el que está abajo, le cortaría la cabeza -dijo Wurden.
-Menos mal que no eres tú el que está abajo... -respondió Yank, entre dientes.
Nadie añadió nada más. Se apresuraron a bajar para reunirse con Sir Drognak, impacientes por conocer las palabras del mensajero.
-Encantador. Ahora... ¿donde estáis...? -susurró, mirando alrededor.
Un brazo se alzó de entre la marea de gente. Mornan le hacía señas, llamándola. Al acercarse vio que le hacía un sitio entre él y Yank. "Maldito Mornan, siempre tan descarado", pensó.
-Hola, ¿lleváis mucho esperando?
-No, no, poco. Voy por la segunda ronda... así que ellos aún están con la primera -sonrió ampliamente-. Verás, Wurden y yo estábamos teniendo una interesante conversación con Yank...
Samlara tuvo un mal presentimiento. Margaery, situada frente a ella, miraba hacia otro lado mientras sonreía, tapándose la cara con la jarra al beber. Wurden, al lado de Margaery y frente a Yank, tenía una curiosa mirada en los ojos, similar a la de un niño que planea una travesura. Mornan empezaba a adquirir su "mirada de taberna", como a él le gustaba llamarla. En cuanto a Yank, su expresión era inescrutable. Tan pronto como se sentó, se dirigió a ella:
-Samlara, decían algo de que no te encontrabas bien... ¿es cierto, te sucede algo?
-Eh... no... nada...
-Sí que te sucede algo Sam, ¿eh? ¿No quieres decir nada?
-No se de que me hablas... -un ligero rubor asomó por sus mejillas.
-Escucha Yank, eh... perdona Sam, ¿me cambias el sitio?
-Como quieras... -aturullada, Samlara cambió el sitio con Mornan y se centró en la jarra que le acababan de servir, teniendo cuidado de escuchar las palabras de Mornan.
-Escucha granjero, creo que deberías acompañarla a su dormitorio...
-¿Por qué? ¿Está cansada, tiene algún problema? -preguntó, extrañado, el explorador.
-Joder, ¿es que no te enteras? La tien... -Samlara pisó con fuerza el pié de Mornan- ¡Auh, mierda! -exclamó Mornan, girándose hacia su repentina agresora, quien le miraba fijamente, los ojos abiertos como platos.
-¡Coño Sam, no sabrás manejar tu porra, pero bien que pisas! ¿Qué te pasa ahora? -susurró indignado Mornan, inclinándose hacia Samlara.
-¿Eres idiota? ¿Se puede saber qué demonios le estás diciendo?
-Pues que quieres que le diga, sólo intento...
El sonido de un cuerno le interrumpió, extendiendo un manto de silencio en la taberna. Durante unos pocos segundos, nadie se movió. Miradas nerviosas recorrieron el lugar. Finalmente, un grupo cercano a la puerta se levantó y, como liberados de una fuerza invisible que les oprimía, el resto de la gente les imitó.
-Vayamos fuera a ver que sucede. Aunque creo que ya lo sabemos. -sugirió Margaery.
Recogieron sus cosas y salieron, rápido, en silencio, la alegría del momento acallada por un sonido de cuerno.
Ya en el exterior se dirigieron hacia la muralla, donde se hicieron un hueco tras las almenas. Lejos, aunque no tanto como sería deseado, se veía un mar de pequeñas antorchas, moviéndose por la tierra como un ejército de temibles luciérnagas. Un jinete se aproximaba a la ciudad, blandiendo una bandera blanca.
-Es el ejército orco -masculló Yank.
-No se entonces si son buenas o malas noticias... -dijo Samlara fijándose en el jinete.
-Malas. Siempre. Los orcos y las buenas noticias sólo van juntos si los primeros están muertos -Wurden escupió al suelo tras pronunciar estas palabras.
El jinete traspasó las puertas de las ciudad. Sir Drognak le esperaba al otro lado.
-Si fuera yo el que está abajo, le cortaría la cabeza -dijo Wurden.
-Menos mal que no eres tú el que está abajo... -respondió Yank, entre dientes.
Nadie añadió nada más. Se apresuraron a bajar para reunirse con Sir Drognak, impacientes por conocer las palabras del mensajero.
domingo, 10 de enero de 2010
Arrogancia, polvo y recuerdos
- "¿Qué se cree que soy, idiota?" Pues igual sí que es un poco idiota, señor "Soy-un-estirado-incapaz-de-mirar-a-los-demás-con-respeto" Drognak. Menudo imbécil. Hacemos todo este camino para traerle un mensaje y ofrecer nuestra ayuda y así nos lo agradece. Oh, pero sí tiene palabras amables para Javea, claro. Todos tienen palabras amables para Javea. Por supuesto. Bah.
Recogió las mangas de su vestido, y tomando agua de la jofaina, empezó a limpiarse.
- Al menos tiene la suficiente cortesía como para proporcionarnos una habitación y agua para poder quitarnos un poco el polvo del camino. ¿Sabes qué, Gery? Creo que los nobles pasan demasiado tiempo en sus cerrados grupos exclusivos de alta sociedad. Se olvidan del mundo de ahí fuera. Creídos relamidos... Hum, no te lo tomes a mal, por cierto, no tiene nada que ver contigo.
- No hay problema.
- En fin... supongo que estoy exagerando un poco... es sólo que después de estos días ser recibidos tan fríamente es un poco... bueno, en cualquier caso, si Levo confía en él, sus razones tendrá, supongo. Aaah... creo que me sentaría bien poder descansar un poco...
Tomó agua formando un cuenco con las manos y hundió la cara en el. Lentamente, dejó que el agua escapase por entre sus dedos, llevándose consigo una parte del cansancio y del polvo del viaje. Relajada, observó la vasija, donde el reflejo de unos ojos cansados le devolvió la mirada. Unos ojos cansados...
...
Selurian le miraba directamente, sin pestañear. El anciano tenía la mirada triste, cansada, pero firme. Sus labios formaban una expresión severa, extraña de ver en su rostro habitualmente amable.
- No.
- Pero, Selu...
- No.
- ¿Por qué? ¡Dame al menos alguna razón!
- Porque no. Simplemente porque ahí no encontrarás lo que buscas.
- ¡Lo que busco es poder ayudar a los demás! ¿No es eso justamente lo que Sira espera de nosotros? ¿Consolar al perdido, ayudar al débil?
- No encontrarás lo que buscas. No insistas. Tu lugar está aquí, con Zoe, conmigo y con nuestra congregación. Aquí es donde realmente puedes ayudar. Aquí es donde te necesitamos.
- Pero... en el frente hay gente muriendo a centenares, gente que necesita nuestra ayuda más que un granjero que tiene una vaca enferma.
- ¿Acaso desprecias al granjero frente al guerrero?
- Sabes que no es eso...
Selurian se pasó la mano por la cara, cansado. Sabía que aquel día iba a llegar, tarde o temprano. Lo había visto en su cara, desde que era un chiquilla. Desde el mismo día en que la encontró.
- No.
Samlara miró unos segundos a su mentor antes de darse la vuelta y salir de su despacho. La pesada puerta de madera se cerró tras ella con un violento golpe.
Solo en su despacho, el sacerdote dirigió su mirada a la pequeña estatuilla de Sira que presidía la chimenea. Sus ojos ciegos, benevolentes, miraban sonriendo hacia delante, la mano extendida ofreciendo apoyo a un hipotético desvalido.
Sí, sabía que aquel día iba a llegar, y sabía lo que aquello significaba.
En silencio, el anciano lloró.
Recogió las mangas de su vestido, y tomando agua de la jofaina, empezó a limpiarse.
- Al menos tiene la suficiente cortesía como para proporcionarnos una habitación y agua para poder quitarnos un poco el polvo del camino. ¿Sabes qué, Gery? Creo que los nobles pasan demasiado tiempo en sus cerrados grupos exclusivos de alta sociedad. Se olvidan del mundo de ahí fuera. Creídos relamidos... Hum, no te lo tomes a mal, por cierto, no tiene nada que ver contigo.
- No hay problema.
- En fin... supongo que estoy exagerando un poco... es sólo que después de estos días ser recibidos tan fríamente es un poco... bueno, en cualquier caso, si Levo confía en él, sus razones tendrá, supongo. Aaah... creo que me sentaría bien poder descansar un poco...
Tomó agua formando un cuenco con las manos y hundió la cara en el. Lentamente, dejó que el agua escapase por entre sus dedos, llevándose consigo una parte del cansancio y del polvo del viaje. Relajada, observó la vasija, donde el reflejo de unos ojos cansados le devolvió la mirada. Unos ojos cansados...
...
Selurian le miraba directamente, sin pestañear. El anciano tenía la mirada triste, cansada, pero firme. Sus labios formaban una expresión severa, extraña de ver en su rostro habitualmente amable.
- No.
- Pero, Selu...
- No.
- ¿Por qué? ¡Dame al menos alguna razón!
- Porque no. Simplemente porque ahí no encontrarás lo que buscas.
- ¡Lo que busco es poder ayudar a los demás! ¿No es eso justamente lo que Sira espera de nosotros? ¿Consolar al perdido, ayudar al débil?
- No encontrarás lo que buscas. No insistas. Tu lugar está aquí, con Zoe, conmigo y con nuestra congregación. Aquí es donde realmente puedes ayudar. Aquí es donde te necesitamos.
- Pero... en el frente hay gente muriendo a centenares, gente que necesita nuestra ayuda más que un granjero que tiene una vaca enferma.
- ¿Acaso desprecias al granjero frente al guerrero?
- Sabes que no es eso...
Selurian se pasó la mano por la cara, cansado. Sabía que aquel día iba a llegar, tarde o temprano. Lo había visto en su cara, desde que era un chiquilla. Desde el mismo día en que la encontró.
- No.
Samlara miró unos segundos a su mentor antes de darse la vuelta y salir de su despacho. La pesada puerta de madera se cerró tras ella con un violento golpe.
Solo en su despacho, el sacerdote dirigió su mirada a la pequeña estatuilla de Sira que presidía la chimenea. Sus ojos ciegos, benevolentes, miraban sonriendo hacia delante, la mano extendida ofreciendo apoyo a un hipotético desvalido.
Sí, sabía que aquel día iba a llegar, y sabía lo que aquello significaba.
En silencio, el anciano lloró.
Suscribirse a:
Entradas (Atom)