Estaba una vez más en aquella loma verde, bañada por el suave sol de la primavera de los 17 años.
- No hay otro sol como ése...
No hay otro sol como ése. Subía por aquella ladera sin esfuerzo, intrigado por lo que había detrás.
- El rocío te mojaba los pies descalzos...
Era verdad, ahora notaba como el rocío le mojaba los pies descalzos mientras pisaba la mullida hierba que cubría la colina.
- Ya sabes lo que hay al otro lado...
Ya sabía lo que había detrás, pero aún así quería verlo con sus propios ojos. Tan solo le faltaban unos pocos pasos, ya se vislumbraba el horizonte.
- Y ahora te das la vuelta...
Ahora se dio la vuelta, empezó a bajar la cuesta, olvidando lo que fuese que hubiera allí detrás, y vio una pequeña cabaña al pie. La recordaba también, pero esta vez era algo distinta, más acogedora, más hospitalaria, más... tentadora.
- Bajaste en dirección al cálido abrazo del fuego, para librarte del frío que comenzabas a sentir...
Se había levantado una brisa, al principio ligera, que ahora arreciaba de manera amenazante, casi despiadada. Los dedos de los pies se le entumecían, y la cabaña parecía cada vez más apetecible, pero un picor en la parte de atrás de su mente le mantenía alerta, le gritaba en silencio que subiera otra vez.
- Bajaste...
No bajó. Los finos músculos de su cuello se tensaron firmemente como cuerdas de piano.
- Seguiste en dirección a la protección y a la relajación que solo una auténtica piel de oso puede ofrecerte...
Lentamente se giró hacia la cima del monte, de la montaña, de la cordillera que ahora se extendía ante sus ojos...
- ...más alta que nunca, inabarcable, peligrosa, fuera de tus posibilidades...
- Subí - le costaba un esfuerzo hercúleo contradecir a esa voz, pero poco a poco iba acumulando fuerza en su interior, haciendo una bola de rebeldía pura.
- No - la voz habia cambiado el tono melódico de antes por una helada cuchilla de acero -. No puedes ir hacia allí...
- ¡Sí que puedo! - gritó Jahled subitamente, mientras corría y escalaba moviendo frenéticamente los brazos, como si toda la energía que contenía hubiese estallado de golpe.
Ahora volvía a parecer una montaña de juguete, podía pasarla de un salto, de un paso, sin moverse, con los brazos caídos a los lados, con todo el peso de su equipo, con sus armas.
Un momento después no había más montaña que un par de granos de arena, arrastrados por el viento, el cuál se transformó en la silueta de un hombre.
O al menos a Jhaled le parecía un hombre, aunque más bien tenía el aspecto de un hábito de monje hinchado por el viento, deshilachado en los bordes y ennegrecido por el hollín, con la capucha vuelta, cubriendo una oscuridad insondable.
- Sigues siendo dificil de dominar, amigo - le dijo.
- Si yo soy tu amigo, debes llevar una vida aún más lamentable de lo que me imaginaba - respondió el hechicero con toda la sorna de que fue capaz -. Tus trucos siguen siendo de segunda, ¿aún sigues persiguiendo fama y fortuna engañando a paletos?.
- ¿Y tú?, ¿Sigues pensando que te volverán a dejar entrar? - le contestó la sombra -. Déjamelo y ambos podremos beneficiarnos de todo su poder.
- Si fuese tan egoísta como para intentar usarlo por mi cuenta, ¿qué te hace pensar que iba a compartirlo contigo?.
- Que solo yó conozco la manera de utilizarlo en su estado actual.
- ¿Insinúas que ya puedes usarlo? - su cara dejó traslucir brevemente una profunda preocupación.
- Si es cierto o no, lo descubriremos pronto, pero por ahora tan solo dame tu foco.
Jhaled ya se conocía sus trucos. Habían pasado muchas tardes desde pequeños jugando a ese juego de adivinar la carta del otro, y aunque él siempre perdía, con el tiempo, su interlocutor tampoco ganaba.
Apretó el mango de Lesha, su fiel lanza. No tenía nada de especial, aparte de haberle salvado la vida en alguna que otra ocasión, y de aquellas tiras de cuero que rodeaban el centro de su esbelto cuerpo. Aquellas tiras, la inscripción en el reverso, era su foco, o lo había sido en un tiempo, la llave al poder de la Orden. Era absolutamente consciente de que debía evitar pensar en ello mientras el otro siguiera en su mente, o sabría perfectamente cómo conseguirlo.
La magia aún residía de alguna manera allí, aunque imperceptible, incluso para los magos, o éso pensaba el otro. A una palabra de un regente de La Orden, podría volver a usarla, aunque el tiempo de su regreso todavía no le había llegado. El hombre al que se enfrentaba la quería para estudiarla y buscar una manera de acceder a la Reserva, pero incluso expulsado, les debía un respeto y una obligación a aquellos que tanto le habían dado.
No tuvo que pensar: sujetando con fuerza su arma, arremetió contra aquella sombra inmunda que se presentaba ante él, y de un solo tajo la atravesó...
Aún se aferraba a ella cuando los firmes golpes y la dulce, a la vez que solemne, voz de Gaery retumbaron a través de la gruesa puerta de madera reforzada. Se despertó empapado y tambaleante, en dirección a la puerta.
Malditos doblegamentes, pensó, y de entre ellos, maldito Zertyr. Tendría que encontrar su antigua orden cuanto antes.
- No hay otro sol como ése...
No hay otro sol como ése. Subía por aquella ladera sin esfuerzo, intrigado por lo que había detrás.
- El rocío te mojaba los pies descalzos...
Era verdad, ahora notaba como el rocío le mojaba los pies descalzos mientras pisaba la mullida hierba que cubría la colina.
- Ya sabes lo que hay al otro lado...
Ya sabía lo que había detrás, pero aún así quería verlo con sus propios ojos. Tan solo le faltaban unos pocos pasos, ya se vislumbraba el horizonte.
- Y ahora te das la vuelta...
Ahora se dio la vuelta, empezó a bajar la cuesta, olvidando lo que fuese que hubiera allí detrás, y vio una pequeña cabaña al pie. La recordaba también, pero esta vez era algo distinta, más acogedora, más hospitalaria, más... tentadora.
- Bajaste en dirección al cálido abrazo del fuego, para librarte del frío que comenzabas a sentir...
Se había levantado una brisa, al principio ligera, que ahora arreciaba de manera amenazante, casi despiadada. Los dedos de los pies se le entumecían, y la cabaña parecía cada vez más apetecible, pero un picor en la parte de atrás de su mente le mantenía alerta, le gritaba en silencio que subiera otra vez.
- Bajaste...
No bajó. Los finos músculos de su cuello se tensaron firmemente como cuerdas de piano.
- Seguiste en dirección a la protección y a la relajación que solo una auténtica piel de oso puede ofrecerte...
Lentamente se giró hacia la cima del monte, de la montaña, de la cordillera que ahora se extendía ante sus ojos...
- ...más alta que nunca, inabarcable, peligrosa, fuera de tus posibilidades...
- Subí - le costaba un esfuerzo hercúleo contradecir a esa voz, pero poco a poco iba acumulando fuerza en su interior, haciendo una bola de rebeldía pura.
- No - la voz habia cambiado el tono melódico de antes por una helada cuchilla de acero -. No puedes ir hacia allí...
- ¡Sí que puedo! - gritó Jahled subitamente, mientras corría y escalaba moviendo frenéticamente los brazos, como si toda la energía que contenía hubiese estallado de golpe.
Ahora volvía a parecer una montaña de juguete, podía pasarla de un salto, de un paso, sin moverse, con los brazos caídos a los lados, con todo el peso de su equipo, con sus armas.
Un momento después no había más montaña que un par de granos de arena, arrastrados por el viento, el cuál se transformó en la silueta de un hombre.
O al menos a Jhaled le parecía un hombre, aunque más bien tenía el aspecto de un hábito de monje hinchado por el viento, deshilachado en los bordes y ennegrecido por el hollín, con la capucha vuelta, cubriendo una oscuridad insondable.
- Sigues siendo dificil de dominar, amigo - le dijo.
- Si yo soy tu amigo, debes llevar una vida aún más lamentable de lo que me imaginaba - respondió el hechicero con toda la sorna de que fue capaz -. Tus trucos siguen siendo de segunda, ¿aún sigues persiguiendo fama y fortuna engañando a paletos?.
- ¿Y tú?, ¿Sigues pensando que te volverán a dejar entrar? - le contestó la sombra -. Déjamelo y ambos podremos beneficiarnos de todo su poder.
- Si fuese tan egoísta como para intentar usarlo por mi cuenta, ¿qué te hace pensar que iba a compartirlo contigo?.
- Que solo yó conozco la manera de utilizarlo en su estado actual.
- ¿Insinúas que ya puedes usarlo? - su cara dejó traslucir brevemente una profunda preocupación.
- Si es cierto o no, lo descubriremos pronto, pero por ahora tan solo dame tu foco.
Jhaled ya se conocía sus trucos. Habían pasado muchas tardes desde pequeños jugando a ese juego de adivinar la carta del otro, y aunque él siempre perdía, con el tiempo, su interlocutor tampoco ganaba.
Apretó el mango de Lesha, su fiel lanza. No tenía nada de especial, aparte de haberle salvado la vida en alguna que otra ocasión, y de aquellas tiras de cuero que rodeaban el centro de su esbelto cuerpo. Aquellas tiras, la inscripción en el reverso, era su foco, o lo había sido en un tiempo, la llave al poder de la Orden. Era absolutamente consciente de que debía evitar pensar en ello mientras el otro siguiera en su mente, o sabría perfectamente cómo conseguirlo.
La magia aún residía de alguna manera allí, aunque imperceptible, incluso para los magos, o éso pensaba el otro. A una palabra de un regente de La Orden, podría volver a usarla, aunque el tiempo de su regreso todavía no le había llegado. El hombre al que se enfrentaba la quería para estudiarla y buscar una manera de acceder a la Reserva, pero incluso expulsado, les debía un respeto y una obligación a aquellos que tanto le habían dado.
No tuvo que pensar: sujetando con fuerza su arma, arremetió contra aquella sombra inmunda que se presentaba ante él, y de un solo tajo la atravesó...
Aún se aferraba a ella cuando los firmes golpes y la dulce, a la vez que solemne, voz de Gaery retumbaron a través de la gruesa puerta de madera reforzada. Se despertó empapado y tambaleante, en dirección a la puerta.
Malditos doblegamentes, pensó, y de entre ellos, maldito Zertyr. Tendría que encontrar su antigua orden cuanto antes.
2 comentarios:
Por cierto, Chulk, que no te dije nada del post! Esta muy bien, y es muy largo, te lo has currado tronquen!
Me alegra que le des un poco de trasfondo al personaje tío, ya verás que luego se disfruta mucho más.
Ya te lo había comentado, creo, pero nunca está de más escribir un poquito por aquí. Coincido con el bueno de Insert. Te lo has currado hasta el punto en que hay que leerlo con calma para poder apreciarlo del todo.
Muy bueno.
:)
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