lunes, 27 de julio de 2009

Noeg II

Desde el principio lo vio claro. Nueve bandidos. Tocaban a dos por cabeza, más si se daba prisa.

Descolgó el hacha y antes de que los humanos apestosos se dieran cuenta se lanzó cargando contra el que parecía su líder. En su cabeza el plan era claro: Avanzar y matar, luego avanzar y matar otro poco. Llevaba días sin acabar con la vida de algo y la ocasión parecía prometedora.

Durante su carrera sintió el aguijonazo de tres flechas clavándose de manera superficial a través de sus capas de pieles. Sonrió pensando que al fin estaba vivo y lanzó un zarpazo con su gigantesca hacha que hirió superficialmente a su rival en el costado. Bueno, se divertiría un rato más.

El humano era bueno: con la hoja plana de sus espadas desviaba sus bastos golpes haciendo que sólo leves cortes asomasen en su piel mientras contraatacaba con destreza. Noeg se impacientó hasta que la suerte pareció cambiar. Utilizando gran parte de la fuerza que le restaba, atizó un golpe de arriba a abajo que sin duda habría matado a casi cualquier hombre que se le enfrentase. Casi estaba a punto de aullar de victoria cuando su rival se revolvió en una elegante finta, desvió parcialmente su ataque y asestó una estocada en las costillas al gigantón que perdió el conocimiento.

Noeg se sumió en un agradable sueño de sangre y dolor.

jueves, 2 de julio de 2009

Mornan - La búsqueda

El islote que tenía a la vista no era más que un baldío mojón de piedra en mitad del Mar de las Estrellas Caídas. Su Diosa, en cualquier caso, le había escuchado y parecía que ese era el lugar en que tendría que enfrentarse a sus demonios.

Mornan bajó de Alice y pisó el lugar con andar decidido, dispuesto a escuchar lo que Ella tendría a bien comunicarle. Él sólo deseaba servirla y para ello estaba dispuesto a darlo todo. Avanzó por entre la abundante costra de mejillones que habitaba en las rocas y se dirigió al interior de la isla sin mirar en ningún momento atrás. Sabía que la mirada de sus compañeros estaban fijas en su espalda, pero eso no le hizo volverse.

Cuando ya estaba en el centro, el guerrero encontró una húmeda cavidad que se abría paso en la roca basáltica que era la isla y con un presentimiento se introdujo en ella. La luz que entraba por la abertura dejaba ver un espectáculo de lo más anodino. Las pozas de agua salada se formaban en torno a las rocas y varias decenas de crustáceos de pequeño tamaño nadaban en ellas. Nada parecía indicar que allí dentro Sira fuese a manifestarse. Mornan se sentó.

Pasaron las horas, su estómago rugía, el guerrero probó a comer algún molusco crudo pero el sabor salado del agua de mar le disuadió pronto. Se hizo de noche y Mornan empezó a dudar de que se fuese a presentar su deidad. Un minuto más tarde, se había dormido.

- No estás preparado, Mornan.

- ¿Por qué, señora?

- No eres puro, no muestras cariño y sí desinterés por los demás. Nunca has orado de palabra ni de hechos. No buscas consuelo en los templos ni en ti mismo. Debes cambiar, pero el paso más complicado ya lo has dado: encaminarte hacia el bien es el camino difícil. Prospera y te ayudaré.

La visión se diluyó y Mornan despertó. Los pasos que seguiría a partir de ahora sólo él podría decidirlos.