Javea despertó sobresaltada. Llevaba una semana dándole vueltas a algo en la cabeza, había una pieza que no encajaba y se desesperaba por saber cuál era. ¿Qué era lo que había pasado por alto? Se incorporó y se puso a remover a oscuras en la mochila hasta que localizó su libro de apuntes, lo sacó y metió su pequeña mano en otro compartimento sacando una bolsita de cuero que le habían regalado los moldeadores.
Mornan, tumbado a su lado, gruñó. Javea dejó de moverse, posó una mano cálida sobre su hombro y el guerrero pareció instantáneamente en paz.
Abrió la bolsita, cogió una de las piedrecillas de su interior y la puso sobre el cuaderno abierto. A los pocos segundos, el guijarro comenzó a emitir un brillo blanco-azulado bañando las letras y permitiendo de esta manera la lectura. Pasó las hojas con cuidado de no hacer ruído.
Y allí estaba.
Bueno, podía ser una coincidencia. Bostezó. Cerró el cuaderno y guardó sus cosas de nuevo en la mochila.
Una coincidencia, sí. De todos modos mañana lo hablaría con Samlara, quizá ella lo viese distinto.
Javea cerró los ojos y al fin durmió tranquila.
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2 comentarios:
Me tienes en ascuas, a ver que carajos ha encontrado esta moza...
No ha encontrado nada, sólo es para tenerte en ascuas.
:P
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