El bonito diamante colapsó sobre si mismo con una pequeña grieta desde su interior mientras una misteriosa llama azul lo envolvía. Poco a poco la grieta alcanzó el exterior del cristal momento en que un crujido indicó que se había partido. Poco a poco, polvo de la piedra resbaló entre los dedos de la clérigo, aún envueltos en el fuego y derramándose sobre el cuerpo del guerrero que yacía muerto a sus pies.
Nina abrió los ojos y se arrodilló sobre el cadáver desgarrado de Mornan mientras las fantasmales llamas ardían en torno a él. Entonando un salmo tan antíguo como la humanidad, la clérigo posó una mano sobre el pecho de éste y el fuego índigo se tornó carmesí. El volumen del cántico empezó a incrementarse lentamente hasta que, en un éxtasis de luz roja y voz hipnótica, todo terminó.
Sólo había sido un minuto de ritual, pero ninguno de los presentes lo podría olvidar jamás. Sólo Mornan que ahora se incorporaba entre estertores de tos y flemas de sangre podría decir más tarde que él no recordaba nada de lo que Nina había hecho esa noche.
martes, 9 de noviembre de 2010
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