Se despertó sobresaltada y envuelta en sudor. Apenas un segundo más tarde, su arma apareció en la mano y apuntó a las sombras que formaban la hoguera.
Silencio.
- Mierda.
Dejó su estoque en el suelo, pegado a su cuerpo y se acomodó entre las pieles que formaban el saco en el que dormía. Apenas había podido dormir desde el día en que degolló a Kormak; horribles pesadillas de fuego y odio asaltaban su sueño haciendo de cada noche un descenso a los infiernos. Sólo por estos sueños, se dijo, merecía la pena haber acabado con el sacerdote.
Cerró los ojos y, una noche más, soñó fuego.
martes, 13 de octubre de 2009
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