- Y entonces la ví salir con una sonrisilla que no me gustó nada.
- Ajam.
- Esa es una listilla, Mornan. Simplemente quiere provocar, jugar a ser adulta, estoy segura.
- Ya.
- ¡Pero bueno, mírala! ¡Ahí está otra vez!
Una joven muchacha acababa de aparecer en el claro de luz producido por la fogata. Permaneció durante unos instantes en el umbral mientras su mirada recorría a todos los presentes a la cena, soltándose el pelo que llevaba recogido en una coleta. En algún momento reconoció a quien estaba buscando, y con pasos ágiles se dirigió a su encuentro.
- Mira, mira como se acerca a él. Vaya una... una... descarada.
- Oh, si.
- No te veo muy convencido.
Sonriendo, sin dejar de comer, Mornan miró a Samlara directamente a los ojos. Parecía estar disfrutando de la situación.
- ¿Sabes que creo, Sam?
- ¿Qué?
- Creo que estás celosa.
- ¿¿Qué?? ¿¿Celosa?? ¿Celosa de qué, si se puede saber? ¿De una niñata que simplemente por haber desarrollado antes los pechos que el intelecto cree que puede moverse entre los adultos y tratarnos de igual a igual?
- Hum, bueno... más bien de una moza de buen ver - sus ojos volaron hacia la joven, que conversaba en aquellos momentos con Yank, no muy lejos de donde ellos se encontraban - que sabe que está lo suficientemente preparada para moverse entre ciertos adultos en cierto campo...
- ¡Eso... eso es absurdo!
- Claro. Nada que ver entonces que justo cuando la viste abandonar la compañía de Yank durante el viaje de esta mañana, te pusieras a toquetear a aquel joven que se te acercó, ¿verdad?- ¡Yo sólo le enseñaba a manejar la maza! ¡Él mismo...
- La porra esa que manejas
tan bien, por supuesto...
- ¡Él mismo se acercó a mi y me lo pidió, no yo!
- Lo que tu querrías es que Yank te pidiera que le enseñaras a usar la maza, ¿eh...? O mejor aún... que te pidiera que usaras SU maza,
¿eh...?- Por Sira, Mornan, eres un cerdo...
Con lo nervios, Samlara apretó demasiado el trozo de pollo que estaba en su plato, el cual en represalia salió despedido hasta impactar contra la pechera de su traje.
- ¡Maldición! ¡Mira... mira lo que has conseguido... imbécil!
Se levantó y se fue de la mesa. A lo lejos, aún podía oír las risas de Mornan.