lunes, 22 de junio de 2009

Noeg I

No le gustaba su mirada, ni su andar, ni su pinta, ni nada. Tenía un nosequé queseyó que le parecía repugnante. Y él de repugnantes entendía.

Mientras se acercaba pensó que quizá le vendría bien para la resaca romperle la nariz al sujeto, dudó durante un instante y casi estaba doblando el brazo cuando se dio cuenta de que el humano llevaba un traje de soldado de Bayes. Franqueó la entrada al guardia con un leve gruñido de disgusto sin darse cuenta hasta después de emitirlo de que éste le había saludado. Decididamente el humano era retardado... y a él le dolía mucho la cabeza.

No hacía frío esa noche de avanzada primavera. Apenas soplaba viento y las estrellas lucían como nunca en el firmamento. Por un momento se le pasó por la cabeza coger sus cosas e ir a cazar algún oso o algo más grande pero, cuando parecía que la idea le había seducido lo suficiente, apareció el posadero por la puerta.

- ¡Snoeg! Hay un cadete molestando a la clientela, haz que se tranquilice o que se vaya.
- Grumph.

El semiorco de más de dos metros de altura entró agachando la cabeza por la puerta del establecimiento y contempló la escena. Allí era donde hacía un par de días había roto la nariz y casi el cuello a un borracho fanfarrón cuando su tono de voz le hinchó lo suficiente los huevos: lo que viene a ser, sin duda, el mejor pasaporte para encontrar trabajo en una taberna.

Desviando la mirada a la derecha, vio al humano de antes con la sonrisa más falsa que jamás había contemplado en rostro de un mortal sentado con una mujer de estrafalaria vestimenta y un tipo joven. Se acercó a grandes zancadas y se sentó con ellos ...



lunes, 1 de junio de 2009

Saber local - Zet I

Zet fue fundada por el capitán pirata Randall Zet hace unos 900 años como puerto franco para su camarilla con el fin de asentarse en una base al margen de Sajak, la eterna capital del vicio. Con el tiempo, los habitantes estables de la isla fueron en aumento y bajo el mandato de las sucesivas generaciones de los Zet, perdiendo su condición de ciudad corrupta, si bien algo de aquella corrupción todavía persiste y son muchos los lazos que unen a la mayoría de los ricos de la ciudad con los distintos clanes de bucaneros.

Hoy día, el único lugar del concordato en el que se puede comprar mercancía de ultramar a precios no prohibitivos es en esta población y aldeas limítrofes, lo que hace que los comerciantes con contactos entre los corsarios ganen inmensas fortunas gracias a los pudientes del resto de Bayes.

Partida X: La batalla de Red Hook

Jugadores

Gery, Mornan, Samlara, Jank, Wurden

La partida

El día sucedió a la noche, demasiado lento para aquellos que sabíamos lo que nos aguardaba, demasiado rápido para aquellos que no deseaban saberlo.

Una simple bocanada de aire les hizo recordar su situación. El viento les traía el aroma del salitre en las barcas del puerto, el olor a sudor de los hombres que se afanaban en reconstruir las ínfimas defensas que se pondrían a prueba ese mismo día, la fragancia cortante de la madera en las hogueras del campamento orco, aún levantado a las afueras de la ciudad, el perfume del miedo y del coraje de los seres humanos que aferraban sus herramientas y que las enarbolarían en aras de su supervivenvia. Esa noche cenarían cenizas y cascotes, los que llegasen vivos al atardecer.

La primera noticia del día dio un vuelco incluso más oscuro a la ya sombría mañana. Lord Whipple, Jonas, para los que teníamos la suerte de conocerlo, no estaba en sus aposentos, y, como nos temíamos, mi Capitán, Aaron Whipple, nos confirmó que se había entregado, con la vana esperanza de que aquello calmase los ánimos beligerantes del ejército que aguardaba a la entrada, y de aquellos cuyas órdenes lo comandaban. No había sido así, y en unos momentos, el desayuno iban a ser 1000 orcos, con armas de asedio, y sin ningún tipo de piedad. Ya teníamos otra misión, y los cuernos y tambores de guerra orcos nos estaban dando la señal de comenzar.

* * *

Lord Whipple tenía que estar en una de las tiendas al final del campamento. Solo nos separaban de él un millar de orcos, dos catapultas, varios ogros y cientos de armas afiladas: iba a ser pan comido. Nuestro plan era sencillo: esperar una o dos oleadas, y luego, en el fragor de la batalla intentar flanquear el ejército enemigo en la medida de lo posible, para alcanzar las tiendas y rescatar al padre de Gery.

Pronto nos dimos cuenta de que hasta los planes más sencillos tienen complicaciones. Un grupo de orcos y un ogro se habían interesado en ese grupitos de insensatos que intentaba rodearles. Y entonces vino lo bueno: nada más comenzar, un par de flechas salieron disparadas del arco de Jank, atravesando de parte a parte el cráneo y el pecho del desafortunado orco que más se nos había acercado. Justo después, un embravecido Mornan desplegó su poderío y se lanzó en pos de una pareja de infelices orcos que avanzaban por nuestra derecha.

Yo le seguí instantaneamente y en cuanto sacó su espada de uno de los orcos yo lo rematé de un codazo que le rompió el cuello. Pero había más, y entre ellos sobresalía el enorme torso de un ogro, que se acercó a mí por la espalda, y me atizó con ganas, lanzandome al suelo malherido de dos poderosos mandobles. Primera sangre del equipo. Pero el resto del grupo, lejos de quedarse mirando, ya habían iniciado su matanzas personales, con dispar suerte.

* * *

Gery había echado a correr de cabeza contra dos orcos pensativos en el flanco izquierdo, y estaba intercambiando espadazos con aquel orco que sobreviviese a sus embestidas feroces, o con cualquiera que viniese a reemplazar a un compañero muerto.

Jank continuaba probando puntería con el trasero del ogro, el cuál ,una vez hubo visto como yo caía inconsciente, dedicó toda su atención al fibroso montaraz. A Sam tampoco le faltaba el trabajo, cuando no estaba parando hemorragias galopantes de algún miembro medio amputado de Mornan o mío propio, se daba una carrera para recolocar la mandíbula desencajada de Geri, o su brazo roto, o nuestra pierna rajada.

Justo cuando parecía que no iba a dar abasto, llegaron los refuerzos: Aaron y Tonel. Una luz de esperanza al final del tunel. Aunque aquello no duró mucho. Pocos segundos después mi querido amigo Tonel fue destrozado por dos malvados orcos cuyas espadas partieron en dos al tan estimado clerigo, y con él a nuestras posibilidades de salir con vida.

Gracias a los dioses, Aaron sacó fuerzas de su ira y logró abatir al feroz ogro, con ayuda del millar de flechas que Jank le había clavado en la espalda, y poco a poco el resto de alimañas fueron cayendo una a una. Al terminar el combate Mornan y yo yacíamos cuales muñecos de practicas agujereados en el suelo, sobre sendos charcos de nuestra sangre. Por enésima vez, Sam corrió hacia nuestra posición para devolvernos a la vida, y, aunque maltrechos, proseguir con nuestra crítica misión.

INCISO

Visto lo acontecido en la partida del pasado viernes, las ideas estratégicas propuestas, esto es, no separarnos nuca han sido plenamente aceptadas (según me comunicó hoy Wurden) porque:

- Ayuda a Sam a curarnos;
- la protege de ataques;
- limita el número de enemigos que nos rodean y;
- si uno tiene problemas con su enemigo se le puede echar una mano de manera automatica.

Ánimo compañeros que ya no nos queda nada para alcanzar nuestro objetivo, el inmediato porque lo de los dragones aún está por ver...