Aquel ser despreciable no iba a acabar con él. Se había enfrentado a peores adversarios, más numerosos y temibles, y al final siempre acababa observando escapar sus últimos gorgogeantes suspiros, postrados en el suelo con los huesos rotos y las tripas reventadas, el húmedo aroma de la sangre envolviendo la moribunda escena.
Agitó una vez más el mangual en el aire, dispuesto a descargar su fría ira contra aquella infeliz criatura. De repente, con una velocidad inusitada, el ser deslizó una garra entre el hueco dejado por el escudo y el mangual, alcanzando al cuello en una zona desprotegida de la armadura. La garra seccionó el cuello como si de papel se tratará, abriendo un abismo a través del cual aire y sangre se entremezclaron en su desbaratada huida. Kormak retrocedió, más sorprendido que asustado, mientras se daba cuenta de que esta vez no sería él quien observara al derrotado fallecer.
Dió un paso atrás, trastabilló y finalmente cayó, en lo que le pareció una eternidad, al fango de la ciénaga. Mientras su alma escapaba de su cuerpo, no pudo evitar pensar que le hubiera gustado poder vivir un poco más. No por disfrutar de la vida en sí, sino por poder dar a conocer a más gente las bondades de su dios...
Giró la cabeza en un último esfuerzo y vió al soldado y a la otra chica combatir a la bestia. Quizás ellos fueran más afortunados que él. En cualquier caso, poco le importaba su suerte. El azul del cielo se desvaneció, y sus ojos mortales se nublaron.
...
- Despierta, y escúchame, Kormak.
El ser etéreo anteriormente llamado Kormak abrió su conciencia y despertó. Ante él, Orcus, el Señor de los Muertos Vivientes, le observaba.
- Mi señor... Soy indigno de contemplar vuestro rostro...
- Así es, miserable carroña mortal. El honor que te concedo excede con mucho los méritos que has logrado. Así y todo, no eres un mal sirviente, Kormak.
- Gracias, mi señor.
- Creo que aún puedes ser útil en las tierras mortales. Creo que aún puedes predicar más mi palabra.
- ¡Yo también lo creo señor! ¡Ardía en deseos de daros a conocer entre las gentes, de hacerles entender que al final de todo sólo Orcus importa!
- Lo sé, mi fiel sirviente, lo sé. Y por eso he decidido darte otra oportunidad.
- ¡De nuevo, soy indigno del honor que me concede mi señor!
- Volverás a la vida reencarnado en el cuerpo de un moribundo que aceptó venir a reunirse conmigo antes de tiempo.
- ¡Gracias, señor, gracias!
- Ahora vuelve, Kormak, y difunde mi mensaje. Difunde la muerte.
...
lunes, 10 de agosto de 2009
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4 comentarios:
Menudo archidiablo de pacotilla. Si yo fuese él te transformaría en mane y te regalaría como juguete a mi alu favorita.
Supongo que siempre hay tiempo para eso.
Es lo bueno de los mortales: no sabes como empiezan, pero siempre sabes como acaban...
Bueno, tampoco te creas, mira a tu personaje que parecía muerto y se reencarnará ricamente en un clon. Dan ganas de hacerse de su culto.
La verdad es que el tema de las almas en D&D es realmente jugoso. Que hasta semidioses como los archidiablos tengan su culto (y sean capaces de otorgar hechizos) me llena de esperanza...
Estoque, diosa de los espadachines...
Aun no te ha llegado tu hora de reunirte con Estoque...pero dale tiempo
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