viernes, 31 de diciembre de 2010

El último dragón

- Dicen que allí, en lo más alto de las montañas, Aemon vio la luz del sol por última vez. Nadie sabe cómo murió exactamente ya que ningún humano estaba presente cuando lo hizo. A fin de cuentas, la historia ocurrió hace más de mil años y nuestra raza no se aventuraba en tierra de dragones por aquel entonces. Sin embargo, a pesar de este desconocimiento generalizado, hay algunas versiones sobre lo que aconteció hace tanto tiempo. Es un hecho que los enanos afirman, vehementemente como sólo un enano puede hacerlo, que fue un rey suyo, Thronkar Battlestone, quien le derrotó en una singular batalla que duró días. Por otro lado, los soldados que han combatido en el Gran Bosque afirman que los elfos se vanaglorian de haber sido miembros de su estirpe los que acabaron con la gran sierpe, si bien su muerte la ubican en tierras bajas, bastante más al norte. Nosotros no somos tan longevos. Más de mil años pueden ser 30 o 40 generaciones de humanos y, cuando la historia tiene lugar, el antepasado de nadie estaba por la zona para poder registrar en un libro o en una canción lo que sus inexistentes ojos veían.

- Sin embargo, yo he visto su muerte en mis sueños.

El anciano sonrió afablemente como sólo un venerable puede sonreir ante la inocencia de un niño. Y dijo con voz pausada.

- Pequeña, eso es simplemente imposible.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Buitres

- Oh, venga, para qué vamos a intervenir si se lo están pasando muy bien ellos solos.

Robin miró a su inmenso compañero. Le costaba entender su humor, y en este momento no sabía si le hablaba en serio o simplemente se mofaba de la situación. Nunca había entendido muy bien eso de los sentimientos, la alegría o la tristeza le eran ajenos. En definitiva, no comprendía qué era que alguien se lo pasase bien y no sabía si los mequetrefes esos que estaban siendo atropellados estaban felices de ser apaleados. A ella el dolor propio no le gustaba, eso seguro.

A la luz del incendio se vio como el último y más grande de los ogros se desplomaba por si solo. Acto seguido el gigantesco guerrero se separó del muro sobre el que se apoyaba y empezó a andar hacia la escena. Robin le siguió unos pasos por detrás mientras indicaba a alguien que surgía de las sombras que registrase los cadáveres que quedaban atrás.

Mientras avanzaban hacia los últimos supervivientes, una muchacha menuda y un hombre demasiado guapo para ser un guerrero, Eddard empezó a aplaudir estentóreamente, llamando la atención de la pareja.

- Maravilloso espectáculo, sois todos unos héroes. - Hizo una señal a Robin para que registrase el cuerpo caído del enorme ogro - Ahora si nos disculpáis, cogeremos unas cosas que hay por ahí tiradas y nos iremos, que tenemos prisa.

- ¡Eso es nuestro! - protestó Zoe mientras descolgaba la maza.

- Muchachita, no creo que en tu estado te convenga amenazarme. Acaba con eso Robin, nos vamos.

***

- ¿Por qué no les matamos? - Preguntó la mujer.

- Tenemos prisa.

- Jajaja, ¿qué nos habría llevado hacerlo? ¿Un minuto?

- No creo que tanto.

- ¿Entonces? Más tiempo perdimos saqueando los cadáveres de los ogros.

- Oh, cállate Robin. Me aburres.

- Eddard tiene razón, Robin. Son unos niñatos. ¿De vencerles ahora qué nos habríamos llevado? ¿Unas cuantas piezas de oro y una espada semi-mágica? Menudo beneficio... Si es verdad que forman parte del grupo de Nina como sospechamos, dejemos que maduren. Pronto volveremos a verles y entonces sí será beneficioso darles muerte.

miércoles, 1 de diciembre de 2010

Toria

Se despertó con la letanía de una suave voz de fondo. Tenía la boca seca y pastosa, dolor de cabeza y un ligero mareo, como le ocurría cuando hacía el "viaje de vuelta"."Un barril de grog de la Olla del Campesino sienta mejor que esta mierda". Abrió los ojos y vio a una clérigo arrodillada a su lado, concentrada en una plegaria.

-Suficiente, clérigo -gruñó, apartando de un manotazo sus brazos extendidos mientras se levantaba.

La humana se le quedó mirando con gesto dolido. "Oh, por Moradin, ahora encima se pondrá a llorar". Echó un vistazo a su alrededor. Estaba todavía en las alcantarillas. Michael hablaba con Vicra quien, a juzgar por su fuerte respiración, acababa de llegar corriendo. Sin duda, a él era a quien debían sus pellejos. Detrás de ellos su compañera Zhenya estaba tirada en el suelo, inmóvil. Chasqueando la lengua, dirigió su atención a la búsqueda de sus armas. No le hizo falta buscar mucho, el escudo estaba a sus pies y el hacha, que en ningún momento había soltado, aún se encontraba en su mano izquierda. De reojo vio el cuerpo, también inmóvil, del joven compañero de la clérigo. Ésta aún lo miraba, como esperando algo.

-¡Eh, escoba! ¿no deberías ir a ver que tal está tu amigo? Deja de mirarme como una estúpida y muévete, mierda -sin esperar respuesta se dirigió al inquisidor-. Joder Vicra, ya puedes decir que era hora de que aparecieras, ¿que coño te ha mantenido ocupado todo este tiempo...?

Como si importara. Un día más, una misión más.