sábado, 28 de noviembre de 2009

Samlara II

- ¿Qué es lo que te ha dicho?
- Me ha preguntado acerca de mi viaje, me ha dado su bendición y después... después me he sentido en paz...

Miró a Mornan. Ciertamente, parecía más relajado. Se apreciaban asimismo ligeros cambios en su aspecto, la palidez que le acompañaba anteriormente parecía haber remitido, sus ojos brillaban de nuevo con la energía de la juventud y sus hombros erguidos habían vuelto a recuperar su porte orgulloso y desafiante.

La comprensión de lo sucedido estalló en su mente. Sintió como la carga que la oprimía se liberaba, dejándola flotar en un estado de felicidad. Su mente repetía una y otra vez las palabras "gracias Sira", incapaz de pensar en nada. Abrazó a Mornan, conteniendo las ganas de llorar de alegría.

Salieron del templo. El atardecer pintaba de un naranja rojizo la plaza. Una suave brisa levantaba las hojas caídas de los árboles, jugando a bailar con ellas. Al otro lado, un grupo de niños huían de dos niñas que les perseguían, chillando algo ininteligible. La situación le trajo a la memoria recuerdos de su infancia, jugando con Zoe por las calles de Red Hook, cuando conseguían huir de la severa vigilancia de Selu... ¿Cómo estarían las cosas en su hogar? ¿Qué tal estaría su hermana? ¿Habrían recibido bien sus mensajes?

- Vayamos a buscar a los demás, quizás hayan conseguido sacar algo de dinero por toda aquella chatarra.

El pragmático monje la sacó de su ensimismamiento. Inspirando profundamente, se llenó los pulmones de aquel aire cargado de vida. Realmente, se sentía feliz.

jueves, 12 de noviembre de 2009

Samlara I

- ¡Vienen! ¡Vienen! ¡Salid de ahí!

El grito de Mornan llegó amortiguado al interior de la cabaña. Samlara notó como si una mano fría le agarrara las tripas hasta el punto de hacerle sentir náuseas.

- Esto no es más que una bodega, aquí no encontraremos nada...

Inmediatamente, Margaery echó a correr hacia la otra cabaña. Wurden arrojó la improvisada antorcha al interior del sótano y, dándose media vuelta, siguió sus pasos. Trastabillando, Samlara salió al exterior.

Aturdida, observó como Mornan daba saltos y movía los brazos intentando llamar la atención de un grupo de no-muertos que habían salido del límite del bosque. En aquel momento, supo que su instinto no le había fallado. En Mornan habitaba el corazón de un héroe.

Yank, desde la playa, cerca del bote, les miraba sin entender muy bien que hacía ninguno de ellos. Cruzó la vista con él y vió como éste le indicaba que le siguiera "vamos, vamos, llámales, salgamos de aquí".

Dudó. No tenía la más mínima intención de enfrentarse de nuevo a aquellas criaturas si podía evitarlo, pero Margaery y el muy debilitado Wurden podían encontrarse en serios problemas si les atrapaban en aquella choza. Suspiró y pensó que la decisión, en el fondo, estaba tomada. Casi cerrando los ojos y agarrando con fuerza su símbolo sagrado ("Sira, dame fuerzas") corrió tras sus compañeros. Mientras corría, llegaron hasta sus oídos palabras pronunciadas, sin duda, por el explorador: "¡¡locos... joder... que os jodan... locos...!!"

lunes, 9 de noviembre de 2009

Saber Local - Dianne Levin

Dianne Levin, condesa de Vaast y viuda del Conde Magnus Levin, gobierna la región más extensa de Bayes desde que hace veinte años su marido perdiese la vida en una partida de caza.

El hecho de que el luto durase apenas un mes y de que al cabo de un año Dianne tuviese un hijo, hizo que muchas voces protestasen en la ciudad y se hablase con insistencia en tabernas y plazas de las extrañas circunstancias en que el querido Conde había muerto. Misteriosamente también, las voces más públicas de entre las desafiantes callaron o abandonaron la ciudad al poco tiempo.

En la actualidad, Vaast vive una etapa de tranquilidad pese a ser la ciudad más cercana al frente élfico. Hace años que no se ven a los de las orejas picudas en la zona, y la economía florece entre las clases cultas, lo que hace que Dianne vuelva a tener muy buena consideración entre el pueblo. La condesa es, sin duda, la mejor relaciones públicas del Concordato disponiendo en todo momento un grupo de artistas que cantan o cuentan alabanzas de su mandato dondequiera que van. Como consecuencia de estas políticas de inmigración, la ciudad es la que más ha crecido en los últimos tiempos.

miércoles, 4 de noviembre de 2009

Samlara - Sira III

- Bueno, si te refieres a si hay alguna orden de paladines, sí, así es. Es la sagrada Orden de los Caballeros Defensores, pero es más bien minoritaria y en muchos sitios prácticamente inexistente. Debido a que Sira prefiere no utilizar la violencia salvo como último recurso y como muchos hombres sienten que seguir a mi diosa es, por decirlo de alguna forma, poco viril, la orden está prácticamente compuesta en su totalidad por mujeres.
- ¿Mujeres paladín? ¡Ja ja ja! ¡Como combatan igual que tu, no hay duda de que tu diosa aceptará mi ayuda! Manejas la maza como si fuera una porra, la mueves de un lado a otro como espantando moscas... ¡Ja ja ja!
- Humm... - un ligero rubor apareció en las mejillas de Samlara, mezcla de enojo y vergüenza. - Pero dime, es la segunda vez que me mencionas que quieres ayudar a Sira, ¿estás acaso pensando en ponerte a Su servicio?
- ¡Mornan no se pone al servicio de nadie excepto de si mismo! No, no, más bien estaba pensando en un tipo de... colaboración. Me resulta curioso como hablas de ella, y la fuerza que parece infundirte... Bien, no se hable más, ¿cómo hago para ingresar en esa orden? ¿Tú me hechas agua por encima o algo?
- Eh, no, espera... yo no tengo nada que ver con los Defensores... imagino que tendrías que hablar con la Gran Maestre, que se encuentra en Crow... a no ser que...
- ¿A no ser que qué?
- Hay una isla, que en teoría no debería quedar lejos de aquí, donde más de una vez Sira se ha aparecido a sus fieles. De hecho, la historia completa es curiosa, puesto que...
- ¿Y eso que significa para mi? ¿Hablarás con ella para que me acepte?
- No, Mornan. Tú hablarás con Ella. Y Ella te dirá lo que tenga que decirte.
- Me parece bien. Vamos a esa isla.
- Mmm, vayamos a ver a Aaron, a ver si sabe de que isla le hablo, y donde se encuentra...
- Bien, bien. Estupendo. No perdamos el tiempo. Cuanto antes llegue, antes me aceptará y antes podremos continuar nuestro viaje.

Empezaron a encaminarse hacia el timón, donde se encontraba Aaron.

- Por cierto, Mornan...
- ¿Si?
- ¿Crees que debería dejarme crecer el pelo...?

martes, 3 de noviembre de 2009

Samlara - Sira II

- ¿Sabes, Mornan? Sira es... como una madre.
A diferencia de otros dioses, que sólo se preocupan de su estado entre sus iguales, o de guerras intestinas para conseguir más poder, Sira se preocupa por nosotros. Ella es una de las pocas fuerzas que se ponen a nuestro favor cuando los dioses juegan con nuestros destinos. Vulgarmente se la conoce como "La diosa del hogar" o incluso... ¿cómo la llamáis vosotros...?
- ¿La diosa escoba?
- Si, eso es, tienen varios apelativos ofensivos en ese sentido... Pero es mucho más que eso. Es la diosa de la vida. La que reparte buena estrella en los partos, la que vela por la seguridad del hogar y espanta a los malos espíritus, la que protege a los enfermos y les infunde valor para seguir adelante. La que guía a niños perdidos y asustados y les acoge en su seno...
- Comprendo...
- Sabrás, quizás, que es una de las diosas más extendidas entre las amas de casa. Esa elección no es casual. Sira siente como suyo el amor que nosotros los mortales profesamos por los demás. El amor por un pariente, por un hijo, por un padre o por un amante, es música para Ella, y cuida de que la melodía no acabe en tanto sea posible.
Por su naturaleza, no hay preferencia entre sus seguidores, ni por raza ni por sexo. Si bien es cierto que, por las razones que te he expuesto anteriormente, normalmente cuenta con más seguidoras que seguidores. Por supuesto, aquellos que sólo albergan odio y miseria en sus corazones ni buscan ni quieren el abrazo de Sira.
- Y es contra ellos contra los que Sira lucha, claro.
- No exactamente. Nosotros, sus clérigos, no tenemos tanto como misión destruir al mal, como más bien reforzar al bien. Ayudar a una población a recuperarse de, digamos, una incursión es preferible a dar caza a aquellos que la han causado. Hay ocasiones en las que, no obstante, no queda más remedio que emplear el fuego para combatir al fuego.
- ¿Combatir al fuego con fuego, eh? Violencia, ¿eh? De eso entiendo. Yo podría serle útil a tu diosa con la violencia. ¿Hay algún grupo de guerreros que combatan por Sira?
- Bueno, si te refieres a si hay alguna orden de paladines, sí, así es. Es la sagrada Orden de los Caballeros Defensores, pero es más bien minoritaria y en muchos sitios prácticamente inexistente. Debido a que Sira prefiere no utilizar la violencia salvo como último recurso y como muchos hombres sienten que seguir a mi diosa es, por decirlo de alguna forma, poco viril, la orden está prácticamente compuesta en su totalidad por mujeres.

lunes, 2 de noviembre de 2009

Samlara - Sira I

El viento, fresco y salado, acariciaba la cara de Samlara. Apoyada en la barandilla del costado de babor, sus pensamientos se mecían al mismo ritmo que el barco. Pensaba en todo lo que había sucedido, en todos los que habían caído. Demasiados acontecimientos, o demasiado rápidos para reaccionar a tiempo. Todo aquello le venía grande. Intentaba que los demás no se dieran cuenta, pero lo cierto era que estaba asustada. No era la muerte, o al menos no era sólo eso, era la sensación de que todo aquello formaba parte de un conjunto que desembocaría en algo mucho mayor... de que de sus acciones dependería el destino de muchos...

Destino. El destino les estaba poniendo a prueba. Y por el bien de todos, no debían fallar. Se preguntaba como los demás podían llevar esa carga. Admiraba a Margaery y a Mornan, siempre preparados ante las adversidades, siempre seguros de si mismos. Le sorprendía el llamado "Cuerda", quien no parecía sorprenderse ante nada. Y que decir de Aaron, su salvador... Y también estaba aquel chico, Yank, tan engreído pero tan... interesante...

Pasándose una mano por el pelo, pensó en dejárselo crecer, después de todo hacía bastante que...

- ¿Samlara?

Se dió la vuelta, sorprendida. No había oído acercarse a Mornan, ensimismada en sus pensamientos.

- Hola Mornan, dime, ¿necesitas algo?
- No, no, es sólo que pensé que... bueno, pensé que podrías hablarme un poco de Sira.
- ¿Mmm? ¿Hablarte de Sira? ¿Quieres saber algo en particular?
- No, nada, bueno, si, quiero decir, me gustaría saber algo más acerca de ella. Ya sabes, conocerla.
- Ah, entiendo.

Samlara miró al cielo, sonriente.

- ¿Sabes, Mornan? Sira es... como una madre.