La balsa empezó a levantarse por un extremo peligrosamente, amenazando con tirarla al agua si continuaba así. Intentó agarrarse a algo pero no había nada en aquella maldita tabla lisa que pudiera usar. Se tiró al suelo mientras esperaba que eso bastara para impedir que cayera, pero la balsa seguía inclinándose. Algo pequeño le golpeó el cuerpo y despertó.
Súbitamente, mientras los últimos jirones de sueño se escondían, recordó donde y con quien estaba, en aquel asqueroso pantano, con los compañeros de Sam. Tardó un poco más, no obstante, en percatarse de que realmente se estaba cayendo de la roca en la que estaba durmiendo hasta hace unos instantes. Una voz le dijo que agarrara su mano y ella, instintivamente, extendió los brazos desesperada en su dirección, consiguiendo encontrarla y agarrándose a ella como si no hubiera otra cosa en el mundo. Al poco, sin embargo, el apoyo de aquella mano también cedió y terminaron por caer ambos, en lo que le parecieron unos segundos muy largos, al fangoso suelo.
Completamente despejada, vio a Ivy levantándose de encima de ella y murmurando una disculpa:
-Vaya, siento haber caído encima de ti... euh, que desgraciada casualidad, pero oye, al menos estamos bien, ¿eh? jeje...
-¿Casualidad...? Tengo la sensación de que mientras caíamos te ponías de forma que...
-¡Zoe, Ivy! ¿Estáis bien? -preguntó Margaery, apareciendo en mitad de la noche.
-Si, si, estamos bien, después de todo tampoco ha sido tanta altura... ¿qué ha pasado? -preguntó Zoe mientras buscaba su mochila.
-Por lo visto habíamos formado nuestro pequeño campamento sobre la espalda de algún tipo de ser, quien ha tenido a bien levantarse en mitad de la noche. Bueno, al menos no nos ha visto, o no le hemos importado lo suficiente como para mirarnos... Recoged las cosas, deberíamos buscar una nueva localización para pasar la noche.
Mojada, con la túnica embarrada, habiendo dormido poco y algo magullada, casi tenía ganas de llorar. ¿Qué fue lo que vio Sami para irse del templo y dedicarse a esto? Bueno, sabía cual había sido su primer impulso, pero ¿qué la hizo seguir adelante una y otra vez? Recordó que en una ocasión en que les envió un mensaje, les decía que tenía la sensación de que no era tanto su voluntad la que guiaba sus pasos, sino que el destino les ponía pruebas en las que, por algún motivo, tenían que estar a la altura. Le extrañó en su momento, y le seguía extrañando ahora. Desde luego, ella no veía ningún tipo de destino en aquella estúpida ciénaga.
De pronto notó que se había partido un par de uñas en algún momento del episodio de la caída. Genial, simplemente genial. Mojada, con la túnica embarrada, con sueño, magullada y además con las uñas rotas. Estúpida ciénaga, ¿que podría ir peor ya?
Un ruido procedente de su espalda la alarmó. Vio a Ivy corriendo hacia ellos (¿En que momento se había ido? Aquella chica tenía la perturbadora costumbre de andar siempre desapareciendo) mientras gritaba algo.
-¡... corred! El ruido aquel que oíamos... Era un bicho de los que... ¡Corred!
sábado, 19 de junio de 2010
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1 comentario:
Brillante!
:)
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