martes, 27 de julio de 2010

Un nuevo comienzo

¡Tierra!

Abrió los ojos y se incorporó del incómodo jergón. Su mano rozó la empuñadura del estoque sintiéndose mucho más tranquila. La habitación se balanceaba con el rítmico movimiento de las olas. Arriba, en cubierta, el paso apresurado de algunos hombres provocaba crujidos en la madera del techo. Se notaba actividad.

Bajó del camastro enfundándose sus botas de piel. Estoque al cinto y pañuelo cubriendo el largo y sucio cabello. Retocar con maquillaje la cicatriz de la cara le llevó un par de minutos y toda la destreza que era capaz. Se puso las hombreras y musleras. Se apretó el corpiño. La delicada muchacha que había abierto los ojos hacía un rato se había convertido en un fornido marinero.

Quitó el candado y abrió la puerta de un empellón. La escalera que subía a cubierta se encontraba a escasos metros de distancia. Al llegar arriba, vio que la pequeña galera estaba fondeando en una bonita bahía con playa. Estaba nublado pero la visibilidad era buena. A cien metros, en la costa, podía ver un poblado compuesto por un pequeño grupo de cabañas de madera. Había gente esperando allí y eso a ella no le convenía. Se acercó al capitán y le saludó con un gesto.

- Capitán, bajaré de los primeros si no hay problema.

- Como quieras. El que paga manda.

Asintió. Cinco minutos más tarde, un pequeño bote cargado hasta los topes con paquetes y dos marineros, llegaba a la playa. Un rato después, Alana se perdía en la campiña camino a Red Hook y una nueva vida.

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