miércoles, 27 de octubre de 2010

El viaje comienza...

Sangre, acero mellado y maldad a partes iguales inundaban la estancia. Los cinco, aún con vida, se debatían en un fragor que no parecía presagiar nada bueno. El titán aparecía como un formidable adversario, de fuerza imposible y destreza tan honda como la negrura que despedía su figura, fiel reflejo de la oscura magia que lo abrazaba desde los abismos.

Jhaled, el hechicero, yacía inerte, presa de un desconocido encantamiento, quién sabe si ya embarcado en el último viaje hacia las lejanas orillas. Tras el umbral, Gaery, malherida, e Ivy, con presteza y valor sin igual, se debatían con sumo esfuerzo por contener al invisible enemigo.

"Sucio bastardo..." masculló Mornan entre dientes, con verdadero odio, presa de la más vil de las emociones, del más honesto sentimiento de venganza. "Has osado atacar al más puro ser que la Tierra habita, has disfrutado con su sufrimiento... Que Sira me perdone... pues yo haré lo mismo con el tuyo..."

Y así, mientras Zoe, cérea y paralizada de intensísimo dolor, se atenazaba contra la pared, Mornan se abalanzó para hendir a Destripadora por última vez en aquel siervo del mal. Pero no era éste el momento de la proeza. En un movimiento que el impetuoso guerrero jamás llegaría siquiera a percibir, el enorme tridente de Melgar atravesó su garganta como si de una verde brizna se tratara. Su cuerpo cayó, sin vida. A dos metros, arrojada con furia tras el impacto, la cabeza rodó conservando aún una mirada de ira, ahora ya vacía.

Una indescriptible sensación de paz inundó todo su ser. El cálido aliento que sobreviene a quien vuelve al hogar. La certeza de que lo desconocido se torna veraz. La percepción de que, lo que creía imposible, ocurría: Mornan conocía el amor. Un amor que sólo una diosa puede dar. De una forma que sólo el alma puede recibir. Pero lo que Mornan no esperaba al final de la luz era la figura que, difusa, se acercaba con los brazos bien abiertos...

"Sa... Sam...¿?" Perplejo, y henchido de una emoción simplemente inexplicable, corrió como sólo un crío puede hacer para encontrarse con una hermana perdida y largamente esperada. "Mucho de qué hablar, pero poco tiempo para ello", susurró Sam entre lágrimas.

"¿Poco? ¿Acaso la eternidad se te antoja escasa, jovencita?", musitó embargado por la felicidad más absoluta, contemplando el infinito en el rostro de la clérigo.

"Verás... parece que Sira aún tiene planes para ti, y no precisamente celestiales. Éste es para mí el más bello de los presentes. Así, su voluntad mediante, y a través de la poderosa aura de Nina, si así lo deseas...

"Espera. Alto... Me estás diciendo que... ¿Y por qué yo?"

"No me corresponde a mí responder a esa pregunta... Sin embargo... sí, como ves, no ha llegado tu hora, grandullón. Y por lo que leo en tus ojos, quieres volver. Así sea. Y no llores, volveremos a vernos, no lo dudes. No recordarás nada, sólo sentirás paz y fuerzas renovadas... Os echo de menos... Por cierto, incluso muerto, ¡sigues siendo muy feo!"

Y, mientras las lágrimas se adueñaban de su rostro, con un guiño y una sonrisa pícara no exenta de verdad y tristeza, la que fue su faro en la Tierra se despidió con una ternura de la que no se sabía capaz.

El espíritu del tosco guerrero habitaba de nuevo su cuerpo. Largos fueron los relatos acerca del legendario combate de Gaery (uno más, pues sus victorias ya no podían ser contadas fácilmente) y los demás. De cómo Zoe, extenuada al borde de la muerte, había ofrecido hasta la última de sus energías en pro de sus amigos. Y muchos y buenos los momentos que sucedieron a un reencuentro que sobrecogió al equipo, unidos más que nunca frente a un enemigo que se antojaba mitológico. Una amistad que comenzaba a forjar un grupo tan sólido como una roca.

Mornan se sentía algo más débil, pero presa de una vitalidad y firmeza inconmensurables. Ahora, más que nunca, tenía una meta. Y sólo la voluntad de un dios podría enfrentarlas.




3 comentarios:

Kineas dijo...

Uhm, mola el relato, aunque me temo que Sira no ha tenido nada que ver con el hecho de que sigas vivo.

La deidad tutelar del ejército de Bayes es la diosa de la guerra y las causas justas: Renna. Nina es un escudo de Bayes (o lo fue, no lo tenéis muy claro) así que Sira no figura en el cuadro.

Ahora, quizá lo que tuvo Mornan fue una visión y confundió las cosas, tampoco pasa nada.

;)

InsertCoin dijo...

Peeero lo que Mornan vio fue ni más ni menos que el espíritu guía que Sira envió para recoger a su caballero y conducirlo a las infinitas salas del fuego perpetuo.

Si bien es cierto que Sira no tuvo nada que ver en su vuelta, sino más bien, como dice K, Nina, merced a los poderes otorgados por su diosa, Renna.

Ahora bien, Sira, al ver que Mornan es resucitado, puede haber pensado en "algunos planes" para él (ya sean realmente unos planes específicos, o simplemente que continúe con su labor), por lo que la visión puede ser cierta.

En resumen: salvo el pequeño fallete de interpretación de la resurrección, el episodio es válido, yo creo. Y, lo que es más, a mi me ha FUCKING ENCANTADO. Un tanto recargadillo a veces, pero me ha gustado MUCHO. Casi se me salta una lagrimilla xD.

PD: yo había pensado en escribirlo (muy parecido, la verdad xD) pero en vez de Sam venía a recogerte un ángel menor, diciéndote que te esperaban al otro lado. Me ha gustado lo de Sam.

PD2: cuidadín con el tema de la religión en el dnd! Es fácil confundirla con nuestra religión, y tienen poco que ver.

mu dijo...

Mmm, lo de Renna lo pensé muy seriamente, pero la idea de meter a Sira de por medio me cegó, debo admitirlo. En cualquier caso, aunque no lo explico de ninguna forma, se me ocurrió la posibilidad de un pacto Renna-Sira, mediante el cual se llevaba a cabo la resurrección. Obra de Renna, consentimiento de Sira, algo así. No sé si es o puede ser válido...

La interpretación teológica ya si que me es desconocida, me debería empapar el tema para intentar comprenderlo.

Yo si que echo de menos a Sam... y Mornan más!!!